Lo que los argentinos
decidan el próximo domingo no es solo el destino de su sociedad, sino también
del lugar de Argentina en América Latina y en el mundo. Si se volverá a las relaciones privilegiadas
con Estados Unidos o si se seguirá privilegiando los procesos de integración
regional.
Emir Sader / ALAI
Argentina tiene un rol
determinante en los procesos de integración regional y de afirmacion de la
presencia soberana de América Latina en el mundo. El triunfo de Néstor Kirchner permitió, junto
con Lula, establecer la más sólida alianza con Brasil, como eje de
recomposición y expansión del Merscosur.
Nunca los dos países han tenido relaciones tan estrechas y de tanta
confianza como las relaciones consolidadas desde entonces, entre Lula y Néstor,
Cristina y Dilma.
Junto con Hugo Chávez,
los dos mandatarios impulsaron Unasur, aliados sobre todo a Tabaré Vásquez, a
Evo Morales y a Rafael Correa. La
fisionomía del continente ha cambiado desde entonces. Nunca como en este período Estados Unidos ha
estado tan aislados en la región como desde que esos procesos de integración se
han consolidado y expandido, incluyendo a Celac.
Pero no fue solo en la
integración, esa orientación tuvo reflejos muy importantes en el dinamismo de
las economías de todos los países de la región, cada vez más dependientes los
unos de los otros. Los intercambios
prioritarios con el Norte del mundo han sido substituidos por la
intensificación del comercio regional.
Los modelos de desarrollo económico con distribución de renta se han
alimentado mutuamente, permitiendo que América Latina desarrolle procesos de
combate a la desigualdad, a la exclusión social, a la miseria y a la pobreza,
como nunca antes en su historia.
Cuando fuerzas
conservadoras intentan desplazar a esos procesos, se acogen a políticas
económicas de exclusión social, pero tratan de esconderlas, para poder afirmar
que mantendrán los avances sociales que tienen irremediablemente que
reconocer. Pero cuando hablan de
política internacional, ya es más difícil camuflar sus objetivos.
En Brasil, cuando creían
que podían derrotar a los gobiernos del Partido de los Trabajadores, tanto
Marina Silva como Aecio Neves, han hablado de integración a la Alianza del
Pacifico, de Tratados de Acuerdos directos con EE.UU., que recuerdan mucho los
planteamientos de Mauricio Macri hoy en Argentina.
Éste dice que, en caso
ganar, mantendrá a Argentina en el Mercosur, que mantendrá la alianza
estratégica con Brasil, pero firmará un Tratado bilateral con Estados
Unidos. Lo cual es incompatible con el
Mercosur y con la mantención de la alianza estratégica con Brasil. Aunque afirme los dos a la vez, parece haber
el deseo de restablecer las “relaciones carnales” con Estados Unidos, de los
tempos de Carlos Menem.
Es que los economistas
liberales, en los que la derecha latino-americana se apoya, tienen como opción
fundamental la implementación de esas políticas en escala regional y
global. Están siempre articulados con
políticas de libre comercio adentro y afuera del país. Optar por políticas de ajuste representa, a
la vez, promover Tratados de Libre Comercio, prioritariamente con Estados
Unidos.
Lo que los argentinos
decidan el próximo domingo no es solo el destino de su sociedad, sino también
del lugar de Argentina en América Latina y en el mundo. Si se volverá a las relaciones privilegiadas
con Estados Unidos o si se seguirá privilegiando los procesos de integración
regional, con el dinamismo y la diversificación que han permitido a la economía
argentina, así como las posiciones de soberanía en el plano internacional.
Por eso miramos a
Argentina y a su pueblo, desde afuera, pero más cerca de lo que nunca hemos
estado.
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