Pueden y deben formularse críticas a Venezuela. Pero cuando un país que
vive un proceso complejo de cambios, es agredido por la principal potencia del
mundo, es obligatorio ponerse del lado del agredido. Gobiernos conservadores
como el de Juan Manuel Santos no han dudado en hacerlo. Por eso lo que está
haciendo el canciller Nin Novoa, con indudable apoyo del presidente Vázquez,
suena a ignominia.
Raúl Zibechi / ALAI
“La prisión de opositores es preocupante”, dijo el canciller uruguayo
Rodolfo Nin Novoa. “Es enormemente preocupante. Sobre todo para un país que
vivió las mismas condiciones que están viviendo parte de los venezolanos ahora,
hace más de 30 años, y tuvimos que salir al mundo a pedir ayuda. Porque los
derechos humanos es la única materia en la cual el argumento de la no
injerencia en asuntos internas de un país no es válida” (El Observador, 7 de
abril de 2015).
Las declaraciones del canciller uruguayo se producen horas antes de la
Cumbre de las Américas en Panamá y confirman el hondo viraje de la política
externa del gobierno de Tabaré Vázquez que asumió el cargo hace apenas un mes.
Peor: de algún modo compara la situación en Venezuela con la dictadura militar
uruguaya.
Llama la atención que el gobierno uruguayo enfoque sus críticas hacia
Venezuela y pase por alto las miles de violaciones de los derechos humanos que
se producen en México, incluyendo asesinatos y desapariciones. Sorprende que
esas afirmaciones del canciller se produzcan cuando Estados Unidos emprende una
fuerte campaña contra Venezuela y no se dice nada al respecto.
En rigor, no es la primera vez que el gobierno de Vázquez se enfrenta
con otros gobiernos progresistas de la región. En 2011 reconoció que durante su
primera gestión (2005-2010) durante el conflicto con Argentina por la
instalación de la papelera Botnia en Fray Bentos pidió apoyo a Estados Unidos
(en concreto a Condoleeza Rice, entonces secretaria de Estado, ante una
eventual guerra entre vecinos).
Pero fue bastante más lejos en un intercambio con Hugo Chávez, cuando Vázquez
quería firmar un TLC con Washington. Según el propio presidente uruguayo, le
dijo a Chávez que Uruguay estaba dispuesto a declararle la guerra a Estados
Unidos si Venezuela dejaba de venderle petróleo a ese país. Vázquez recordó que
Chávez le dijo “Tabaré, vas a firmar un tratado de libre comercio con el
imperio...”. “Sí, si es favorable para Uruguay, sí. ¿Tú no le vendés petróleo a
Estados Unidos? Si vos no le vendés más petróleo, yo le declaro la guerra a
Estados Unidos”, afirmó ante las risas de la platea. “Le quiero vender carne,
lana, tierra, arena... lo que pueda porque es trabajo para nuestra gente”,
señaló Vázquez (1).
La conversación refleja un modo de ver el mundo que se ha vuelto
hegemónico en buena parte del mundo. Una lógica que dice que todo lo que genere
empleo es necesario para el bienestar de la población. Pero esa lógica no sólo
es engañosa sino que puede llevar a situaciones en las que el único proyecto
del país sea vender, ganar dinero, tener ingresos. Deja de haber proyectos de largo
plazo, como la integración regional.
La actitud del gobierno uruguayo es doblemente problemática. En primer
lugar, ignora que vivimos una transición hacia un mundo unipolar, en la cual
habrá aún más conflictos que ahora, y cada quién deberá tomar partido. Es
posible que, por puro pragmatismo, este gobierno ya haya elegido que su lugar
en el mundo es junto a los Estados Unidos. Sería bueno saberlo.
En segundo lugar, pueden y deben formularse críticas a Venezuela. Pero
cuando un país que vive un proceso complejo de cambios, es agredido por la
principal potencia del mundo, es obligatorio ponerse del lado del agredido.
Gobiernos conservadores como el de Juan Manuel Santos no han dudado en hacerlo.
Por eso lo que está haciendo el canciller Nin Novoa, con indudable apoyo del
presidente Vázquez, suena a ignominia.
La peor hipótesis sería que Uruguay haya optado por volver a jugar el
papel de “Estado tapón” que le asignó la corona británica cuando apoyó la
independencia, con el objetivo declarado de “poner un algodón entre dos
cristales”, como dijera Lord John Ponsonby cuando gestionó el nacimiento del
país en 1830 evitando la continuación de las guerras entre Brasil y Argentina.
Pero detrás de la creación de un nuevo país, estaba el interés de la nueva potencia
hegemónica, Inglaterra, de asegurar la navegación de los ríos para facilitar el
comercio, la principal arma en su expansión imperial.
Sería penoso que casi dos siglos después, el país juegue a dividir a la
región, a ser usado como punta de lanza contra el Mercosur y, muy en
particular, contra Argentina y Brasil.
Raúl Zibechi, periodista uruguayo, escribe en Brecha y La Jornada. Integrante del Consejo de ALAI.
Nota:
(1) Las declaraciones completas en http://www.180.com.uy/articulo/21990_Vazquez-pidio-ayuda-a-Bush-por-posible-guerra-con-Argentina
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