Los que han promovido
el irrespeto al derecho internacional no pueden entender que hoy se viole la
soberanía de su Embajada y que incluso ello haya llevado al lamentable
asesinato del Embajador de Estados Unidos en Libia, a quien consideraban
“salvador” de ese pueblo cuando solo unos meses antes se fotografiaba ufano
ante el cadáver de Gadafi.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En el año 2008, se
realizó en Caracas un evento académico al cual asistí junto a innumerables
colegas de varios países del continente. El mismo se desarrollaba, semanas
antes de la campaña electoral que llevó a Barack Obama a la presidencia de Erados Unidos. Una noche
fui invitado a cenar junto a un grupo de participantes la mayoría de las cuales
no me eran conocidos. Por avatares del destino me toco sentarme junto a un
estadounidense que investigaba sobre los movimientos sociales en América
Latina.
La conversación derivó
en el proceso eleccionario estadounidense. El hombre no ocultaba sus simpatías
pos su condiscípulo de Harvard, resaltaba esa condición mientras manifestaba su
exultante emoción por la posibilidad de que un “afroamericano” como él lo denominaba, fuera presidente de la
primera potencia mundial. Mi vecino de mesa se autocalificaba como “liberal” en
política y un firme creyente en el libre mercado. Lo que comenzó como un debate
a dos voces fue ocupando a todos los contertulios hasta que finalmente y de
manera inevitable terminamos todos discutiendo sobre el tema.
En algún momento, la
interesante disputa condujo a la relación de Estados Unidos con América Latina.
El ilustrado profesor de la Universidad
de Austin en Texas manifestó particular interés y de manera directa me
preguntó cuál era mi opinión sobre el tema, en caso de que Obama triunfara en
las elecciones.
Para no hacer demasiado
largas estas palabras, resumiré diciendo que le contesté explicando que desde
mi punto de vista, respecto de América Latina daba a lo mismo que el presidente
de Estados Unidos fuera republicano o demócrata, académico o analfabeto, negro
o blanco porque su sistema político era monopartidista, sólo respondía al partido
de los grandes capitales, de las transnacionales y en particular del Complejo
Militar Industrial, que son ellos los que nominan a los candidatos, uno de los
cuales llegaba a la presidencia después de multimillonarias campañas
electorales que significan una verdadera afrenta a los millones de pobres y
excluidos que sobreviven en el propio territorio estadounidense y que, siendo
un proceso legal, tiene escasa legitimidad dada la alta abstención que roza la
mitad de la población electoral. Le expuse que por tal razón, al gobierno de
Estados Unidos se le llama “administración” porque lo que hace es gerenciar
recursos para mantener el poder de los poderosos.
Agregué que Estados
Unidos cada vez entendía menos lo que pasaba en nuestra región y que su política
exterior se basaba en estereotipos. Le manifesté que por no ser ciudadano
estadounidense no podía saber si un eventual gobierno Obama iba a beneficiar a
uno u otro sector, pero que como latinoamericano tenía plena convicción de que
no iba a haber cambios respecto de América Latina y el Caribe y que para
nosotros daba lo mismo republicanos que demócratas.
Me indicó con
convicción que dos demócratas: Kennedy y Carter habían sido diferentes y me
permití recordarle que Kennedy lanzó la invasión a Cuba en 1961 y que fui
testigo presencial cuando en 1979, Carter trató de impedir el triunfo de la
revolución sandinista a través de la OEA primero y después enviando tropas a Costa Rica para intervenir en Nicaragua a
fin de impedir la derrota de Somoza, pero cuando ésta fue inevitable, intentó
colocar un gobierno proclive a sus intereses. De paso le recordé que un
demócrata, Harry Truman ordenó lanzar las bombas atómicas en Hiroshima y
Nagasaki. Y, que otro presidente demócrata,
Bill Clinton, quien a pesar de no ser académico era más culto que el
actual inquilino de la Casa Blanca, además de hacer cosas no muy santas según
los hipócritas cánones éticos de Estados Unidos, no tuvo reparos en ordenar las
intervenciones militares en Haití y Bosnia Herzegovina así como los bombardeos
de Irak y Serbia. Concluí que de los republicanos era mejor no hablar.
