En el mundo financiero,
el acreedor puede demandar al deudor si no paga la deuda contraída. Las
naciones del Sur tenemos una deuda externa financiera con el mundo rico -muchas
son obligaciones injustas e inmorales-, pero, a su vez, somos acreedores de la
deuda ecológica.
Fander Falconí / El Telégrafo (Ecuador)
Desde hace más de 20
años y desde Sudamérica se argumenta que el Norte le debe al Sur una deuda
ecológica por el saqueo de recursos naturales, la biopiratería y por el cambio
climático. Son obligaciones acumuladas en el tiempo.
Varios presidentes y
ministros del Sur, con mayor o menor indignación, se han hecho eco de esas
ideas que vienen de la sociedad, en muchas cumbres de cambio climático.
Desde el mundo
académico ha habido aportaciones, con cálculos adecuados. La deuda ecológica
puede valorarse en términos monetarios y biofísicos. Su cobro está fundamentado
en los derechos humanos, la justicia ambiental y la responsabilidad histórica.
Pero además del debate sobre el pago y la valoración de los daños ambientales,
lo más importante es que deje de aumentar más y más. En otras palabras, detener
la desposesión y subsanar la condición actual del mundo físico.
Una revista de las más
prestigiosas en el campo de las ciencias ambientales, Global Environmental
Change, publica en estas semanas un estudio de Rikard Warlenius, Gregory Pierce
y Vasna Ramasar (Reversing the arrow of arrears: The concept of ‘ecological
debt’ and its value for environmental justice’ - Revirtiendo la flecha de
atrasos: El concepto de ‘deuda ecológica’ y su valor para justicia ambiental),
que recopila y sopesa investigaciones anteriores y llega a unas conclusiones
ponderadas. Existe efectivamente tal deuda ecológica del Norte al Sur, nos
explica Warlenius y sus colegas de la universidad de Lund.
La deuda ecológica ha
cobrado interés en la academia y en las negociaciones políticas ambientales. En
estos días se realiza la vigésima conferencia de las partes (COP 20) sobre
cambio climático en Lima, previa a la de París, en 2015, en la cual se definirá
la agenda para el desarrollo post-2015 y los objetivos de desarrollo sostenible
(ODS) que sustituirán a los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). El Sur
debería unificar posiciones y llevar un planteamiento central: los países ricos
tienen una elevada deuda ecológica por las emisiones excesivas de gases efecto
invernadero y por la apropiación gratuita de sumideros de carbono.
Una manera de procesar
la deuda ecológica es promover la creación de un nuevo orden internacional. Así
como el orden del capitalismo liberal (el ‘pacto fordista’) fue establecido en
los acuerdos comerciales, monetarios y financieros de Bretton Woods en 1944,
ahora necesitamos organismos internacionales capaces de considerar estos
problemas emergentes y acuciantes. Si no hay sanción institucional, poco se
podrá avanzar en reclamar la deuda ecológica, y seguirá siendo una externalidad
positiva para quienes consideramos que son ‘deudores’. Por supuesto, todo esto
no logra escapar del marco civilizatorio articulado por el capitalismo en el
neoliberalismo.
El mundo rico está en
deuda con los países del Sur.
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