El “orden mundial” –es
decir, el orden neoliberal– y sus testaferros criollos harán todo lo posible
para que las cosas no varíen; es decir, para mantener la misma matriz
productiva. Harán todo lo posible para que firmemos tratados de libre comercio,
para que fracase la ALBA, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC).
Fander Falconí / El Telégrafo
Hay varios logros concretos
de política pública que permiten afirmar que las aspiraciones y realizaciones
del Buen Vivir son positivas. Quizás lo primero que puede sustentar esta
afirmación se refiere a la forma de gestionar el Estado.
Desde el año 2006 al
presente, podemos reconocer que la atmósfera en el país cambió muchísimo. La
renuncia y las actitudes entreguistas se esfumaron y quedaron solo sus malos
recuerdos: el manejo de los fondos petroleros y de la deuda externa, la
obsesión para negociar tratados de libre comercio por parte de los gobiernos de
turno, la subordinación al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, la
presencia sospechosa de la base de Manta y la cesión de la política de
seguridad interna. Fue un alivio que desde 2007 pudiéramos encontrar, como ciudadanos
con voluntad política, el camino de nuestra autodeterminación.
Antes se aceptó –con la
Ley Orgánica de Responsabilidad, Estabilización y Transparencia Fiscal impuesta
por el FMI y el sector financiero– que el primer acreedor del Estado sea el externo.
Los fondos de estabilización petrolera se constituyeron para asegurar esos
pagos. En esta misma dirección apuntaba esa absurda cláusula que obligaba a
expandir el gasto público anual en una cifra determinada.
Un absurdo económico más
grande que una catedral era aceptar que la política pública era perversa en sí
misma, y que el mercado era capaz de reemplazar todos los espacios públicos.
Habría que recordar quiénes permitieron que una norma tan insensata se
promulgue en el país para beneficio de los tenedores de deuda externa.
El objetivo buscado
requiere un horizonte más largo. Las voces estridentes son parte interesada de
una racionalidad injusta que nos mantuvo en la opresión durante dos siglos. La
ruta del posneoliberalismo es algo colosal, más todavía desde la insumisión y
desde la crítica al orden financiero internacional.
El “orden mundial” –es
decir, el orden neoliberal– y sus testaferros criollos harán todo lo posible
para que las cosas no varíen; es decir, para mantener la misma matriz productiva.
Harán todo lo posible para que firmemos tratados de libre comercio, para que
fracase la ALBA, la UNASUR y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y
Caribeños (CELAC).
Muchos tratan de volver
al pasado. Existen también sectores “conservadores”, autollamados de izquierda,
que se han resistido siempre a los cambios: las reformas a la seguridad social,
los asuntos competentes al magisterio y la intervención en entidades educativas
para manipular y agredir. Todo eso está quedando en el pasado. Sabemos que otra
forma de gestión del Estado ecuatoriano es posible, distinta a la situación que
en el Ecuador prevaleció hasta el año 2006.
No hay comentarios:
Publicar un comentario