Queda en claro que ya
Washington no es la que marca la agenda latinoamericana y caribeña, aun cuando
aún puede condicionarla. Por suerte ya no somos lo de hace 21 años, cuando
en diciembre de 1994, el carilindo Bill Clinton
anunciaba en la primera Cumbre de las Américas en Miami que todos los países
del continente (y por nuestro bien) debíamos formar parte del ALCA…
Aram Aharonian / ALAI
Los mandatarios
latinoamericanos aprovecharon la presencia de su par norteamericano Barack
Obama, para increparlo por la política que ejerce su gobierno sobre los países
de la región. El presidente boliviano responsabilizó a Washington de hacer que
la séptima Cumbre de las Américas, en Panamá, haya concluido sin un documento
final. “Lamento mucho denunciar al mundo entero que no es posible que el
gobierno de Estados Unidos, con algún país, deje a este encuentro sin un
documento, sin una resolución”, dejó en claro Evo Morales.
Lo cierto es que hubo
un empate 33-2. Los cancilleres de los 33 países de América latina y del
Caribe, previo visto bueno de sus jefes de Estado, estuvieron de acuerdo con la
aprobación del documento, pero los dos del norte, EEUU y Canadá, dijeron que
no, pues opinaban que la salud no es un derecho humano, tenían reservas con la
transferencia tecnológica (cobran por ello a nuestros países) y que no se debía
exigir el levantamiento de las sanciones de EEUU a Venezuela. No pudo aprobarse
porque según las normas de la OEA debía haber consenso. Por eso fue un empate
33 a 2.
El presidente
venezolano, Nicolás Maduro, Evo Morales y su par ecuatoriano Rafael Correa,
respectivamente, hicieron hincapié en las sanciones económicas impuestas a
Venezuela y la injerencia que Estados Unidos ejerce sobre los países de la
región. La presidenta argentina Cristina Kirchner también criticó el decreto
estadounidense que declara a Venezuela como una amenaza para la primera
potencia mundial, al que llamó “una sinrazón y una pena”.
Poco antes de iniciarse
la Cumbre, Estados Unidos procuró “aflojar” la tensión existente por el Decreto
firmado por Obama planteando que “Venezuela constituía un peligro para la
seguridad de los Estados Unidos”. Thomas Shannon, delegado de Obama se reunió
con el Presidente de Venezuela para decirle que “Estados Unidos no cree que
Venezuela represente una amenaza a nuestra seguridad nacional”, negando lo
sustancial del mencionado Decreto.
La firmeza con la que
respondieron los pueblos y varios gobiernos de Nuestra América y las 11
millones de firmas de venezolanos pidiendo la anulación de dicho Decreto,
motivaron ese “retroceso táctico” –posiblemente circunstancial– de la
diplomacia norteamericana.
Para la prensa
hegemónica, lo más importante fue la foto de la “charla informal” de Raúl
Castro y Barak Obama, tras 56 años de “divorcio” entre ambos países. Lo anunciaba así el mandatario cubano:
Estamos dispuestos a discutir todo. Pero para avanzar vamos a necesitar
paciencia, mucha paciencia. De algunas cosas podremos persuadirnos. De otras
no.
El canciller cubano
Bruno Rodríguez dijo que ambos países entienden el proceso de normalización
plena de la relación en dos etapas. La primera comprende la exclusión de Cuba
de la lista de organizaciones terroristas, según la visión del gobierno de
Washington, y la normalización de los servicios bancarios de la oficina de
intereses de Cuba en EEUU, bloqueados desde el año pasado.
La segunda etapa tendrá
que abordar el levantamiento del bloqueo comercial, la apertura de embajadas en
las dos capitales, el cierre de la base militar de Guantánamo, y medidas
concretas para que EEUU deje de promover cambios internos en la vida política
de Cuba. El canciller afirmó que habrá una segunda ronda presidencial de
negociaciones… “pronto, muy pronto”. Lo demás, son fuegos de artificio.
“No queremos más
doctrinas Bush. Deje de lado los discursos de doble moral para el pasado. Deje
de lado las amenazas, los chantajes, las presiones que se cierran desde el
Capitolio o la Casa Blanca sobre nuestros gobiernos”, pidió Morales a Obama al
finalizar su discurso.
Correa también celebró
la presencia de Cuba en el foro y las negociaciones de acercamiento diplomático
con Estados Unidos. Sin embargo, también reparó que “Aún está pendiente el
inhumano bloqueo comercial y la devolución del territorio de Guantánamo”,
enfatizó.
EEUU perdió el control
Como colofón, queda en
claro que ya Washington no es la que marca la agenda latinoamericana y
caribeña, aun cuando aún puede condicionarla. Por suerte ya no somos lo de hace
21 años, cuando en diciembre de 1994, el
carilindo Bill Clinton anunciaba en la primera Cumbre de las Américas en Miami
que todos los países del continente (y por nuestro bien) debíamos formar parte
del ALCA…
Hace dos décadas,
aprovechando el colapso del modelo soviético, comenzó a imponer la hegemonía
del libre mercado –bajo su único liderazgo–, como único modelo posible para su
patio trasero, en un camino irreversible. El modelo incluía la sujeción
económica, política y también militar. En ese 1994, Clinton ordenó una revisión
de los centros de Inteligencia, control y comandancia involucrados en
operaciones antinarcotráfico y estableció tres Fuerzas de Tarea Conjunta entre
Agencias: Oeste, Este y Sur.
Pero comenzaron los
cambios latinoamericanos, con Hugo Chávez como locomotora. En 2001, el dejaba
constancia en la declaración final de la Cumbre de Quebec que se oponía al
ALCA. Y en las calles de todo el mundo occidental comenzaban a crecer las
manifestaciones antiglobalización. En 2005, en Mar del Plata, fue el
¿sorpresivo? No al ALCA, de la mano de Chávez, Lula, Kirchner.
Quizá después de esta
cumbre del 2015 se podrá medir cuánto se ha avanzado en la integración política
de los países latinoamericanos y del Caribe, y en qué medida la región se ha
zafado de la subordinación al polo de poder que representa EEUU, en la
perspectiva de un esquema nuevo de cooperación basado en la independencia, la
soberanía nacional y regional y la multipolaridad.
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