Venezuela
necesita de instituciones sólidas que proyecten en el tiempo lo positivo de las
transformaciones y que destierren para siempre los vicios del pasado, la
corrupción, el clientelismo y el paternalismo que hicieron pobre a un país que
no tiene porque serlo, habida la gran riqueza de su tierra, su subsuelo y su
gente.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Mucho se ha hablado de
Hugo Chávez y su gobierno en los últimos años. Me impresiona la superficialidad con la que se analiza la
situación de Venezuela, pero lo que más me sorprende es el desconocimiento, la
ignorancia y el análisis del país a partir de ideas pre concebidas que desde
uno u otro lado del espectro político ya tienen un diagnóstico antes de
comenzar a examinar los hechos. Asumen
posturas basadas en posiciones ideológicas que sólo admiten como ciertos los
enfoques extremos, los cuales no dejan espacio a un estudio más o menos
objetivo de las realidades que se pretenden investigar.
No
es un secreto que ningún científico social es absolutamente imparcial. Todos
asumimos posiciones frente a un objeto de estudio tan complejo como el que
tenemos. El cuestionamiento de la sociedad con sus múltiples dimensiones obliga
al analista a ser lo suficientemente profundo para no caer en apasionamientos
extremos que confundan la toma de posición con la investigación seria.
Uno
de los más profundos, exhaustivos e informados estudios sobre la situación de
Venezuela que he leído en los últimos años fue el escrito bajo el título de “El
trágico mundo de Chávez o la democracia que nunca fue”, de Gema Santamaría,
egresada de Relaciones Internacionales del ITAM de México y que fue publicado
en la revista Foreign Affairs en
español en el número 4 del año 2004.
A
la luz de lo que se dice de Venezuela y su presidente, sobre todo cuando se
viven tiempos electorales, he recordado ese trabajo y lo he leído nuevamente.
Más allá que me surgen diferencias –algunas de fondo- con el trabajo de
Santamaría, creo que hay un buen esfuerzo para entender lo que está pasando en
Venezuela. Su lectura me ha motivado a tratar de exponer algunas reflexiones
acerca del tema.
Desde
el exterior, a Chávez se le critica –entre otras cosas- por algo que en América Latina es muy común:
haber sido miembro de las Fuerzas Armadas y todavía más, haber irrumpido por
las armas para derrocar el poder constituido para después llegar al poder en el
marco de la ley. Hay otros casos, algunos recientes en nuestro continente.
Basta recordar a Hugo Banzer, uno de los dictadores más sanguinarios de la
historia boliviana y Lucio Gutiérrez, Presidente de Ecuador. La diferencia
entre Chávez y ellos es el manejo de su relación con Estados Unidos y la
defensa irrestricta de la soberanía de Venezuela por encima de cualquier otra
consideración y, eso no tiene que ver con el origen político del gobernante.
En
otros lugares del mundo, podemos recordar a Oleasegun Obasanjo de Nigeria y
Pervez Musharraf Primer Ministro de Pakistán, -por mencionar algunos- que
fueron militares y que mantuvieron una excelente relación con Estados Unidos, a
pesar de su dudosa credibilidad democrática y/o de respeto a los derechos
humanos. El problema no es el haber pertenecido a la institución armada para
medir el talante democrático de un gobernante, sino el apego a sus valores en
la aplicación de la política. Hay que recordar además que la Constitución
Nacional de Venezuela consagra que en nuestro país la democracia además de ser
representativa, es participativa y se ejerce a través del protagonismo popular,
incluyendo la posibilidad del referéndum revocatorio como poder supremo del
pueblo para destituir a un gobernante cuando se cumplen los términos de ley
para ello.
También
se acusa a Chávez que no es democrático y habría que revisar cuáles son los
parámetros de evaluación para hacer esta afirmación. Si la medida de la
democracia es la realización de elecciones, durante los doce años del período
chavista se han efectuado más de una anual, incluyendo tres referéndums y una
votación para relegitimar todos los cargos incluyendo el de presidente y de esa
manera acogerse a los parámetros de la nueva Constitución aprobada en 1999.
No
ha sido Chávez quien inventó la pobreza, ni el racismo, ni las cúpulas
políticas y sindicales corruptas, tampoco la polarización y el conflicto
social. Santamaría en el artículo mencionado señala que: “El problema empezó
cuando en la década de los ochenta, a
partir de la crisis económica del país y la aplicación de medidas de ajuste
neoliberal, se cortaron casi de tajo las concesiones que hacía el gobierno. La
pobreza y la polarización social aumentaron dramáticamente, de tal forma que
tan sólo en una década el porcentaje de la población pobre pasó de 33 a 66%, y
el que vivía en pobreza extrema se triplicó (de 11 a 36%)”.
