sábado, 27 de agosto de 2011

Un mundo harto y convulso

No todos los hartos del mundo desembocarán en las anchas alamedas de las que hablaba Allende, ya se verá eso muy pronto cuando los libios anti Gadafi empiecen a despedazarse entre ellos, pero los hartos chilenos seguro que van por buen camino.

Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica

rafaelcuevasmolina@hotmail.com

A donde quiera que se mire, al Oriente o al Occidente, al Norte o al Sur, cunde la indignación y la protesta, el hartazgo con el estado de cosas que, descaradamente, llevan siempre agua para el molino de los que cuentan su haber por miles de miles de millones.

Lo que hay es hartazgo. Aunque no se tenga muy claro la alternativa a lo que existe, lo que existe ya no se quiere. Un primer paso es detenerse y hacer patente que no se está de acuerdo, juntarse con otros y mostrar el enojo que produce la tomadura de pelo.

Los hartos está en todas partes, en Europa, en África, en el Oriente Medio, en Chile. Durante décadas han venido acumulando frustración y enojo hasta que, de pronto, revientan. Hay entre los hartos especies de todo tipo, no son un grupo compacto con propuestas claras y un programa político que los guíe hacia algún lado; la mayoría solo son gente cansada de que los crean tontos y sigan echando a sus espaldas la crisis.

En América Latina, los hartos chilenos, jóvenes estudiantes en su mayoría, tienen la película más clara. En general, en América Latina parece que tenemos más claras las cosas que en otras partes del mundo en los últimos años.

Es impresionante ver a Camila Vallejo, la líder estudiantil chilena, hablar con la propiedad con que lo hace; emociona e infunde ánimo. No hay líderes, hombres o mujeres, de su altura en la Plaza del Sol de Madrid ni en las calles de Atenas, a pesar de que el hartazgo puede tener las mismas dimensiones.

Vallejo no cede un ápice frente al prepotente gobierno de la derecha chilena. No se amedrenta ante las amenazas; grita pero también razona; es incansable y está en todas partes; no pierde la lucidez ante las preguntas capciosas de quienes la entrevistan.

En las marchas estudiantiles de Chile ondean las banderas rojas con la efigie de Salvador Allende. Los jóvenes lo gritan en sus consignas porque es una señal de luz que muestra las anchas alamedas que, por casi 40 años, han estado obstruidas hasta que empezaron a marchar ellos.

Pero no es solo Vallejo y los estudiantes los que marchan ahora. Se han unido a ellos los trabajadores de la CUT, asalariados del sector público, padres y madres acogotados por las deudas que deja querer costear la educación de los hijos. En Chile se oyen pasos de animal grande.

A ellos sí les temen realmente los que hasta ahora han tenido la sartén por el mango. No pertenecen a los apoyados por la OTAN, como en Libia, ni a los ensalzados por “la comunidad internacional” (que no son más que el grupito formado por el G7: Estados Unidos, Alemania, Francia, el Reino Unido, Italia, Japón y Canadá).

En Noruega y los Estados Unidos la respuesta a la crisis es el crecimiento de la extrema derecha. El Tea Party y Andres Behring son la antípoda de los chilenos. En España, a pesar de los indignados ganará el Partido Popular, situado más a la derecha que la derecha que es el PSOE. Es una derecha cuasi franquista. El gobierno del Partido Popular, en España, y el de los republicanos que sustituirá al de Obama el año entrante, harán buenas migas con el gobierno de libio que sustituya a Gadafi. Con éste ya tenían el petróleo de la Yamihiria pero no sus ansiadas bases militares en la puerta misma de África.

Los gobiernos del PP y de los republicanos norteamericanos verían con malos ojos a los “revoltosos” chilenos o a quienes se les parezcan. Son parientes de Piñera, el presidente chileno, el acorralado, el denostado, y entre parientes se apoyan. Más que parientes son hermanos ideológicos y siguen apoyando el decrépito modelo neoliberal contra el que todos los hartos están protestando, unos más claros de las alternativas, otros menos, pero diciendo basta al estado de cosas que prevalece en el mundo.

No todos los hartos del mundo desembocarán en las anchas alamedas de las que hablaba Allende, ya se verá eso muy pronto cuando los libios anti Gadafi empiecen a despedazarse entre ellos, pero los hartos chilenos seguro que van por buen camino.

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