Mientras Venezuela mide
fuerzas una y otra vez en el marco de la democracia consagrada en la
Constitución Nacional, en la vecina Colombia, vendida como adalid del modelo de
democracia a construir, el alcalde de Bogotá, Gustavo Petro, elegido
legítimamente por el pueblo, fue destituido por la decisión unilateral del
Procurador General de la República.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Caracas, Venezuela
Los
últimos eventos eleccionarios en Chile, Honduras y Venezuela nos han mantenido
ocupados en el análisis de sus resultados, las perspectivas y consecuencias que
de ellos se derivan. Aunque no he escrito sobre las elecciones del pasado
domingo en Venezuela porque, siendo un tema nacional, hay otros colegas que con
mucho más conocimiento e información han emitido valiosos documentos de
análisis. Es menester decir que al escribir estas líneas, hoy lunes 9 de
diciembre, después de una revisión de la prensa internacional que reseña tal
acontecimiento, se puede generalizar afirmando que fue imposible para los
medios de comunicación de la derecha foránea obviar la importante victoria
obtenida por el gobierno de Venezuela y las fuerzas políticas que lo sustentan,
rompiendo una supuesta tendencia iniciada en abril, a través de la cual la
derecha opositora suponía un camino de deslegitimación institucional que los
conduciría el poder.
Si
algo claro quedó el pasado domingo es la incapacidad del liderazgo de la
derecha para construir una alternativa creíble para los venezolanos. No es éste
el espacio, para referir una vez más, los innumerables intentos y los variados
instrumentos que la oposición aliada a Estados Unidos ha utilizado para abrirse
paso en un país que dada su relevancia, es considerado como un botín de primer
orden en el tablero estratégico global a partir de sus importantes reservas de
petróleo y gas en un mundo en el que la política energética juega un papel
primordial en las definiciones de política exterior.
La
victoria electoral del gobierno venezolano es –en el plano internacional- una
derrota para las fuerzas oscuras de la derecha. Vale, sin embarco acotar que
mientras Venezuela mide fuerzas una y otra vez en el marco de la democracia
consagrada en la Constitución Nacional, en la vecina Colombia, vendida como
adalid del modelo de democracia a construir, el alcalde Bogotá, Gustavo Petro,
elegido legítimamente por el pueblo fue destituido por la decisión unilateral
del Procurador General de la República, Alejandro Ordoñez. Esta medida que
además inhabilita a Petro por 15 años para ejercer cargos públicos fue
catalogada por el alcalde de la capital colombiana como “…un golpe de Estado sobre el gobierno progresista de
Bogotá”.
Los
diferentes actores políticos del país andino han comenzado a manifestar
opiniones en torno al hecho que se ha transformado en el más importante del
cierre del año político colombiano, eclipsando las conversaciones de paz que se
llevan a cabo en La Habana y de paso,
poniendo en un segundo plano la decisión unilateral de las FARC de declarar una
tregua decembrina como expresión de su voluntad de allanar el camino de las negociaciones.
El
propio ministro de Justicia del gobierno colombiano, Alfonso Gómez Méndez,
opositor ideológico de Petro quien se
encontraba con él en el momento en que se hizo pública la noticia, dijo que el
Gobierno Nacional no compartía esta decisión, que la “lamentaba” y que de
inmediato el Ejecutivo tendría como propósito hacer una reforma constitucional
para recortarle estos poderes al Ministerio Público.
Más allá de las responsabilidades
que pudiera tener el alcalde ante las imputaciones que se le hacen respecto de
su responsabilidad en la implementación de un nuevo modelo de recogida de la
basura en la urbe capitalina, lo que trasciende es el poder de un funcionario
para destituir e inhabilitar a otro que ha sido elegido por mandato popular.
Vale decir que las fuerzas
opositoras a Petro encabezadas por el representante Miguel Gómez, cercano al ex
presidente Álvaro Uribe habían intentado sin éxito llevar adelante un referendo
para revocar el mandato del alcalde. Esta medida que a todas luces se inscribe
en mecanismos de democracia participativa para permitir al pueblo defenestrar
legalmente a aquellos funcionarios que no cumplen sus responsabilidades, no
pudo llevarse adelante a pesar que la misma fue aprobado en julio del presente
año después que la Registraduría Nacional (institución que en Colombia es responsable
de la realización de los procesos electorales) certificara que se habían
recolectado las firmas válidas para que la convocatoria tuviera curso legal.
Petro refutó la validez de estas firmas y tras una revisión realizada por
grafólogos especializados fueron anuladas decenas de miles de registros, en
algunos casos por haber sido recaudados fuera de la capital.
Según un artículo del profesor
asociado de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia, Miguel
Ángel Herrera Zgaib publicado en la edición N° 00350, el pasado mes de mayo en
la revista Semana de Bogotá, el Procurador Alejandro Ordóñez consiguió
re elegirse en su cargo “venciendo todo
obstáculo, con el poderoso expediente sancionatorio que el cargo ofrece, y
que esgrime con celo intimidatorio e indudable eficacia para persuadir a
los congresistas corruptos, sus ´naturales` electores”.
Lo que trasciende en este caso es
la posición de Ordoñez que según un analista colombiano consultado antes de
escribir este comentario, está actuando casi como jefe del comando de campaña
de las huestes uribistas para las elecciones de 2014, apuntando además como
posible contendor en el proceso eleccionario de 2018 cuando el Presidente
Santos no podrá optar a la re elección. A esa lógica pareciera apuntar el
mensaje que envió la prestigiosa periodista colombiana María Jimena Duzán quien
tras conocer la decisión de Ordoñez contra Petro, dijo a través de su cuenta de
twitter que “Las razones para destituir a Petro son políticas. Ordóñez
está sacando del juego a sus posibles competidores para el 2018. Va por
Fajardo”, refiriéndose al Gobernador
del Departamento de Antioquia por el Partido Verde.
La avalancha de actuaciones
políticas de Ordoñez incluye su manifiesto rechazo a las conversaciones de paz
que adelantan el gobierno y la guerrilla. En particular ha insistido en que los
dirigentes de la FARC deberían ser juzgados por delitos de lesa humanidad,
además ha insistido en la imposibilidad para que a futuro, puedan participar en
el escenario político legal.
Asimismo, y nuevamente a tono con
el discurso uribista, ha exteriorizado su rechazo al fallo de la Corte
Internacional de Justicia de La Haya que concedió un territorio marítimo a
Nicaragua en detrimento de Colombia. Ha dicho que tal sentencia no puede cumplirse
porque modifica las fronteras colombianas, creando verdadera zozobra jurídica
dada su alta investidura.
Además, al destituir a Petro,
Ordoñez cumple el objetivo uribista de provocar al presidente Juan Manuel
Santos a que asuma una posición frente al hecho, retando los diálogos de paz de
La Habana para -por esta vía- calentar los motores políticos electorales del
uribismo que se encuentra carente de propuestas para el país, recurriendo a
cobijarse en una retrógrada diatriba anti venezolana y anti chavista.
Las dos caras de la moneda: una
democracia en Venezuela que se renueva democráticamente en paz; y otra,
colombiana, en la que un troglodita fundamentalista impide el normal
desenvolvimiento de los mecanismos modernos de participación, sin los cuales la
democracia carece de legitimidad, aún desarrollándose en los marcos de
legalidad que se hayan podido construir.
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