Se
ha dicho que Venezuela será una nueva Cuba. Veamos. La Constitución cubana define al país como un
estado socialista de trabajadores. La carta magna venezolana aprobada el 15 de
diciembre de 1999 establece en su artículo 2 que Venezuela se constituye en un
Estado Democrático Social de Derecho y
de Justicia.
En
cuanto al sistema económico, mientras el
cubano es de “economía basado en la propiedad socialista de todo el
pueblo sobre los medios fundamentales de producción...”, Venezuela acepta según
el artículo 297 de su constitución que: “El régimen socioeconómico... se
fundamenta en los principios de justicia social democratización, eficiencia,
libre competencia...” entre otros y que “El Estado conjuntamente con la
iniciativa privada promoverá el desarrollo armónico de la economía nacional con
el fin de generar fuentes de trabajo...”
En
referencia al sistema político mientras Cuba establece que “El partido
Comunista de Cuba... es la fuerza dirigente superior de la sociedad... ”
Venezuela asume como uno de los valores
superiores de su ordenamiento jurídico el pluralismo político según el mismo
artículo 2. Así, podríamos seguir comparando.
En
Venezuela no hubo una insurrección armada para tomar el poder y, por tanto no
se destruyó el aparato político del pasado. Ese será un proceso de largo plazo
que ocurrirá cuando el protagonismo popular se pueda desplegar en toda su
dimensión. El gobierno del Presidente Chávez, eso sí, ha creado condiciones
para que ello ocurra, pero lo ha hecho en el marco del respeto a la
institucionalidad creada por la Constitución de 1999, garantizando para toda la
sociedad paz y estabilidad. Las mismas sólo han sido alteradas por las
intentonas golpistas, los sabotajes y los asesinatos de dirigentes populares
organizados y ejecutados por la derecha fascista que no acepta que Venezuela ya
no se puede seguir manejando como una hacienda propiedad de unos pocos.
El
sistema económico se diferencia del
pasado en que el Estado ha asumido el control real del petróleo y de otras áreas
estratégicas de la economía, y por tanto
de la parte más sustancial, pero la empresa privada tiene una participación
exitosa en la misma como lo demuestran de sobra las estadísticas. Incluso, en
las relaciones económicas internacionales no se ha limitado la participación,
al contrario, se ha ampliado para que las empresas estadounidenses no tuvieran
el monopolio de la presencia en el país como en el ocurría hasta 1999. Sólo que
ahora se hace a partir de las reglas de funcionamiento que el Estado venezolano
ha establecido de forma soberana, sin
presiones ni imposiciones.
En
el futuro, se deberán establecer las
condiciones para que funcione a plenitud el Estado de derecho el cual intenta
ser vulnerado por oscuras fuerzas de ultra derecha con fuertes vinculaciones
internacionales que pretenden llevar el país a un clima de caos y
confrontación. Estas fuerzas no deben ser confundidas con cierta oposición
democrática que en el marco de la Constitución y las leyes ejercen su función
política, pero que hoy han sido desplazados por los medios de comunicación que
han pasado a ser los verdaderos decisores políticos de la derecha.
Los
partidos políticos deben jugar el papel de correas de transmisión de los objetivos de la sociedad y, las
organizaciones sociales y populares, especialmente las de los trabajadores,
deben luchar por hacer valer los intereses de sectores y grupos, a partir de realidades particulares, pero sin
olvidar que el combate fundamental debe ser por el bien colectivo. En la medida
que no haya partidos políticos ni organizaciones sociales fuertes, se debilita
el funcionamiento político de la sociedad. Venezuela necesita de instituciones
sólidas que proyecten en el tiempo lo positivo de las transformaciones y que
destierren para siempre los vicios del pasado, la corrupción, el clientelismo y
el paternalismo que hicieron pobre a un país que no tiene porque serlo, habida
la gran riqueza de su tierra, su subsuelo y su gente.
Serán
las tareas a abordar en el próximo período presidencial. Si llegara al gobierno, la derecha neoliberal
y antidemocrática, de mente colonial subordinada a Estados Unidos jamás podrá
abordarlas. Lo más probable es que
después de octubre siga intentando desestabilizar el país apoyada en la gran
desinformación que los grandes medios de comunicación construyen como realidad
de una ficción que sólo existe en sus mediocres cerebros alquilados.
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