Desde que entró en
vigencia el TLC de América del Norte (TLCAN), en 1994, México ha realizado una apertura poco
estratégica de su economía.
Fander Falconí / El
Telégrafo (Ecuador)
Aparentemente hay un
resultado exitoso de los tratados de ‘libre’ comercio: México vende cerveza a
los Estados Unidos. Sin embargo, las apariencias engañan. México solo es una
gran embotelladora de empresas transnacionales, con malta importada del país
del norte. En todo caso, contribuye con el agua, un bien escaso en ese país,
explica Timothy A. Wise, profesor investigador de Tufts University en Boston,
en el artículo ‘El TLCAN: el arte de entregar los valores’.
Desde que entró en
vigencia el Tratado de Libre Comercio (TLC) de América del Norte (TLCAN),
formado por México, Canadá y EE.UU., en enero de 1994, México ha realizado una
apertura poco estratégica de su economía. Ha perdido autosuficiencia alimentaria
(importaciones en relación al consumo interno en toneladas métricas), entre
otras cosas, por los enormes subsidios que tiene la agricultura norteamericana.
La balanza de alimentos
mexicana, según los datos procesados de la FAO-Stat de Naciones Unidas, en el
período 1994-2009, muestra una mayor dependencia del exterior en trigo, arroz,
cebada, maíz, almidón, papas, azúcar, legumbres, frijoles, guisantes, soya,
maní, semillas de girasol, aceites, tomates, pimienta, carne de vaca, carne de
cerdo, pollos, mantequilla, pescado y
crustáceos.
A todo este resultado
del TLCAN se suma otro: el geopolítico. La estrategia comercial nunca puede ser
solo comercial, como lo prueba el hecho de que México, desde que forma parte de
ese tratado, ha dado la espalda a América Latina.
Colombia es otro
ejemplo negativo de la aplicación de un TLC. A partir de la vigencia del TLC
con EE.UU., el 15 de mayo de 2012, un
estudio de Oxfam señala que, en los primeros nueve meses, los productos más
sensibles por las importaciones son el lactosuero, arroz, maíz blanco, leche en
polvo y carne de cerdo. Otra consecuencia es la importación de papas. Son
resultados terribles para los campesinos colombianos. En este año, los
problemas estructurales en el agro detonaron en un violento paro nacional.
Oxfam agrega que las
ventas de Colombia a EE.UU. han disminuido de 1.265 millones de dólares a 712
millones, en los primeros nueve meses del TLC. Y eso que se trata de una fase
de cierta recuperación de la demanda norteamericana, cuando se supone que la
demanda agregada está en auge (de transables y no transables). Los defensores a
ultranza de los TLC dirán que se trata de una fase temporal -inicial- de
rigideces del sistema productivo colombiano, hasta adaptarse a las nuevas
condiciones. Es el darwinismo del mercado, como ya ocurrió en México. Además,
en ambos casos implica un menoscabo de la rica agrobiodiversidad andina y
americana, porque se trata de importaciones de productos propios,
patrimoniales, como las papas y el maíz.
Los TLC generan espacios
de mercado, supranacionales y asimétricos. Lo extraño es que a nadie se le
ocurre siquiera denunciar los TLC. Una especie de demencia colectiva sin
retorno.
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