En la era de los
hidrocarburos es factor decisivo de las guerras, las vías de comunicación y el
dominio territorial, además de una fuente clave de energía.
Eduardo Anguita / Tiempo Argentino
El petróleo sigue siendo un factor clave en la economía y la geopolítica global. |
Cierra un 2014 en el
que el precio del barril de petróleo sufrió grandes variaciones. A principios
de año, cotizaba alrededor de 95 dólares, a mitad de año trepaba a 105 dólares
y a fines de noviembre se derrumbaba a 75 dólares, con un pozo de caída el
último viernes que llegó hasta 67 dólares. Las variaciones en el precio
internacional no tienen relación directa con los costos de producción. En
realidad, petróleo es política, y en la era de los hidrocarburos un factor
decisivo de las guerras, las vías de comunicación y el dominio territorial
además de una fuente clave de energía.
En la Argentina, con el argumento de
darle más competitividad internacional a las inversiones petroleras, los
combustibles al público aumentaron un promedio del 50%, muy por encima de la
evolución del dólar y por encima de la inflación, aun de las mediciones
privadas del costo de vida. Alguien podría pensar que si en los últimos cinco
meses, el precio del barril cayó cerca del 40% era un buen motivo para que el
consumidor recibiera algún beneficio de eso. Sin embargo, no sólo los precios
en las estaciones de servicio son los mismos sino que las acciones de las
petroleras –tanto en la Bolsa local como en Wall Street– cayeron fuerte al
cierre de la semana pasada.
La caída en el mundo
está directamente ligada a la tensión que existe entre la poderosa sociedad
entre Arabia Saudita y Estados Unidos, que encabezan el ranking de países
productores. Especialmente, este último desde hace tres años registra un
sostenido crecimiento económico y del empleo por el boom de la explotación de
los yacimientos de petróleo y gas no convencional. Pese a las dificultades
operativas y el mayor coeficiente tecnológico que requiere esa extracción, las
petroleras tuvieron un gran rendimiento bursátil y captaron gran parte del
ahorro interno tras la fuerte crisis bancaria de 2008. Eso permite que haya una
sintonía entre las políticas del gobierno federal y las petroleras privadas a
la hora de las fuertes disputas que Estados Unidos mantiene con Rusia, Irán y
Venezuela tanto en materia energética como, en definitiva, por el deseo de la
primera potencia mundial de mantener su hegemonía y ponerle un freno a una
suerte de bloque que dispute poder y de paso a un esquema multipolar, que
obligaría a que Estados Unidos cediera algunas de las posiciones dominantes que
ocupa en la arena internacional.
Entre los factores que
llevaron al aumento de la producción petrolera y la consecuente caída de los
precios están los conflictos armados existentes en Ucrania, Siria y el Estado
Islámico. En cuanto a Ucrania, desde que Crimea llamó a un referéndum para
establecer la autonomía del gobierno pro occidental de Petro Poroshenko, la
Unión Europea y Estados unidos decretaron varias sanciones para impedir que las
empresas rusas de energía y defensa puedan financiarse y operar en esos
mercados. Las sanciones limitan la exportación de gas y petróleo mientras que
la caída del precio del petróleo golpea en el corazón de la economía rusa en un
momento donde Vladimir Putin se muestra como un jugador clave de la diplomacia
internacional, sobre todo después de cerrar unos acuerdos estratégicos con
China en mayo pasado. En Ucrania la situación bélica está relativamente menos
tensa, sobre todo después de que se desvanecieran todas las operaciones
mediáticas y de inteligencia destinadas a decir que un misil de los
separatistas derribara al Boeing de Malaysia Airlines el pasado 17 de julio.
Por el contrario, las hipótesis de la investigación judicial se volcaron a las
propias fuerzas militares de Poroshenko. Respecto a la guerra civil siria,
Estados Unidos pone el énfasis en que el gobierno de Bashar Al Assad recibe
fuerte ayuda de Irán y de Rusia mientras que los analistas que no comulgan con
los encuadres del Pentágono sostienen que las fuerzas militares que combaten
contra Al Assad son básicamente contingentes mercenarios que desde hace tres
años y medio no constituyen una resistencia civil interna sino que son ejércitos
financiados por las agencias de seguridad y defensa occidentales.
Durante la Guerra Fría,
los países de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) respetaban
la no injerencia militar en territorios de influencia de Moscú, al tiempo que
los países del Pacto de Varsovia no incursionaban en territorios occidentales.
Una excepción fue la célebre Crisis de los Misiles de 1962, cuando Washington
descubrió que en La Habana había un plan en marcha para instalar ojivas
nucleares de medio alcance capaces de impactar en ciudades norteamericanas. Ese
plan, una vez descubierto, fue desmantelado por parte de Cuba y la Unión
Soviética. En estos últimos años, la recuperación de Rusia y sus vínculos con
varias naciones fue la excusa del gobierno norteamericano para inmiscuirse en
zonas pegadas a la frontera con Rusia. El tercer foco, ubicado en Irak –por el
llamado Estado Islámico– es el único de estos tres conflictos en los que las
fuerzas militares de Estados Unidos intervienen de modo directo. Las fuentes
occidentales aseguran que la destreza y el fanatismo de los yihadistas fue tal
que el ejército de Irak (con un gobierno pro-norteamericano desde la salida de
las tropas que invadieron ese país desde principios de 2003 hasta finales de
2011) no es capaz de doblegarlos. El horror de los crímenes del Estado Islámico
se convirtió en el pasaporte para que Estados Unidos experimente no sólo con
sus tropas de élite sino también con los sofisticados drones, tanto los que
rastrean imágenes y datos de comunicaciones telefónicas, como los artillados,
que van equipados con poderosos misiles y son operados en forma remota. El
despliegue de las últimas tecnologías de la guerra genera un efecto de
disuasión en cualquier potencial adversario de Estados Unidos, un país que tiene
una legislación y una cultura política expansionista que no encuentra oposición
activa al interior del país como sí la tuvo durante la Guerra de Vietnam.
