En los tiempos modernos, frente al
desatado individualismo, el consumismo desenfrenado y las prácticas putrefactas
de la democracia corrupta, una vez más, Cuba se yergue enhiesta enarbolando sus
principios, valores, su dignidad y honor. Que nadie le arrebate esta victoria,
que nadie se haga dueño de un combate que los cubanos han librado por décadas
al precio de su sacrificio y de la sangre de algunos de su mejores hijos.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Muy temprano en la mañana, los medios de
comunicación comenzaron a estremecerse con la noticia, se pasaba del estupor y
la incredulidad a la fanfarria y la confirmación de que lo que se escuchaba era
cierto: Cuba y Estados Unidos habían acordado un mecanismo de negociación para
el restablecimiento pleno de sus relaciones diplomáticas.
Las reacciones no se hicieron esperar,
desde la euforia comprensible, a veces excesiva de algunos, hasta el rechazo
cavernario de otros, sobre todo los de Miami. A primeras horas del día, varios
amigos inquirieron mi opinión, e invariablemente dije que antes, se debía
escuchar a los cubanos y al gobierno de Estados Unidos de manera directa.
Entonces, vino la voz pausada, la
lectura precisa del Presidente Raúl Castro seguramente meditada por mucho
tiempo y redactada en el colectivo de dirección del partido y del Estado. La conexión con su pueblo era evidente, los
periodistas de todos los medios internacionales que hacían entrevistas en las
calles de La Habana nos permitían escuchar invariablemente el orden de
prioridades que le daban los ciudadanos de la isla a la noticia: Primero, la
felicidad por el retorno de sus Héroes injustamente detenidos durante 16 años
en las cárceles del imperio. Segundo, la posibilidad cierta de la reunificación
de la familia cubana y en tercer lugar, la esperanza de que el anuncio del restablecimiento
de relaciones diplomáticas conduzca al fin del criminal bloqueo económico y
comercial que ya dura más de medio siglo.
En palabras de Raúl, “Esto no quiere
decir que lo principal se haya resuelto. El bloqueo económico, comercial y
financiero que provoca enormes daños humanos y económicos a nuestro país debe
cesar. Aunque las medidas del bloqueo han sido convertidas en Ley, el
Presidente de los Estados Unidos puede modificar su aplicación en uso de sus
facultades ejecutivas”. Perfecta sintonía con lo que el pueblo manifestaba en
las calles. Tan larga espera ha enseñado a los cubanos el valor de la mesura,
la discreción, la paciencia y la cautela. No se puede bajar la guardia ante un
adversario tan poderoso.
Pero, ¿qué puede decir un observador externo
ante tal trascendental hecho? Las evidencias indicaban que esta decisión se iba
a concretar más temprano que tarde. Apenas hace 10 días, el 7 de diciembre
pasado le escribí una carta a un amigo que vive en La Habana en la que en una
de sus partes le decía “...Todo indica que al bloqueo le queda poco, pero no sé
cuánto demore en restablecerse un funcionamiento pleno... “. Sin embargo, ello
no obsta para que una vez superada la emotividad inicial del momento, sin dejar
de manifestar la felicidad compartida con millones de cubanos al ver a los tres
héroes regresando a casa, resulta tarea complicada intentar un análisis, dada
la magnitud y el impacto de la multi noticia.
En el marco de las relaciones
internacionales, tal vez lo primero sería decir lo obvio: la medida clausura
definitivamente la guerra fría en el hemisferio occidental, 25 años después de
la caída del Muro de Berlín. No había soporte ni validez jurídica en los
argumentos estadounidenses para mantener una situación creada en un momento de bipolaridad rígida del sistema
internacional. Valdría sí, decir que los intentos de Estados Unidos por
apoderarse de Cuba se remontan hasta 1801 cuando era presidente de ese país
Thomas Jefferson.
En su discurso, el presidente Obama dijo
algunas cosas interesantes. Empezó reconociendo que el bloqueo y la ausencia de
relaciones diplomáticas eran un “enfoque obsoleto” que “fracasó” en el intento
de promover los intereses de Estados Unidos. Aunque recordó a Playa Girón, dijo
que su país ha apoyado la democracia y los derechos humanos en Cuba. Debe ser
por eso, que tan pronto conocerse la noticia, renunció a su cargo Rajiv Shah,
administrador de la Agencia estadounidense
para el Desarrollo Internacional (USAID), organismo del gobierno de
Estados Unidos que tras la pantalla de la cooperación para la democracia,
financia acciones de desestabilización e injerencia en el mundo, fracasando en
Cuba una y otra vez.
El presidente estadunidense hizo una
relación de medidas adoptadas por los gobiernos de su país durante más de medio
siglo, reconociendo que ningún otro país ejecuta tal tipo de acciones y
aceptando que todas ellas fracasaron, si se considera que la revolución bajo la
conducción de Fidel y Raúl Castro continúa en el poder. En paralelo, habría que
decir que el fracaso de estas medidas, no impide que el gobierno de Estados
Unidos las implemente hoy contra Irán y Rusia.
Obama reconoció el desarrollo de Cuba en
materia de salud y valoró altamente la posibilidad de que estadounidenses y
cubanos trabajen juntos en materias como salud, inmigración, antiterrorismo,
tráfico de drogas y respuesta a catástrofes. Encomió el trabajo conjunto de
ambos países en la lucha contra el ébola.
