En los
diálogos de estos últimos días en torno a la denuncia contra Oscar Arias por
presunta violación a una mujer, me han llamado la atención dos cosas sobre
todo: “El Juez dirá” y “¿Por qué 20 años más tarde?” Parece
ser el momento de la fe absoluta en la justicia formal y el de la formal
descalificación de lo testimonial por cuestión de tiempo.
Julie Abbott* / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad
de Guatemala
Oscar Arias, expresidente de Costa Rica. |
Cuando las
organizaciones feministas en Centroamérica volcaron su atención a desentrañar
los femicidios, en Guatemala endosábamos el “ni una muerta más” en
nuestras campañas y publicaciones. Eran los tiempos de la post-guerra y
no escatimábamos en mostrar esa presencia que era la muerte en nuestros
cotidianos. Transitar de “ni una muerta más” al “¡Ni una
menos!” que suscribimos en las marchas del 8 de marzo y del 25 de
noviembre, implica la comprensión del régimen patriarcal vigente de otra
manera.
Al analizar
la denuncia que ha interpuesto una médica y activista costarricense
contra el dos veces presidente de Costa Rica (1986-1990 y 2006-2010) y Premio
Nobel de la Paz (1987) Oscar Arias, me tocan las convocatorias a
romper los silencios y el ¡Ni una menos! toma forma de ni una voz
menos. La denuncia presentada ante una fiscalía costarricense el
primer viernes de febrero es por una presunta violación que habría ocurrido en diciembre
de 2014, cuando ella se reunió con Arias en busca de apoyo para la causa de su
organización; la reunión tuvo lugar en la casa del acusado.
Recuerdo
haber estado en Costa Rica cuando, recién electo, Arias declaró con ánimo de
discreción en una entrevista televisada que ejercería las funciones
presidenciales desde su casa. Arguyó que Zapote (como se le dice a casa
presidencial en San José Costa Rica) no era de su gusto. Su segundo
período presidencial estuvo marcado por la urgencia por lograr la
suscripción del Tratado de Libre Comercio entre Centro América y Estados
Unidos (CAFTA), con Costa Rica como el último país en “firmar”. El
gobierno de Arias hizo propia la iniciativa de opositores de realizar una
consulta popular de corte SI/NO al CAFTA. Hubo campañas y su
gobierno abiertamente a favor de la aprobación del CAFTA, recurrió a una serie
de estrategias que hacían uso del miedo ciudadano digamos miedo normal a lo
desconocido. El capítulo “Memorándum del Miedo” (un correo que no tenía
que haberse filtrado a los medios) da cuenta de la posición política hecha
ventaja al más alto nivel. Cito las recomendaciones en su contenido:
"Estimular el miedo" a la "pérdida de empleo", al
"ataque a las instituciones democráticas", a la "injerencia
extranjera en el No" y al "efecto de un triunfo del No sobre el
gobierno". El foco en el memorándum filtrado derivó en una
componenda que les permitió seguir adelante y el entonces joven vicepresidente,
Kevin Casas, signatario del memorándum, renunció a su investidura.
Recuerdo bien que Casas era defendido por su madre en publicaciones del
matutino La Nación. La estrategia temeraria que se explica sola en
la cita, se redujo al evento “Memorándum” que menos mal se apellidó para la
historia como “del miedo”. Recientemente, Casas tuvo que bajar
perfil al incorporarse a la apasionante vida política costarricense, no sin
antes declarar que él ya pagó –con 10 años de exilio de la vida política
pública nacional- y dejar claro que se autoindulta –puedo concluir
que con licencia de su mamá.
Veo en todo
este actuar de las figuras políticas aludidas en calidad de ejemplo, decisiones
y prerrogativas de gran peso; veo el encubrimiento como continuum intencional y
veo indultos en versión auto, inter e intra.
Y en los
diálogos de estos últimos días en torno a la denuncia contra Oscar Arias, me
han llamado la atención dos cosas sobre todo: “El Juez dirá” y “¿Por qué
20 años más tarde?” Parece ser el momento de la fe absoluta en la
justicia formal y el de la formal descalificación de lo testimonial por
cuestión de tiempo. Queda trasladada así la responsabilidad del
trámite de lo que este caso revela al señor juez y restauradas las comodidades
populares.
El “¿Por qué
20 años más tarde?” pesa en calidad de espejismo de duda razonable sobre la voz
de Emma Daly, mujer profesional originaria del Reino Unido y hoy a cargo
de las comunicaciones de Human Rights Watch. Enterada de la denuncia
contra Arias, Emma Daly hizo publicar en el Washington Post el pasado lunes, su
testimonio y explica que sufrió de abordajes que ella no propició por parte de
Oscar Arias cuando ejercía como periodista en 1990 en un lugar público en
Managua. Ofreció su testimonio bajo juramento en caso de ser requerida
para el proceso que Arias enfrentará. Pero las formas del
patriarcado dictan que si ella guardó silencio desde 1990 hasta hoy su
declaración tiene que ser objeto de sospecha. Dictan también que si
Emma Daly en tiempo real hubiera armado una gritería en el vestíbulo de
un hotel en Managua, los mismísimos patriarcas habrían salido en su
defensa. Pues bien, dos observaciones: Ni les creemos, ni estaba en
el cálculo de Emma Daly verse defendida por los señores del auto, inter, intra
indulto.
Sobre lo que
“el juez dirá”, anticipo un proceso en el cual del lado del indulto y la
duda veremos cómo se suman las voces lastimeras a las narrativas de
encubrimiento que se construyen esforzadamente ante nuestros ojos, mientras que
del lado de ¡Ni una voz menos! suman Emma Daly y otras, y los
testimonios diferidos que se abren camino al Washington Post o medios de menor
impacto, sumarán voces que sus coincidencias y concordancias sostenidas
en el tiempo, más sus confidentes y sus conexiones, levantarán la corroboración
de los hechos, es decir la prueba, también ante nuestros ojos. Cada
quién puede decidir para qué le dan los ojos.
El crecido
personaje pasará a segundo plano y lo que se erige como posibilidad es un
horadar de estructuras de encubrimiento que (perdón por la nota literaria,
metafórica) ya tendría que derivar en otoños patriarcales y dar paso
a mejores primaveras.
Ante mis
ojos, Zoila América Narváez, la hija adoptiva de Daniel Ortega, nos dibuja
desde sus exilios políticos y afectivos el paralelo entre lo que un patriarca
impune le procura a una mujer, a un país, a una revolución. Esto en una
conferencia con ocasión del 8 de Marzo de 2014 a la que
asistí. Me asusta. Creo que su intervención le dio
forma a mi manera de leer las coincidencias entre mujeres y temores; este es un
mundo que después de la concesión sufragista a una centena de años ya,
permanece envuelto en un rigor que sigue jugando a que nada ha
cambiado y a que nada cambiará.
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