A estas alturas, el
hombre se tomaba la cabeza dos manos y me decía que era imposible que alguien
pudiera pensar así porque Obama iniciaría una nueva era de acercamientos y
relaciones de equidad con nuestros países. No sólo lo puse en duda, sino que
rechacé tal idea de plano, incluso con la desaprobación de alguno de los otros
comensales que influidos por los medios de comunicación pensaban que iniciábamos nuestra entrada al paraíso. No
dudé de la buena fe de este pobre hombre, buen académico pero muy ignorante de
la mayoría de las cosas que ocurren detrás de sus fronteras. El común de los
estadounidenses está tan alienado que de verdad cree que Estados Unidos es el
salvador del mundo, que su modelo político es ejemplo de virtudes democráticas
y que todo lo que se dice respecto de la
motivación intervencionista y hegemónica de su gobierno es obra de terroristas
que planean en las sombras destruir lo que “han conseguido con tanto esfuerzo”
durante más de dos siglos.
Nunca han entendido la
diversidad del planeta, por el contrario tratan de imponer modelos únicos de
comportamiento, de valores y principios y hasta de cómo vestirse y qué comer.
Por eso, no pueden entender la respuesta de los musulmanes después de haber
sentido el desprecio y el ultraje a su religión y sus creencias en una película
que habiendo dudas de de quién la hizo,
existe plena certeza de que la misma fue filmada en Estados Unidos, país
que promueve el odio racial, el desprecio a las minorías, todo por defender su
ultra reaccionaria cultura “blanca, anglo sajona y protestante”, WASP por sus siglas en inglés.
Los que han promovido
el irrespeto al derecho internacional no pueden entender que hoy se viole la soberanía
de su Embajada y que incluso ello haya llevado al lamentable asesinato del
Embajador de Estados Unidos en Libia, a quien consideraban “salvador” de ese
pueblo cuando solo unos meses antes se fotografiaba ufano ante el cadáver de
Gadafi. Ahora comprenderán al pueblo
ecuatoriano y al presidente Correa, a los países de la Alba y de Unasur que
manifestaron su pleno apego al derecho internacional en defensa de su soberanía
amenazada por el gobierno británico. No pueden entender que las manifestaciones
en su contra se hayan extendido ya a 30 países, incluyendo por ejemplo a Gran
Bretaña y Australia.
Los medios occidentales
se han apresurado a decir que estas acciones son respuesta a los “problemas de
imagen” que conserva el gobierno
estadounidense y cuestionan que los mismos se hayan hecho a pesar de la
“poca información” que se tiene sobre el mencionado film, se resalta que Obama
ha hecho esfuerzos por cambiar la tan deteriorada “imagen”. Se preguntan con
razón si acaso Obama no había dicho en El Cairo en junio de 2009, a tan solo 5
meses de asumir su cargo que habría”un nuevo comienzo” entre su país y los
musulmanes.
Dicen los medios de
comunicación que todo ello ocurre a pesar de la diplomacia y de las campañas de
publicidad. Pero, en el trasfondo está que lo que parecía cambiar después del
desastre que significó Bush en materia de política exterior, hoy se ha
profundizado. Una encuesta de 2011 de la BBC resaltó que en 2007,
Estados Unidos “estaba entre los países con los peores ránkings de popularidad,
pero creció progresivamente desde entonces”.
¿Es entonces, sólo un problema de “imagen”? o
planteado de otra manera, ¿bastarán las campañas publicitarias para borrar el
más de un millón de iraquíes civiles asesinados en los años de la ocupación de
Estados Unidos? ¿Podrán hacer olvidar los dantescos retratos de las torturas en
las mazmorras de Abu Ghraib? ¿Se perderá en la memoria que aún hoy existe
ilegalmente la prisión de Guantánamo donde decenas de musulmanes están
detenidos violentando toda legislación al respecto? ¿Hay tanta subestimación a
los musulmanes que piensan que no se dieron cuenta que Estados Unidos usó a
Hosni Mubarak y a Ben Alí, para después ser desechados cuando ya no le
sirvieron para hoy seguir sosteniendo regímenes leales a sus designios? ¿Se
habrán olvidado del asesinato brutal de
Muammar Gaddafi, contrario a cualquier valor, principio o norma ética de toda
religión o creencia? ¿Pasara al olvido el incesante bombardeo de varios meses
contra la inerme población civil libia? ¿Se puede borrar el apoyo con dinero y
armamento a los mercenarios que en Siria están desangrando a ese pueblo?
No, no lo pueden borrar y deben saber que el
que “siembra tormentas, cosecha tempestades”. Sólo pueden seguir mintiendo para
mantener a su pueblo ignorante de lo que pasa en el mundo, pero una cosa es lo
que piense el gobierno estadounidense y lo que trasmiten sus medios de
comunicación, y otra, su imagen, no la que sale en la televisión, sino la real,
la que proyectan con su siembra de odio, destrucción y muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario