La migración de un contingente de
cubanos, que vienen desde Ecuador, ha llamado inusitadamente la atención de los
gobiernos y los medios de comunicación centroamericanos. En principio, parece
tratarse de no más de dos mil personas, pero pueden ser solo la cabeza de playa
de un contingente mayor.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Migrantes cubanos en la frontera entre Costa Rica y Nicaragua. |
Centroamérica es una región que, más que
recibir, expulsa gente. Las economías de El Salvador, Honduras y Guatemala han
hecho de las remesas de los que se van, un pilar para evitar el desplome.
Dada su condición ístmica, es también
una zona de paso del sur hacia el norte, en donde está la meca de los que
migran buscando mejores aires económicos. Estas migraciones son en su
apabullante mayoría, ilegales, y eso ha llevado al florecimiento de una
industria del “coyotaje”, es decir, de aquellos que lucran llevando y trayendo
gente a través de los países y las fronteras.
En Centroamérica se descubren,
continuamente, contingentes de africanos, asiáticos y sudamericanos que van en
peregrinaje “subiendo” hacia la Meca de todos ellos, los Estados Unidos de
América. Y ni qué hablar de los mismos lugareños, que parten en oleadas
incontenibles escenificando verdaderos dramas humanos porque son asaltados,
violados o asesinados por el crimen organizado que ve en ellos una fuente de
lucro perpetua que, en vez de mermar, crece.
En la semana que termina, sin embargo,
la migración de un contingente de cubanos, que vienen desde Ecuador, ha llamado
inusitadamente la atención de los gobiernos y los medios de comunicación. En
principio, parece tratarse de no más de dos mil personas, pero pueden ser solo
la cabeza de playa de un contingente mayor.
Los cubanos, aprovechando que el país
sudamericano no les pide visa, han llegado hasta ahí, y luego han iniciado el
peregrinar hacia el norte; esperan llegar a los Estados Unidos para aprovechar
las ventajas que, sobre cualquier otra nacionalidad, les ofrecen la Ley de
Ajuste Cubano (de la que pueden aprovecharse todos los habitantes de Cuba), y
el Programa para Profesionales Médicos Cubanos.
La primera ley, también conocida como
Pies Secos-Pies Mojados, establece que al cubano que logra llegar a territorio
estadounidense se le permite quedarse automáticamente. Es, claro está, un
“privilegio” del que nadie más goza, menos aún los migrantes de los países que
en este momento atraviesa el contingente de cubanos del que hablamos, que son
cazados, literalmente, en el desierto que sigue al paso de la frontera
norteamericana.
El Programa dirigido a los médicos busca
atraer personal profesional calificado que se encuentra estudiando, o
trabajando en misión internacional cubana en el extranjero, hacia los Estados
Unidos. Solo deben presentarse en misión consular del país del norte y,
automáticamente, son recibidos con los brazos abiertos.
En el contingente de cubanos que viajan
desde Ecuador no hay solo médicos y otros profesionales de la salud, pero sí
muchos con estudios superiores, formados por la Revolución, que quieren hacer
valer su formación para tener mejores ingresos en los Estados Unidos.
En el camino se han encontrado con
múltiples obstáculos a su paso por Colombia y Panamá. Los que han logrado
llegar hasta Costa Rica, cuentan con el apoyo económico de familiares que,
desde los Estados Unidos, les envían dinero. Se contactan con las redes
ilegales de tráfico de personas, alquilan avionetas y lanchas para sortear por
mar el Tapón del Darién entre Panamá y Colombia, en donde solo hay selva densa.
En la frontera entre Costa Rica y
Nicaragua se han debido estacionar. Este segundo país ha decidido no dejarlos
pasar por el momento, aduciendo que su vecino del sur le envía un contingente
de personas que no han realizado los trámites migratorios pertinentes para
pasar por su territorio.
Dadas las históricamente ásperas
relaciones entre los gobiernos de los dos países, han empezado a cruzarse
acusaciones sobre el tratamiento que se les da a los cubanos. Es decir, dos
pequeños países centroamericanos profundizan su animadversión en torno a un
problema que ha sido causado por el hostigamiento permanente de los Estados
Unidos hacia Cuba.
Como expuso en conferencia de prensa
Manuel González, canciller costarricense, los centroamericanos, incluidos los
costarricenses, siempre han visto para otro lado cuando de migrantes que
atraviesan sus fronteras se trata.
Pero ahora, de pronto, deciden “hacerse
cargo”, aunque no con los sudamericanos, asiáticos o africanos que siguen
llegando y continúan utilizando los métodos clandestinos del crimen organizado,
sino con los cubanos, con quienes rápidamente se politiza el problema y se
empieza a llevar agua al molino de la “dictadura de los Castro”.
En este contexto, no ha faltado el
cubano que empieza a caracterizarse como disidente en busca de la libertad. No
quieren, sin embargo, quedarse en el país que se autocalifica como el
históricamente más democrático de América Latina, Costa Rica, sino seguir a
todo trance hacia el norte, de cualquier forma, incluso, como baraja Costa
Rica, en un barco que, sin embargo, no los lleve a Estados Unidos, sino a
Guatemala, Honduras o México, es decir, a algún lugar que les permita
quitárselos de encima para que puedan seguir su camino sin que sean más un
problema para el país.
El problema está en curso y no se le
avizora solución. Es una bomba de tiempo que puede explotar en cualquier
momento. Tal vez eso es lo que algunos quieren.
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