En una discusión en el barrio de San Agustín, una mujer le dice a
otra: “¡Ay chica, tú es que hablas como Chávez!”. Y la señora le contesta: “No,
es que Chávez hablaba como nosotros”. Y así anda este pueblo. Hablándose,
encontrándose, convocándose.
Juan Carlos Monedero / Rebelion
Dijeron que era un plebiscito y fueron con todo. Que los ricos siempre
van sobrados. Aún más si te apoyan los Estados Unidos. Contaban con que el
empujón definitivo contra Maduro venía este 8 de diciembre. Llevaban unos meses
en la tarea. Desabastecimiento inducido, sabotaje eléctrico, acaparamiento,
inseguridad. Más los errores propios del gobierno (que eso ya lo ponen ellos).
El mismo escenario que le prepararon a Allende antes del golpe de 1973. Desde
Estados Unidos, Roger Noriega escribió la tesis del colapso total, que vendría
a rematar, cuando la situación fuera insostenible, el ejército norteamericano.
Que Venezuela tiene demasiado petróleo. Pleno acuerdo de una parte importante
de la oposición. Por fin, el chavismo aniquilado. Fin de la pesadilla. Malditos
rojos.
Dijeron que las elecciones eran un plebiscito. Que andaban
convencidos. Y lo repitió El país y el ABC, El Mundo y Clarín, el New York
Times y Newsweek, la CNN y la RAI, Excelsior y el Heraldo. Eran elecciones
municipales, pero ¿a quién le importa? Se presentaban alcaldes y concejales que
debían rendir cuentas de baches, suministros, agua, mercados o el tráfico.
Elecciones municipales por vez primera sin Chávez. ¿Para qué perder la ocasión?
Dijeron que eran más que unas municipales, que el chavismo sin Chávez estaba
herido mortalmente, que si no cayó en las elecciones presidenciales, las que
ganó Maduro por la mínima, ahora sí, ahora iba a tener que abandonar el Palacio
de Miraflores (Elecciones cuyo resultado la oposición no reconoció, con
resultado de 11 asesinatos y, de manera insólita, sin la imputación del líder
Henrique Capriles, instigador de la desobediencia con resultado de muertes).
La situación llegó a ser dramática. ¿Son libres unas elecciones en las
que la oposición tiene la capacidad de golpear la legitimidad del gobierno a
través de una guerra económica? ¿Qué hubiera pasado si se hubieran suspendido
las elecciones por esa ofensiva de la oposición? ¿Acaso no las estaba
suspendiendo la oposición con su capacidad de presión económica? Dijeron que
era un plebiscito, y actuaron como si fuera una lucha a muerte. Que cuando la
derecha no está en el poder, no le hace muchos ascos a romper las reglas del
juego.
Pero a la fuerza ahorcan. Maduro despertó. El gobierno bolivariano se
libró del shock de la ausencia de Chávez y reaccionó al sexto mes (las
elecciones que hicieron Presidente a Maduro fueron en abril). Puso en marcha
una nueva misión, la Gran Misión Barrio Nuevo-Barrio Tricolor (que volvía a
atender a los más humildes); decidió ir contra los especuladores que estaban
ganando hasta un 8000% (sí, un ocho mil por cien) aprovechando que recibían
dólares subvencionados desde el gobierno para importar, robando a los
venezolanos el sueldo mensual con sus abusivos precios (especialmente a las
clases medias). Y detuvieron a unos cuantos corruptos de nivel medio. Al
tiempo, la oposición calculó mal las ganas de batalla de la población, quien
terminó recriminándoles su ánimo insistentemente golpista y vehementemente
saboteador. Presentaron las elecciones como un plebiscito. Porque iban a tumbar
a Maduro. Y cavaron su estúpida tumba. O no, que también para la oposición vale
ser del Caribe y les aplica lo del realismo mágico.
Maduro sacó a Capriles un 1,5% en las elecciones de abril. En estas
elecciones, le ha sacado el 6,5%. Casi esa distancia a la que nos había
acostumbrado Chávez. Los que presentaron las elecciones como un plebiscito ¿no
debieran asumir que lo han perdido? Y obrar en consecuencia. A no ser que sean
simplemente unos bocazas que sólo juegan a la desestabilización.
La oposición ha ganado algunas alcaldías muy grandes –con ciudades de
las más pobladas del país, como Maracaibo, y también San Cristobal, la alcaldía
metropolitana, Barquisimeto o Valencia, sin olvidar Barinas (en el estado donde
nació Chávez)-, aunque en todas ellas por la mínima. En términos de porcentaje,
el grueso de los municipios (el 75%) está vestido de rojo. En porcentaje de
alcaldías y número de votos, Maduro ha vuelto a revolcar a Capriles. Aunque no
quieran hacer las cuentas. La Mesa de la Unidad lleva cuatro derrotas. Las dos
últimas, sin Chávez. Si hubiera cielo o infierno, el Comandante se estaría
riendo. El rostro de Capriles no era precisamente una fiesta. ¿Se sabrá ya
amortizado?
El proceso revolucionario de Venezuela se ha consolidado. Aunque, como
bien sabemos en Europa, no hay derechos irreversibles ni situaciones eternas.
El Plan de la Patria, segundo plan socialista de desarrollo económico y social
de la nación 2013-2019, fue presentado por Chávez a su pueblo como programa
electoral, votado mayoritariamente por los venezolanos, vuelto a presentar por
Maduro en las siguientes elecciones presidenciales, vuelto a votar popularmente
y, ahora, tras ser aprobado por la Asamblea, vuelve a ser ratificado en las
elecciones municipales donde el chavismo ha aumentado la distancia con la
oposición. En algunas alcaldías el chavismo fue dividido. En Maturín, contaba Maduro
en esta noche electoral, perdió el Gran Polo Patriótico por 2000 votos frente a
la Mesa de la Unidad. Un candidato disidente del chavismo que decidió
presentarse sacó 40.000 votos. Ganó la derecha. La unidad, de la que tanto
hablaba Chávez, parece necesaria cuando se opta por la vía electoral.
En 14 años, los venezolanos han tenido 19 elecciones. El chavismo ha
ganado 18. Estas últimas fueron presentadas como un plebiscito por la
oposición. Pensaban que, con la tensión económica, con la ausencia de Chávez,
con el durísimo ataque mediático nacional e internacional, el “hijo de Chávez”
ya estaba fuera. Pero no ha sido así. Maduro ha ganado. Y ha acumulado fuerzas
para ahondar en las medidas socialistas que se estaban haciendo esperar. Hay
voces que dicen que los socialdemócratas de la Mesa de la Unidad, Acción
Democrática, andan cansados de los comportamientos de extrema derecha de parte
de las fuerzas de la oposición. La que presentó estas elecciones como un
plebiscito. El que han perdido. ¿Dimitirá Capriles? Mientras que la oposición
se aclara, la revolución bolivariana sigue su rumbo. Algo debió hacer bien
Chávez cuando en su ausencia su obra sigue. Su pueblo ha salido a festejar a la
Avenida Bolívar. A diferencia de las últimas elecciones, cuando la oposición
salió a matar gente, esta noche gobierna la alegría en Caracas. Chávez no ha
arado en el mar. Maduro ha hecho su parte. Ahora, como siempre, le corresponde
al pueblo seguir alumbrado soluciones. En una discusión en el barrio de San
Agustín, una mujer le dice a otra: “¡Ay chica, tú es que hablas como Chávez!”.
Y la señora le contesta: “No, es que Chávez hablaba como nosotros”. Y así anda
este pueblo. Hablándose, encontrándose, convocándose.
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