La construcción de la imagen de Estados
malos y Estados buenos, terroristas o sensatos, es una necesidad de la disputa
por la hegemonía mundial que se libra en el Medio Oriente, pero no solo ahí.
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
Para quienes se creyeron el cuento que
Siria era una amenaza terrorista mundial, que con sus reservas de armas
químicas infectaría al mundo entero, y que los sirios en su totalidad hacían
todo lo posible por sacudirse a Bashar al-Assad, deben estar sorprendidos
porque la guerra que continúa desarrollándose en ese país haya desaparecido
casi totalmente de la “gran” prensa y sus agencias de noticias y, más aún, por
el reciente informe que los Estados Unidos de América se apresta a colaborar
con el gobierno sirio para tratar de defenestrar a quienes, hasta no hace más
de dos meses, catalogaban como “luchadores por la libertad”.
En Siria, sin embargo, sigue
desarrollándose una verdadera guerra que ha llevado, incluso, a que vastos
territorios del país, colindantes con Irak, se encuentren bajo el dominio de
grupos islamistas radicales, el más notorio de los cuales es el autodenominado
Estado Islámico (EI), que ha logrado hacerse fuerte y sobresalir en medio del
caos que reina entre los distintos grupos opositores a Bashar al-Asad.
El país se encuentra devastado, con su
infraestructura urbana seriamente dañada y miles de refugiados en los países
vecinos. Eso, sin embargo, le tiene sin cuidado a los Estados Unidos y sus
aliados de la OTAN y de la región, como Israel. Lo que a ellos les interesa es
tener a algún títere de sus interese geopolíticos en el poder, pero parece que
los “luchadores por la libertad” que escogieron les salieron podridos.
Esta estrategia ya ha sido utilizada
antes, pero parece que ahora empiezan a darse cuenta que les ha salido el tiro
por la culata. Ahí están los ejemplos escalofriantes de Libia y el mismo Irak,
que muestran a las claras que donde la han aplicado solo han sembrado caos y
desolación.
En esa estrategia, la “gran” prensa
mundial ha sido un peón de primer orden satanizando, mintiendo y tergiversando
a diestra y siniestra, o siendo amplificadora de las versiones igualmente
mentirosas de los más altos jerarcas de los gobiernos occidentales. Ahora,
quedarse en silencio respecto a Siria también es parte de la estrategia y, si
las necesidades de los Estados Unidos y sus aliados lo requieren, no vacilarán
en alabar al gobierno de al-Assad. Por lo menos, a estas alturas, dejaron de
llamar “rebeldes” y “luchadores por la libertad” a quienes se le oponen.
La construcción de la imagen de Estados
malos y Estados buenos, terroristas o sensatos, es una necesidad de la disputa
por la hegemonía mundial que se libra en el Medio Oriente, pero no solo ahí. En
este preciso momento, a quien le toca el turno de ser el malo de la película es
a los llamados pro-rusos ucranianos y al presidente ruso Vladimir Putin. En
nombre de la legalidad y la racionalidad, le exigen a los ucranianos aceptar un
gobierno de extrema derecha surgido después de un golpe de Estado, e inventan
día con día invasiones rusas que, a la larga, nunca se pueden comprobar. Los
mismos periodistas extranjeros que están en la zona confiesan que no tienen
ninguna evidencia de lo que el gobierno ucraniano proclama a los cuatro
vientos, intentando propiciar una intervención de la OTAN.
Así que, para quien esté interesado,
debemos decirle que en Siria sigue el conflicto que fue inflado, inflamado y
mantenido por las potencias occidentales, solo que estas están cambiando de
estrategia porque se asustaron con el niño que adoptaron y prohijaron. El
conflicto sirio se encuentra en una nueva coyuntura que, probablemente, quitará
presión al gobierno de al-Assad quien, ¡oh sorpresa de sorpresas! tal vez
termine siendo la ficha menos peligrosa para los intereses norteamericanos en
la zona.
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