Si la Alianza del
Pacífico estrecha relaciones con Unión Europea y Estados Unidos con más
Tratados de Libre Comercio, el ALBA opta por más región con una estrategia de
constituirse en bisagra virtuosa entre Centroamérica (Petrocaribe) y Sudamérica
(Mercosur). Las diferencias son evidentes.
Alfredo Serrano Mansilla* / Página12
Cumbre ALBA-Petrocaribe celebrada en Caracas. |
En el año 1994, en
plena noche neoliberal, en América latina, un abrazo entre Fidel Castro y Hugo
Chávez supuso el embrión de lo que diez años después se constituyó en la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (ALBA). Alba significa
amanecer, la primera luz del día antes de salir el Sol. Eso fue justamente lo
que supuso ese gran acuerdo político en la región: un punto de inflexión
respecto de la ola de acuerdos integracionales propios de las décadas pérdidas.
El ALBA fue, en un inicio, considerado una propuesta utópica con intenciones de
procurar respuestas regionales a un –cada vez más grande– apetito por lo
imposible. El primer logro fue contribuir en gran medida al rechazo de la
avanzada iniciativa estadounidense, el Area de Libre Comercio de las Américas
(ALCA).
A partir de ahí, el
ALBA ha recorrido exitosamente muchas etapas mientras en la región se producía
un reordenamiento político-social-económico en un escenario mundial de gran
transición geoeconómica. Muchas críticas derivan de los aún pingües resultados
cuantitativos en intercambio comercial. Aspecto totalmente cierto que, sin
embargo, ha de ser relativizado en virtud de otras cuestiones que sí han
supuesto un verdadero impulso de cambio en la región, con efectos directos e
indirectos, en muchos países y en otras instancias supranacionales. Por
ejemplo, el ALBA adelantó un debate que ahora es de máxima actualidad: la
necesidad de desamericanizar las relaciones económicas a nivel mundial. Si
ahora se observa con buenos ojos que China y Rusia, o los Brics, se
intercambien con monedas propias –no con dólar–, esto ya fue una idea ALBA a
través del sucre, como moneda de compensación regional, que además, incorporaba
criterios de intercambio complementario y justo, en vez de aplicar lógicas de
competitividad.
Además, en el máximo
apogeo de un reduccionismo comercial, el ALBA planteó una integración
multinivel que no fuera exclusivamente en ese plano del comercio, sino que
añadiera la cuestión financiera, social, cultural, energética. En estos últimos
años, el ALBA también facilitó una respuesta precisa frente al emergente poder
de las transnacionales, y muy especialmente las translatinas, a partir de una
estrategia deliberada de crear acuerdos entre grandes empresas estatales, en
forma de grannacionales. Estas nuevas alianzas públicas ya han comenzado a
labrar un camino para abordar sectores tan estratégicos como los medicamentos
genéricos, alimentación, infraestructura, ciencia y tecnología, energía,
finanzas. Lo productivo, hasta hace pocos meses, había sido probablemente el
eslabón más desatendido en este proyecto integrador. Por ello, el año pasado,
tuvo lugar el encuentro de Complementariedad Económica, Productiva y Comercial,
que centró toda su atención en la necesidad de planificar una inserción
virtuosa de los países ALBA en una producción mundial fuertemente fragmentada
geográficamente, con especial énfasis en los encadenamientos productivos
regionales y sus respectivas distribuciones de valor agregado.
Así, con este ALBA en
construcción, se ha llegado a la última cumbre celebrada en Caracas estos días.
Más allá de las fotos, a diferencia de lo que sucede en otras cumbre de
espacios cada vez más inexistentes (léase Iberoamérica), esta gran alianza
bolivariana vuelve a dar pasos hacia delante leyendo con precisión lo que sigue
sucediendo en la región y fuera de ella. Dos temas han sido determinantes en
este nuevo encuentro: a) fortalecer la propuesta de integración con rostro
humano, y b) afrontar necesariamente la relación de este bloque con los
actuales bloques que se vienen conformando en la región. En relación con la
integración humana, el ALBA vuelve a ratificar que la prioridad de las relaciones
económicas no es satisfacer la tasa de ganancia del gran capital a costa de una
significativa deuda social, como sucede en Europa.
En este punto, este eje
regional posneoliberal apuesta por erradicar pobreza y hambre para que la
próxima década disputada sea nuevamente ganada para las mayorías. Respecto de
las relaciones con el resto de bloques, el ALBA ha tendido sus brazos a
Centroamérica, a través de Petrocaribe, con intenciones de crear una zona
económica especial, prioritaria para nuevos intercambios en el futuro. También
se ha ordenado estudiar la mejor fórmula de relacionarse estratégicamente con
el bloque más importante actualmente en América latina: Mercosur. Esto es un
gran avance para el ALBA, porque demuestra una vez más que hoy no es posible
crear hacia adentro sin gestionar inteligentemente las relaciones hacia afuera.
La arremetida neoliberal vía Alianza del Pacífico, como nueva remake ALCA,
fuerza a que el ALBA justamente reconfigure sus relaciones de amistad. Si la
Alianza del Pacífico estrecha relaciones con Unión Europea y Estados Unidos con
más Tratados de Libre Comercio, el ALBA opta por más región con una estrategia
de constituirse en bisagra virtuosa entre Centroamérica (Petrocaribe) y
Sudamérica (Mercosur). Las diferencias son evidentes.
* Doctor en Economía.
Centro Estratégico Latinoamericano Geopolítico (Celag).
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