La Fundación contra el
Terrorismo expresa la cultura del terror que hizo posible el genocidio en
Guatemala. Esta cultura del terror tiene raíces coloniales en la construcción
de la otredad negativa del “indio”, en el hábito explotador de la fuerza de
trabajo y en el oscurantismo reaccionario.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
En un lapso de tiempo
relativamente corto, la autodenominada Fundación contra el Terrorismo ha
logrado colocarse en la vida
política de Guatemala en una posición relevante. Los motivos son
fáciles de encontrar. Cuenta con un
apoyo financiero notable que procede
probablemente de un sector empresarial que comparte con Ricardo Méndez
Ruiz Valdés y su grupo su paranoia
anticomunista, su extremismo reaccionario y su vocación terrorista. Expresa además una línea de pensamiento que
resulta cara a un sector importante de la sociedad guatemalteca y que tiene
profundas raíces en la historia del país.
En efecto, lo que no
puede negársele a la Fundación contra el Terrorismo, es que a diferencia de los
partidos políticos de la derecha neoliberal, como bien lo dijo Irma Alicia
Velázquez Nimatuj, cuenta con una ideología definida la cual es heredera de lo más extremista del
mal llamado Movimiento de Liberación Nacional encabezado por el histórico Mario
Sandoval Alarcón. En ese sentido la Fundación contra el Terrorismo cuenta con una ideología, con una identidad y
con una solidaridad entre sus militantes y adherentes. En palabras del
politólogo italiano Angelo Panebianco, la referida fundación esta agrupada primeramente en torno a “incentivos colectivos” lo cual la
diferenciaría del resto de partidos derechistas que estarían articulados, como
la inmensa mayoría de los partidos
políticos en Guatemala, en torno a los “incentivos selectivos”: poder,
status y bienes materiales.
La Fundación contra el
Terrorismo expresa la cultura del terror que hizo posible el genocidio en
Guatemala. Esta cultura del terror tiene raíces coloniales en la construcción
de la otredad negativa del “indio”, en el hábito explotador de la fuerza de
trabajo y en el oscurantismo reaccionario. En el siglo XIX se nutrió con el culto a la figura dictatorial y en el
siglo XX, desde la insurrección en El Salvador de 1932, se articuló con el
anticomunismo y la construcción de una nueva otredad negativa: “el comunista”.
Racismo, clasismo y oscurantismo fueron
componentes indispensables para legitimar la represión a cualquier forma
de disidencia y conforme se fue agudizando el conflicto interno en el país,
para legitimar las acciones de terror estatal
hasta culminar en la legitimación del genocidio.
Hasta el momento la
Fundación contra el Terrorismo y sus sostenedores en los medios empresariales y
medios de comunicación, tienen las manos atadas para efectuar acciones de
eliminación física a todos los que considera sus enemigos. En lugar de ello
como también lo señaló Irma Alicia, procede a efectuar acciones de terror
psicológico elaborando listas de supuestos terroristas. Y aun cuando la referida fundación no suscribió el documento
que se llama “Los Rostros de la Infamia”, tal pasquín refleja un punto en común
con Méndez Ruiz y su grupo: considerar como enemigos desde la Fiscal General Claudia Paz y Paz hasta el
embajador estadounidense Arnold Chacón. Los documentos que ha producido la
Fundación contra el Terrorismo recuerdan a los que publicaba “La Mano Blanca”
en los sesentas del siglo pasado y a las listas de muerte que publicó “El
Ejército Secreto Anticomunista” en los setentas y ochentas de la misma
centuria.
Como por el momento no
se puede aterrorizar matando, la Fundación contra el Terrorismo procede a la
difamación como lo hizo con Irma Alicia.
No hay ahora una dictadura militar que haga sistemático terror estatal
selectivo y masivo. En lugar de ello, la referida fundación se encarga de
recordarnos a todos los que disentimos del extremismo reaccionario, que
cualquiera de nuestras opiniones pueden ser castigadas con un difamatorio campo o suplemento pagado. Que tales
difamaciones pueden ser la antesala de algo peor.
El fantasma del terror
recorre a Guatemala. La Fundación contra el Terrorismo, en sentido contrario a
su nombre, lo está propalando.
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