Políticamente
desconectados de los procesos de integración, recuperación de la soberanía y reconfiguración
de los equilibrios de fuerzas que han tenido lugar en América del Sur durante
los últimos 15 años, como lo evidenció la reciente Cumbre de las Américas en
Panamá –salvo los casos de Nicaragua y El Salvador-, ¿será posible todavía
imaginar un futuro diferente, cualitativamente superior, para México y América
Central?
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
Lejos de ser un
anacronismo, un desvelo de intelectuales de izquierda trasnochados o una pieza de anticuario en el museo de las ciencias
sociales latinoamericanas, el imperialismo es un proceso histórico en
permanente actualización, intrínsecamente vinculado al desarrollo del
capitalismo ya no solo como modo de producción, sino como patrón civilizatorio;
y por lo tanto, se expresa en todos los ámbitos de la vida de los pueblos que
lo sufren: ese amplio arco que va de la política a la economía, y de la cultura
a la ideología.
Desde esta perspectiva,
México y América Central, como espacios geográficos y formaciones sociales que
han sido objeto privilegiado de los apetitos del “Norte revuelto y brutal” –al decir de José Martí-, representan hoy casos
dolorosos de la huella del imperialismo estadounidense -durante más de un siglo-
y del capitalismo neoliberal sobre la vida de millones de personas y, en
especial, sobre nuestra manera de pensar y pensarnos como latinoamericanos.
El ensayista
mexicano Gustavo Ogarrio ha propuesto una alegoría, a la que él mismo
califica como escatológica, para explicar el impacto que tenido en su país la
imposición de la democracia formal –funcional a los de arriba- como única vía posible de democratización, y del
libre mercado imperialista como horizonte unívoco de las relaciones entre
Estado y sociedad, situaciones problemáticas que también se manifiestan con
toda su crudeza en los países de América Central. Para Ogarrio, “después de devorarnos política y
culturalmente, el estómago del imperio nos devuelve bañados en los jugos
gástricos de la ensoñación, la marginación y la persecución”. Antes de
regurgitarnos, el imperialismo estadounidense devora nuestra soberanía
política, nuestros recursos naturales y a cientos de miles de migrantes forzados
al exilio económico por hambre y desempleo,
que acaso solo pueden alimentar sus ilusiones con la promesa del american way of life y el acceso al paraíso
del consumo prometido por la cultura de masas.
Tres estrategias
combinadas, entrelazadas unas con otras, son claves en el desarrollo del
fenómeno imperialista en el siglo XXI: 1) la dominación comercial y productiva
impuesta a través de tratados de libre comercio asimétricos, que empobrecieron
a millones de campesinos mesoamericanos (solo en México, a lo largo de los 20
años de vigencia del TLCAN, se han perdido 1,9 millones
de empleos en el sector agropecuario) y sectores de la clase media, acentuaron
la pérdida de soberanía alimentaria y debilitaron los mercados internos y los
sistemas productivos nacionales; 2) la implementación de iniciativas de
seguridad regional para combatir a los cárteles del narcotráfico y a las bandas
del crimen organizado –que se nutren de los capitales estadounidenses y
producen para el mercado del norte-, lo que reposicionó militarmente a los
Estados Unidos en la región, y le permite proyectarse hacia otros espacios
(Suramérica, el Caribe) en función de sus intereses geopolíticos; y finalmente,
3) el establecimiento de ententes con
las élites gobernantes, a las que ofrecen apoyo político a cambio de su
alineamiento con Washington, y alianzas
para la prosperidad que solo amplifican los mitos del neoliberalismo, pero
poco aportan a las transformaciones estructurales que requieren los pueblos
mexicanos y centroamericanos.
La violencia física –ya
no solo política o simbólica- con la que el capitalismo neoliberal fortalece su
avanzada en la región, al tenor de lo que David Harvey llama acumulación por desposesión, va
perfilando algunos de los nuevos rasgos del proyecto imperialista en nuestro
países. Las desapariciones, masacres y asesinatos colectivos de hombres,
mujeres y colectivos que protestan frente el entreguismo de las élites
gobernantes (los 43 estudiantes de Ayotzinapa, México, por ejemplo, o la
impunidad de los crímenes contra activistas sociales en Honduras); o la
represión de los pueblos indígenas que se resisten a la explotación de sus
tierras por el capital extranjero y al desplazamiento forzado por el
“desarrollo” (Santa Cruz Barillas en Guatemala,
o la comarca Ngöbe-Buglé en Panamá), son puntos de inflexión que marcan
un ajuste brutal respecto de las formas en que, en adelante, se ejercerá la
dominación imperialista.
Políticamente
desconectados de los procesos de integración, recuperación de la soberanía y reconfiguración
de los equilibrios de fuerzas que han tenido lugar en América del Sur durante
los últimos 15 años, como lo evidenció la reciente Cumbre de las Américas en
Panamá –salvo los casos de Nicaragua y El Salvador-, ¿será posible todavía
imaginar un futuro diferente, cualitativamente superior, para México y América
Central? ¿Cuáles serían los caminos a seguir y cuáles nuestras alternativas?
¿Qué función están llamados a cumplir las organizaciones populares, los
movimientos sociales, los partidos políticos progresistas, los intelectuales
comprometidos con los cambios necesarios y urgentes?
Son preguntas a las que
solo la praxis política transformadora, la unidad frente al imperialismo y la
audacia para interpretar los problemas de la realidad y construir soluciones que
apunte al bienestar de las mayorías, pueden dar respuesta. Por lo pronto, cabe
recordar aquí otra idea de Ogarrio, quien también escribió mirando de reojo a
la otra realidad posible que soñamos: “Atrapados
en la ilusión de la servidumbre estratégica, que obtiene beneficios mínimos,
podemos recordar también nuestra condición de fantasmas del Tercer Mundo y
transformar ese recuerdo en una débil esperanza: seguimos siendo parte de la
orilla latinoamericana…”
Hacia esa orilla
debemos remar, desde todos los frentes posibles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario