Si están desapareciendo las naciones, no
son aquellas en donde se asientan las grandes potencias mundiales. Son las del antaño llamado tercer mundo.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
Desde que
la última fase de la globalización comenzó a hacerse evidente, una de las ideas
sobre las que más se insiste es que el Estado nacional está desapareciendo. Con
razón se dice que en la periferia capitalista, los pequeños países cada vez
están más subordinados a los designios de los grandes centros de poder político (Washington, Londres, Bonn, Beijing,
Moscú) y a los del poder financiero (FMI, Banco Mundial, OCDE). En efecto, ¿qué
podemos decir de Haití en donde una ONG puede tener un presupuesto mayor que un
ministerio de su gobierno? ¿En dónde las intervenciones externas de distinto
tipo rigen su vida cada vez que hay un desastre natural o uno político? Y acaso
no podamos decir algo muy distinto de
los países centroamericanos, pese a que
dos de ellos acaso le apuesten al multipolarismo.
Pero lo que se dice de los países de la
periferia capitalista, también se ha dicho con respecto a buena parte de los
países centrales. La Unión Europea ha emergido como un poder supranacional que
ejerce su poder globalizante sobre los distintos países que la integran. Y de
acuerdo a lo que nos dice Wim Dierckxsens en sus estupendos
libros que analizan el capitalismo
mundial, ha estado emergiendo un Estado Global que se encarna en Wall Street y
la City, representaciones de grandes capitales que cada vez menos se
identifican con los Estados Unidos de América y con el Reino Unido. Desde que
en el ámbito académico he leído y escuchado esta interpretación, algo me ha estado diciendo que no es
totalmente cierta. Mi reciente visita a Rusia me hizo evidente que el liderazgo
de Putin está asentado en una reivindicación de Rusia como gran potencia que de
nuevo hace valer sus intereses frente a Washington y la Unión Europea. Y
veo también una agenda hegemonista
asentada en el Estado nacional en la actuación de China. La misma Unión Europea
es un proyecto integracionista que gira alrededor del poderío de Alemania, país
que está consiguiendo hoy a través de su poderío económico lo que los nazis no
lograron a través de sus conquistas militares.
Hace unos días, el Primer Ministro del
Reino Unido, David Cameron defendió una
agenda nacional en un foro organizado por la Confederación de la
Industria Británica. El Reino Unido no puede quedarse en la Unión Europea a
toda costa ha dicho Cameron. La Unión
Europea debe efectuar reformas tales como quitarle poder a la UE frente a los
parlamentos nacionales, restringir el número y los derechos de los migrantes
europeos en el país, reconocer a la City
como principal centro financiero de Europa y
anular el tratado que compromete a los países de la UE a una mayor
integración política. Con el anuncio, Cameron busca neutralizar la fuerza
creciente de un partido otrora marginal, el antieuropeo Partido Independiente
del Reino Unido (UKIP), hoy con el 13%
de los votos.
Si están desapareciendo las naciones, no
son aquellas en donde se asientan las grandes potencias mundiales. Son las del antaño llamado tercer mundo
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