En cuanto a Venezuela,
es cierto que la caída del precio internacional lo lleva a sufrir un impacto en
su economía, ya que nueve de cada diez dólares que ingresan por exportaciones
provienen del complejo petrolero. No obstante, el Presupuesto 2015 de ese país
fue elaborado en la previsión de que el precio del barril continúe por el piso
y sin embargo no se recortaron las partidas para planes sociales. Nicolás
Maduro sí decidió bajar los ingresos de sus ministros y altos funcionarios como
una señal de que el gobierno intentará dar señales de austeridad. Un llamado de
atención para otras naciones latinoamericanas donde la economía está estreñida
y las denuncias de corrupción –con la petrolera brasileña en el top– llevan a
una porción de la sociedad a no confiar en la dirigencia política. Respecto de
la Argentina, los analistas calificados prefieren no aventurar cómo impacta
esta circunstancia en Vaca Muerta, un yacimiento donde los costos de producción
son más elevados que en los no convencionales de Estados Unidos, por
condiciones geológicas, financieras y de escala. No obstante la brecha entre
costo operativo y precio internacional del barril, la apuesta del gobierno y
aún de otros sectores de la oposición sigue siendo hacia Vaca Muerta.
JEREMY RIFKIN. Acaba de salir la edición en
español (Paidós) de La sociedad del coste marginal cero de este economista y
prolífico autor cuya obra más comentada fue La tercera revolución industrial
(2011). Rifkin aborda el tema de la energía en el marco del "crecimiento
exponencial", un concepto difícil de entender para quienes están
acostumbrados a pensar en términos lineales. La explosión de Internet y de la
transmisión de datos de los últimos 25 años es el ejemplo más palmario no sólo
de un crecimiento exponencial sino una de las bases mismas para entender el
planeta con otros paradigmas. Además de la maduración de los yacimientos y del
encarecimiento del transporte, el autor señala
que "las tecnologías diseñadas para esas energías, como el motor de
combustión interna y la red centralizada de energía eléctrica han agotado su
productividad y les queda poco potencial que explotar". La revolución
Internet supone, según Rifkin, la creación de múltiples espacios públicos, que
están ligados a que las innovaciones tecnológicas producen un abaratamiento de
todos los dispositivos, incluyendo el transporte de datos. "La curva exponencial
que siguió la informática cambió radicalmente nuestra forma de vida",
afirma Rifkin. Esa es la base de la afirmación de una tendencia al costo
marginal cero. Es decir, que cada nueva unidad de producto tienda a no tener
valor de mercado. Aunque innegable en el campo de las redes informáticas,
todavía no está a la vista del gran público que esto pueda replicarse en las
energías no renovables. Sin embargo, es donde se mudaron muchos expertos en
informática e Internet. Las investigaciones de laboratorio permiten pensar que
en dos o tres décadas, los emprendimientos eólicos y solares a pequeña escala
pueden abaratarse tal como lo hicieron los celulares o las computadoras. Un
ejemplo lo constituye el precio de las células fotovoltaicas de cristal de silicio
, base de la generación de energía solar: en 1976, el vatio costaba la friolera
de 60 dólares, mientras que hoy vale 100 veces menos. De continuar las
investigaciones a este ritmo, la energía solar se acercará al precio de la
electricidad generada por métodos tradicionales. Alemania, que depende en buena
medida todavía de gas y petróleo ruso, ya tiene un 23% de la energía eléctrica
de fuentes renovables. Las empresas de energía ya desarrollaron departamentos
de investigación y tienen también ramas dedicadas a estas energías limpias. Por
el contrario, cada vez es más difícil construir centrales térmicas porque en
dos o tres décadas pueden quedar obsoletas.
Precisamente son las
empresas informáticas las que desarrollan sistemas para abaratar costos de energía
en sus propias plantas y centros de datos, además de desarrollar distintos
programas destinados a evitar el derroche en el consumo. En un horizonte
utópico, el aprovechamiento de la energía solar y eólica, según Rifkin, el
costo marginal de generar electricidad podrá ser casi nulo. Si se mira el siglo
XX y lo que va del XXI, quienes ejercen la dominación en materia política y
económica deciden los modelos de gestión de los recursos y orientan las
innovaciones tecnológicas. Alguna vez, Albert Einstein, un genio que se
involucró en el desarrollo de armas nucleares en medio de una guerra de una
ferocidad sin precedentes, al ser consultado sobre las características que
podría tener una tercera guerra mundial dijo: "No sé cómo será la tercera,
pero la cuarta será con palos y piedras." Era una clara metáfora de la
capacidad de creación de armas destructivas, las cuales habían crecido en forma
exponencial.
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