Europa arde, EEUU se prepara para una dura campaña política, la violencia campea al sur del río Grande y los países de Sur América tratan de sacarse la camisa de fuerza neoliberal.
Marco A. Gandásegui, h. / ALAI
Giovanni Arrighi, sociólogo italiano, anunció un período de turbulencia que transformaría el mundo tal como lo conocemos en la actualidad. Sin duda, hemos entrado en esa fase de cambios. La atención mediática de la guerra de clases, en la actual coyuntura del sistema capitalista mundial, se centró en la crisis de poder en EEUU. El enfrentamiento de Republicanos y Demócratas en el Congreso, y entre éste y el presidente Obama, es un aperitivo a las peleas que se avecinan para determinar cómo se distribuirá la enorme riqueza acumulada por el sistema capitalista. Por un lado, los capitalistas financistas e industriales, por el otro, los trabajadores y la población en general.
El mundo capitalista tal como lo hemos conocido, en poco más de medio siglo, está cambiando y no se sabe en qué dirección. Los enfrentamientos políticos en Washington son una muestra del pugilato que se está dando a los niveles más altos del gran capital. Esa guerra es consecuencia de y, a su vez, impacta las relaciones sociales a escala mundial. La llamada “primavera” árabe, los movimientos de cientos de miles de “indignaos” en Europa, las protestas de los desposeídos en EEUU son señales claras de un nuevo escenario que se está formando.
En la región del norte de América latina la violencia se ha apoderado de las relaciones políticas bajo un manto de drogas y creciente armamentismo. Todo indica que los tratados de libre comercio que une a esos países con EEUU no les permiten buscar una vía de escape. En Sur América se acaba de crear la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) que pretende resistir los embates de los cambios que anuncia la crisis capitalista global. La mayoría de los países del sur son agro-minero exportadores, clientes de la creciente economía china, con superávits significativos. Sin embargo, el problema de fondo es político. Esos países pueden tener llenas sus cuentas de ahorros – en esta coyuntura de cambios - pero si siguen políticas como la chilena tendrán el pueblo protestando en las calles.
El premio Nobel de la Paz, Adolfo Pérez Esquivel, lo dijo en las puertas donde los ministros de UNASUR se reunían: Si no dejan entrar al pueblo a las deliberaciones de los gobiernos, los financistas llevarán al fracaso las (¿buenas?) intenciones de sus más preclaros líderes.
El llamado “techo” de la deuda gubernamental de EEUU pareció estar en el meollo del enfrentamiento entre los dos grandes contrincantes del capital mundial. Después de un espectáculo mediático, el Congreso autorizó a Obama a incrementar el techo del endeudamiento a 14 millones de millones de dólares. Los cortes presupuestarios afectarán a los más necesitados de servicios de salud, seguridad social y educación.
El sector financiero atrincherado en Wall Street salió victorioso. El único que protestó fue China, preocupada porque siente que EEUU ya perdió el control de sus finanzas y que pronto su sistema económico colapsará dejando a China a medio camino en su ascenso como potencia mundial. (Además, China tiene en sus manos 1.4 millones de millones de dólares en deuda que se esfumarían).
Las bolsas de valores (con la de Nueva York a la cabeza) colapsaron nuevamente provocando “pánico”. Pero, los inversionistas, en vez de orientarse hacia las empresas más solventes, corrieron a comprar bonos del Tesoro de EEUU. El Estado norteamericano sigue siendo la fortaleza del capital internacional. La corrida que se produjo en todas las bolsas el lunes, 8 de agosto, destruyó de un solo plumazo 2 millones de millones de dólares en activos económicos creando caos en los hogares de trabajadores, en las pequeñas empresas de los trabajadores ahorristas y en las entidades públicas de EEUU y Europa occidental.
Según los clásicos de la economía, y los neoclásicos actuales, las pérdidas de millones de empleos son daños “colaterales”, producto de la naturaleza del capitalismo.
Schumpeter lo llamaba “crecimiento destructivo”. Es decir, para crear nueva riquezas hay que destruir las riquezas viejas, inútiles.
En el marco del frenesí político de la capital norteamericana, la Contraloría legislativa de EEUU (GAO) reveló que la Reserva Federal (Banco Central) había distribuido 16 millones de millones (trillones) de dólares a un grupo de bancos domésticos y extranjeros en un plazo de poco más de 2 años. Los directores de la “Fed” incluso le mintieron al Congreso para evitar que se hiciera la auditoria. El supuesto préstamo (no se sabe si será pagado) es superior al producto interno bruto (PIB) de EEUU y de la deuda de ese país.
Los bancos (sindicatos de capitalistas) más beneficiados fueron el Citigroup con $2.5 trilliones ($2,500,000,000,000), el Morgan Stanley con $2.0 trillones, el Merrill Lynch con $1.9 trillones, el Bank of America con $1.3 trillones y el Barclays PLC con $868 mil millones.
No cabe duda que quienes están ganando la guerra en medio de la actual crisis son los grandes financistas. La desposesión salvaje de los trabajadores, sin embargo, puede ser sólo un triunfo pírrico. La turbulencia sacude a todos pueblos del mundo. Europa arde, EEUU se prepara para una dura campaña política, la violencia campea al sur del río Grande y los países de Sur América tratan de sacarse la camisa de fuerza neoliberal.
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