En un mundo donde han
desaparecido los grandes estadistas, donde cada uno parece dedicarse a defender
los intereses inmediatos de su país, el liderazgo de Lula se proyecta con más
fuerza todavía. Porque él representa la visión y las propuestas del Sur del
mundo, de América Latina en particular.
Emir Sader / ALAI
Lula da Silva, expresidente de Brasil. |
El éxito de Lula como
líder político de proyección mundial generó una especie de consenso a escala
internacional. Hubo países –como Argentina o Perú – en los que todos los
sectores políticos reivindicaban al líder brasileño. Cada uno haciendo su
lectura de lo que habría sido el gobierno Lula, reivindicándolo en contra de
otras fuerzas políticas, de gobierno o de oposición.
La prioridad de las
políticas sociales en el gobierno Lula es lo que ha permitido que Brasil, el
país más desigual del continente y del mundo, por primera vez, haya tenido
grandes avances en la lucha en contra de la desigualdad, la pobreza y la
miseria. Sin mayores análisis, de parte de algunos, de las condiciones que han
permitido esos avances.
En Brasil, Lula sufrió
una fuerte oposición de la derecha y de la ultraizquierda. La derecha no pudo
asimilar el éxito, interno y externo, de Lula. Aun más, después del fracaso del
gobierno de Fernando Henrique Cardoso. Primero intentaron desconocer las
trasformaciones que Brasil había vivido. Luego, trataron de atribuir los éxitos
a una situación internacional favorable. Pero cuando ésta cambió radicalmente
hacia un escenario negativo, ya no les quedó más que decir que el modelo ya se
habría agotado. La economía ya no lograba crecer como antes, sería el final de
un ciclo.
La ultraizquierda creyó
que Lula había “traicionado” a la izquierda, que daba continuidad al gobierno
de Cardoso, que pronto seria repudiado por el pueblo y derrotado. Nada de eso
ocurrió, rápidamente el gobierno de Lula pudo superar la ofensiva de las
oposiciones para derrocarlo en 2005; se reeligió en 2006; eligió a su sucesora
en 2010, que está a punto de reelegirse. Salió del gobierno con un 83% de
respaldo y un 3% de rechazo, a pesar de tener contra de él, el monopolio de la
prensa privada.
Cuando surgieron las
manifestaciones de junio de este año, el coro –de la derecha y de la ultra
izquierda– volvió a subir de tono. El encanto de Lula habría terminado. El
gobierno del PT, después de más de 10 años, se derrumbaría frente a las
manifestaciones populares. Todo habría sido una ilusión pasajera –de 10 años-,
pero finalmente todo se caía: Brasil, Lula, Dilma, el PT.
No logran entender y dar
cuenta entonces porque Dilma es más favorita que antes de las manifestaciones
de junio y Lula es todavía más popular.
Quien no logra descifrar
el enigma Lula, termina devorado por él. Sucedió así con la derecha y la
ultraizquierda brasileñas. Ahora con sus críticos internacionales.
Dilma es ampliamente
favorita para ser reelegida – incluso en primera vuelta- y Lula tiene aún más
popularidad que ella. Las previsiones negativas respecto a Brasil no han descifrado
el enigma Lula y son devoradas por él.
Es que Lula supo, mejor
que nadie, dar la partida para la lucha por la superación del modelo
neoliberal. De inicio, su obsesión por la prioridad de las políticas sociales,
el lado más frágil del neoliberalismo. En segundo lugar, la primera medida de
su política internacional fue la inviabilizacion del Alca, en circunstancias
que Brasil y Estados Unidos habían quedado en dar los arreglos finales. Fue ese
bloqueo de Brasil lo que frenó el proyecto del Alca y abrió los espacios para
priorizar los proyectos de integración regional que son centrales en los
gobiernos progresistas de América Latina.
Para complementar, Lula
supo reaccionar fuertemente frente a la crisis recesiva internacional que
empezó en 2008, haciendo que el Estado brasileño tuviera un accionar claramente
anti-ciclico, valiéndose de los bancos públicos de Brasil.
Con eso y el éxito de la
política internacional brasileña, Lula se ha proyectado como el más importante
líder popular contemporáneo – como lo ha reconocido Perry Anderson, que lo puso
al lado de Nelson Mandela en esa posición. El uno, en el combate al racismo, el
otro en el combate al hambre.
¿Por qué el éxito de Lula
incomoda? Incomoda a la derecha, porque su referencia esencial, Fernando
Henrique Cardoso, fracasó allí donde Lula tuvo éxito. Todas las fuerzas de los
países quieren identificarse con Lula, que a su vez se proclama de izquierda y
apoya a los candidatos de izquierda.
Incomoda a la
ultraizquierda, porque Lula logró viabilizar un gobierno de inmenso apoyo
popular, de amplias alianzas, que ha logrado lo que ningún otro gobierno había
logrado, en términos de políticas sociales y de reconocimiento de parte del
pueblo.
Hoy Lula desarrolla
intensas actividades a partir del Instituto Lula, tanto hacia América Latina
como hacia África, además de todo el trabajo que hace Lula hacia el mismo
Brasil. En reunión reciente, realizada en Santiago de Chile, se han elaborado y
discutido propuestas de integración latinoamericana en coordinación con el BID,
con la CEPAL y con la CAF.
Al mismo tiempo, en el
Instituto Lula se elabora un documento que se denomina Informe Lula, que
incorpora los discursos que el ex-presidente brasileño desarrolla en sus
constantes reuniones con intelectuales, con dirigentes políticos y sociales de
varios países y continentes, con organismos internacionales, así como cuando
recibe los incontables títulos de doctor honoris causa en universidades. El
documento pretende que los análisis desemboquen en propuestas de integración
regional en varios planes. Un documento que debe ser lanzado en 2014, con
grandes eventos y constantes debates en varios países.
En un mundo donde han
desaparecido los grandes estadistas, donde cada uno parece dedicarse a defender
los intereses inmediatos de su país, el liderazgo de Lula se proyecta con más
fuerza todavía. Porque él representa la visión y las propuestas del Sur del
mundo, de América Latina en particular – la prioridad del combate al hambre, el
destaque que África debe tener en el mundo, la posibilidad real de superar las
dificultades producidas por el neoliberalismo y construir alternativas reales y
posibles de un mundo más justo, menos desigual, más humano. De ahí su
liderazgo, aun cuando ya no es presidente. Porque él encarna las necesidades
urgentes del mundo de hoy.
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