Ya no se trata únicamente de Venezuela. La beligerancia desenfrenada
de Washington es contra Cuba y Nicaragua; y también contra Bolivia. Es una
cruzada anticomunista en el mejor estilo del nazifascismo. No quieren dejar
piedra sobre piedra. Andan como manada de lobos hambrientos y vengativos.
Sienten que han olfateado sangre.
Julio A. Muriente Pérez * / Para
Con Nuestra América
Desde San Juan, Puerto Rico
Lo que comenzó como una pretendida preocupación humanitaria y un
reclamo de alegada democracia y libertad, se ha convertido en una peligrosa
amenaza de guerra, agresión y muerte. Es la vuelta al discurso arrogante de la
guerra fría. Se ha desempolvado el anticomunismo más rancio e intolerante. Ya
no hay disimulo. Los fanfarrones se han lanzado a la calle a silenciar, a como
de lugar, cualquier opinión distinta a la de ellos. A cañonazos, si es preciso.
Ello siempre estuvo en sus planes. Ahora simplemente no guardan las formas.
Ya no se trata únicamente de Venezuela. La beligerancia desenfrenada
de Washington es contra Cuba y Nicaragua; y también contra Bolivia. Es una
cruzada anticomunista en el mejor estilo del nazifascismo. No quieren dejar
piedra sobre piedra. Andan como manada de lobos hambrientos y vengativos.
Sienten que han olfateado sangre. Están convencidos de que tienen licencia para
disponer a su antojo, como si tal cosa, de nuestros pueblos, de nuestras
tierras, de nuestras riquezas.
El respeto a la soberanía nacional y al derecho internacional, reglas
de oro imprescindibles para que pueda darse la convivencia entre gobiernos y
pueblos diversos, han sido lanzadas al cesto de la basura. Una vez más se
pretende imponer la unilateralidad del más fuerte y abusador.
Muchos de quienes en un primer momento se sumaron al discurso contra
Venezuela Bolivariana han descubierto que tras las botellas de agua y leche y
las raciones de alimento, están los fusiles. Que no hay humanitarismo alguno.
Otros han vendido el alma al diablo, e irresponsablemente consienten y hasta
promueven la agresión y el acoso.
No es casualidad que el presidente estadounidense Donald Trump haya
confiado la agresión contra Venezuela a sujetos de extrema derecha como son
Marco Rubio y Mario Díaz Balart, ambos legisladores republicanos; Carlos
Trujillo, representante de ese país ante la Organización de Estados Americanos
(OEA) y Mauricio Clavet Carone, miembro del Consejo de Seguridad Nacional.
Todos tienen algo en común: son renegados cubanos, con enorme sed de venganza y
revanchismo, anticomunistas viscerales y fascistas del siglo veintiuno.
Mientras el presidente de la asamblea nacional venezolana devenido en
presidente fraudulento la hace de monigote ante las cámaras, son estos tenebrosos
personajes quienes mueven los hilos de la conspiración contra nuestros pueblos.
No sabemos lo que haya podido suceder el sábado 23 de febrero, fecha
en que los enemigos de Venezuela Bolivariana se disponían ha realizar una
peligrosa provocación en la frontera de ese país. Quienes concibieron esa
violación a la soberanía nacional venezolana saben que están jugando con fuego;
que sus actos son una invitación a la confrontación, a la violencia y la
muerte. Los gobiernos derechistas de Brasil y Colombia se han prestado gustosos
a esta movida macabra, entregando su territorio para que se realice la
fechoría. Son cómplices activos de la provocación y parecen estar dispuestos a
generar un conflicto armado con Venezuela, con tal de servir a las órdenes de
Washington.
Caribeños y latinoamericanos, y ciudadanos del mundo en general, no
podemos ser indiferentes a lo que acontece en Venezuela y a los tambores de
guerra que resuenan amenazantes desde el Norte. Es nuestra responsabilidad
exigir que se respete la soberanía nacional de Venezuela y de todos nuestros
países. Es nuestra obligación demandar que el Caribe y América Latina sean zona
de paz. Es nuestro deber mostrar la solidaridad más activa con el hermano
pueblo venezolano en esta dramática hora. Este es un asunto que nos concierne a
todos y todas; que golpea en lo más profundo nuestra humanidad.
Es la hora de la defensa de nuestros principios y convicciones
progresistas y revolucionarios, por los que tanto hemos luchado, y por los que,
a nadie le quepa duda, seguiremos luchando.
*Catedrático Universidad de Puerto Rico. Miembro del Movimiento
Independentista Nacional Hostosiano (MINH) de Puerto Rico.
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