La recuperación de
las Islas Malvinas y los espacios marítimos circundantes es para los argentinos
un sentimiento aglutinante, que se ha convertido fuera de las fronteras del
país suramericano en causa de condena a
uno de los enclaves coloniales que aún quedan en el mundo. En este caso situado
a poco más de 600 km del territorio argentino, sobre su plataforma continental, y a más de 12.000 km de la
potencia colonial usurpadora.
José Luis Callaci / Especial para Con Nuestra América
Un 3 de enero de 1833
el reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda tomaron por la fuerza de las armas Las
Islas Malvinas, heredadas por Argentina
como resultado de su independencia del Reino de España, en 1816. Este arrebato
de parte de su territorio se produjo a
pesar de las relaciones de paz existentes en ese momento entre el Reino
Unido y Argentina. Fue un hecho violento
que no encuentra otro calificativo que el de simple acto de piratería. La potencia colonial desalojó a la población argentina allí asentada, a las
autoridades de las islas y a la guarnición militar, debilitada por otro ataque
perpetrado meses antes por la corbeta usa-americana Lexington para eludir los
controles del Nuevo Estado argentino en sus aguas territoriales. A partir de
entonces las Islas Malvinas y los archipiélagos circundantes han estado bajo
dominio británico, y habitadas por un
poco más de dos mil súbditos de la potencia colonial ocupante. Esta es la
historia.
Desde ese
entonces la República Argentina viene
reclamando al Reino Unido la reparación debida por el agravio inferido en
estos ya más de 180 años de haber sido
invadido parte de su territorio nacional. En la resolución 2065, en 1965, la
Asamblea General de las Naciones Unidas
se reconoció formal y expresamente la existencia de la disputa de
soberanía sobre estos territorios y
se exhorta a sus únicas dos partes, la Argentina y el
Reino Unido a encontrarle una solución
pacífica, a la mayor brevedad, a través
de negociaciones bilaterales lo que
hasta el momento no se ha podido hacer debido
a la obstinada negativa
británica a emprender el diálogo con
Argentina, país que se ha comprometido a respetar el modo de vida y los
intereses de los súbditos de la Corona
allí trasladados.
La recuperación de
las Islas Malvinas y los espacios marítimos circundantes es para los argentinos
un sentimiento aglutinante, que se ha convertido fuera de las fronteras del
país suramericano en causa de condena a
uno de los enclaves coloniales que aún quedan en el mundo. En este caso situado
a poco más de 600 km del territorio argentino, sobre su plataforma continental, y a más de 12.000 km de la
potencia colonial usurpadora.
El apoyo de Costa
Rica a la causa Malvinas, al legítimo reclamo de devolución de estas islas, por razones
históricas, jurídicas y territoriales, se inscribe en el convencimiento de las
múltiples, poderosas e incuestionables razones que la asisten y en las más
nobles tradiciones civilistas y democráticas del pueblo costarricense. Son
propias e inamovibles convicciones
sostenidas, sin treguas condescendencias o pusilanimidades, en los
irrenunciables principios de defensa de
la Independencia y la Soberanía. Las Islas Malvinas le pertenecen a su legítimo dueño: El Pueblo Argentino.
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