El
triunfo electoral de este mes de diciembre parece insuflar, de nuevo, oxígeno
popular a esta experiencia que ha sido, hasta el día de hoy, faro de los
procesos posneoliberales de la región. En lo inmediato, el presidente Maduro ha
señalado un camino: frente a los promotores de la guerra, solo es posible
esgrimir la paz revolucionaria y democrática.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Diálogo, respeto y paz: la propuesta del presidente Maduro a los alcaldes y gobernadores de la oposición. |
Una de esas imágenes,
profundamente dolorosa, corresponde al funeral del expresidente Hugo Chávez, y
al amor desbordado de los pobres de la
tierra –al decir de José Martí-, de los oprimidos, de los nadie, que salieron a las calles de Caracas, y de muchas
ciudades en todo el mundo, para despedir a uno de los dirigentes políticos más
destacados de las últimas décadas, y quien encarnó como pocos la lucha por la
liberación y la dignidad de los pueblos.
Aquel acontecimiento
precipitó los apetitos de la derecha venezolana y latinoamericana, que hasta
entonces habían asistitido a sucesivas derrotas electorales, mientras el
proceso bolivariano, en medio de sonoros triunfos y no menos evidentes contradicciones,
avanzaba abriendo caminos inéditos en la construcción de alternativas
posneoliberales. Y tras unos comicios sumamente disputados, pero de resultados
inobjetables, que llevaron a la presidencia a Nicolás Maduro, no pasó mucho
tiempo para que la oposición y sus financistas locales y extranjeros
emprendieran diversos planes desestabilizadores contra el gobierno, que
incluyeron desde el sabotaje y actos terroristas contra la infraestructura
eléctrica, hasta la guerra económica, enfrentada con vigor y audacia por la
Asamblea Nacional, el Ejecutivo y el Poder Popular.
Fiel a su vocación
antidemocrática, la oposición venezolana se fijo un único objetivo: acabar con
el gobierno de Maduro por cualquier medio posible, lícito o ilícito. Bajo esa
tónica, el candidato de la derecha–y del imperialismo-, Henrique Capriles,
apostó todo su capital político a las elecciones municipales del 8 de
diciembre, a las que pretendió equiparar con un plebiscito sobre la gestión del
mandatario y de la Revolución misma. Los resultados de estos comicios, sin
embargo, reflejaron otra realidad: el PSUV y sus aliados no solo ganaron la
mayor parte de las alcaldías (242 de 335 en disputa), sino que además
reafirmaron la legitimidad del presidente Maduro y dejaron a Capriles en el
limbo.
Y aquí viene la otra
imagen: este miércoles 18 de diciembre, el presidente Maduro, en un gesto de
hidalguía, pero sobre todo, de franca preocupación por el bienestar de las
mayorías, convocó a los alcaldes y
gobernadores de la oposición a un encuentro en el Palacio de Miraflores, cuyo
propósito fue construir un nuevo clima de diálogo, paz y respeto a la
Constitución por parte de todos los actores políticos.
“No quiero que ustedes se conviertan en
chavistas. Ustedes tiene su posición política, los respeto en su postura
ideológica, diferencias hemos tenido y coincidencias también (…) Les pido
alcaldes recién electos un proyecto, vamos a hacer un proyecto en conjunto. Ojalá
pudiéramos pasar a etapas superiores de tolerancia, sería una gran revolución
humana, una gran revolución en medio de la revolución socialista para elevar
los niveles de respeto y de tolerancia entre las partes en disputa”, fueron las palabras del mandatario, en una cita en la que
también conoció las críticas y demandas de los representantes electos por el
pueblo venezolano. Toda una lección de democracia en la que, una vez más, el
gran ausente fue Henrique Capriles.
Como balance final de
este agitado año 2013, es claro que la Revolución Bolivariana parece sortear
con relativo éxito el duro episodio del fallecimiento de Chávez, el período de
transición presidencial de Maduro, y el complicado parto de un estilo propio del
nuevo mandatario, sin que el asedio permanente de sus enemigos disminuyera un
ápice. Maduro logró retomar la iniciativa, una cuestión clave en la política, y
desde la convocatoria al diálogo, en la que estaría implícita una autocrítica
sobre el rumbo de la Revolución, avanza sobre los planes destabilizadores de la
oposición y de los Estados Unidos, desmontando los andamiajes golpistas con un
llamado a la unidad de todos aquellos
sectores que quieran trabajar realmente por el futuro del país.
Podríamos estar a las
puertas de un nuevo período del proceso bolivariano, condicionado por nuevos
desafíos –el económico, uno de los principales-, en el que la dinámica de la
confrontación ceda a la conciliación y el diálogo, dentro de los grandes
objetivos del gobierno y del proyecto revolucionario (que requiere, según los
analistas, una revisión profunda y participativa).
El triunfo electoral de
este mes de diciembre parece insuflar, de nuevo, oxígeno popular a esta experiencia
que ha sido, hasta el día de hoy, faro de los procesos posneoliberales de la
región. En lo inmediato, el presidente Maduro ha señalado un camino: frente a
los promotores de la guerra, solo es posible esgrimir la paz revolucionaria y
democrática. Y en esto, como en tantas otras cosas –sea que se esté de acuerdo
o no, que guste o no la Revolución Bolivariana- Venezuela sigue a la
vanguardia, abriendo caminos en nuestra América.
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