A continuación, planteó su nueva
política para tratar de torpedear la revolución cubana a través de métodos
“light” que no causen tanto rechazo en la comunidad internacional, “…podemos
hacer más para apoyar al pueblo de Cuba y promover nuestros valores mediante la
participación”, considerando que el “aislamiento no funcionó”.
Informó que revisara la presencia de
Cuba en la lista de países que promueven el terrorismo, a todas luces una
aseveración absurda y sin fundamento y enumeró las primeras medidas de
liberalización económica de las relaciones, todo lo cual significan
importantes, pero aún insuficientes pasos en el camino hacia el fin del
bloqueo.
Con el cinismo y la soberbia típica de los presidentes estadounidenses
dijo que no dudaba que seguían existiendo “…barreras continuas para la libertad
de los cubanos comunes. Los Estados Unidos creen que ningún cubano debe
enfrentar acosos, arrestos o golpizas simplemente porque ejerce un derecho
universal de expresar su pensamiento, y continuaremos apoyando a la sociedad
civil en ese asunto”: Debe ser que no ha tenido tiempo de leer los noticieros
de su país y tal vez no sepa lo que ha ocurrido en Ferguson, Cleveland o Nueva
York. Como dice la jerga popular
“Debería arreglar la casa, antes de predicar en hogar ajeno”.
Pero bueno, a pesar de los alertas
necesarios, en el marco de comprensión de las limitaciones de un presidente
estadounidense, es bueno aceptar la valentía de Obama, cavando la fosa para
enterrar el cadáver de una política de agresión, violatoria del derecho
internacional que no funcionó.
Muchos se preguntan, ¿por qué el
presidente de Estados Unidos toma tal decisión en este momento? Pienso que las
respuestas están en el análisis de la situación geopolítica internacional, sin
obviar algunos elementos de la política interna de Estados Unidos. Daremos
algunas opiniones al respecto.
Las nuevas generaciones de cubano
americanos rechazan mayoritariamente el bloqueo, tal como el propio presidente
reconoció en su discurso, en ese sentido el tradicional lobby cubano de Miami
se ha debilitado en términos de apoyo financiero y electoral a las campañas de
los partidos políticos. Obama, ha estimado que hoy, puede prescindir de quienes
en el pasado jugaban un papel decisivo en las elecciones de Estados Unidos como
se manifestó en el colosal fraude electoral que le dio el triunfo a George Bush
frente a Al Gore. Por otro lado,
empresarios de todo tipo, pero, de manera particular del sector agrícola del
sur de Estados Unidos, han incrementado sus vínculos con Cuba. Son estados que
se caracterizan por su alta producción de alimentos y consideran a Cuba un mercado natural para una producción que está siendo
desplazada sobre todo por Brasil Argentina y otros países. Finalmente, el peso
de 10 editoriales del New York Times, demostrando la obsolescencia del bloqueo,
eran expresión de un poderoso sector que no representa sólo a los magnates de
los medios de comunicación, también a
algunos de los más poderosos lobbystas vinculados al sector empresarial y
financiero que ningún presidente puede obviar.
En el plano internacional, la votación
anual en el seno de la Asamblea General de la ONU mostraba a un Estados Unidos
aislado, solo apoyado por Israel. Pero, se debe recalcar que ha sido
trascendental en los últimos años el
soporte unánime de una América Latina y Caribe unidos que una y otra vez, de
manera colectiva a través de los mecanismos multilaterales o de forma
individual manifestaron al presidente de Estados Unidos la inconveniencia de
seguir manteniendo el bloqueo.
En este contexto, influyó el incremento
de la relación mutuamente ventajosa de América Latina y el Caribe con Rusia y
China. Mientras los presidentes de esos países Vladimir Putin y Xi Jinping se paseaban por la región manteniendo y
elevando los vínculos multilaterales y bilaterales, Obama debía dar cuenta en
cada reunión, del bloqueo a Cuba y las migraciones. En el último mes, le apuntó
a ambos temas, avanzando en la desactivación de dos conflictos que le
permitirán desplegar una alfombra suave por donde podrá caminar más seguro a la
Cumbre de las Américas de Panamá en el venidero abril de 2015. Tal vez, sea
ésta la manera que Obama ha decidido para volver a una región que
tradicionalmente ha sido su aliado seguro en el tablero global.
En los tiempos modernos, frente al
desatado individualismo, el consumismo desenfrenado y las prácticas putrefactas
de la democracia corrupta, una vez más, Cuba se yergue enhiesta enarbolando sus
principios, valores, su dignidad y honor. Que nadie le arrebate esta victoria,
que nadie se haga dueño de un combate que los cubanos han librado por décadas
al precio de su sacrificio y de la sangre de algunos de su mejores hijos.
Tal vez hoy, los cubanos canten una vez más junto a Silvio: “Dicen que me arrastrarán por sobre rocas cuando la revolución se venga abajo, que machacarán mis manos y mi boca, que me arrancarán los ojos y el badajo, será que la necedad parió conmigo, la necedad de lo que hoy resulta necio: la necedad de asumir al enemigo, la necedad de vivir sin tener precio. Yo no sé lo que es el destino, caminando fui lo que fui allá dios que será divino. Yo me muero como viví”.
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