Chávez ha sido fundamental en cimentar
una nueva forma de vinculación de los países latinoamericanos entre sí, y
entre éstos y los Estados Unidos de América. No ha sido el único, es cierto,
pero ha sido piedra de toque. Por primera vez en toda nuestra historia hemos
tenido posiciones dignas e independientes en esta parte del mundo, y el imperio
del Norte ha visto restringirse su paso omnipotente. No es poca cosa.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Chávez concentra su apoyo en los sectores populares. |
Falta poco más de un mes para las
elecciones en Venezuela y la derecha ha desatado una furibunda campaña de
terror en contra del presidente Chávez. No es para menos; según las últimas
encuestas, éste tendría más de 20 puntos sobre el candidato de la oposición y
en el poco tiempo que resta no tendría forma de remontarlo. Esta campaña
anti-Chávez no es solamente venezolana. Como todo el mundo pudo verlo en la
convención republicana, la derecha norteamericana lo sitúa poco menos que como
un demonio al que hay que extirpar como parte de la cruzada que busca romper
con lo que ellos llaman el eje del mal,
del cual también formaría parte Cuba en América Latina.
La presidencia de Chávez en Venezuela ha
posibilitado avances importantísimos no solamente en ese país sino, en general,
en todo el subcontinente. No entraremos a pormenorizar los avances que han
conocido en ese país durante todos estos años. Lo cierto es que “el pobrerío”
venezolano ha visto, por primera vez en su historia, que un gobierno se
preocupa por ellos y logra mejorar su nivel y calidad de vida.
Chávez es, por eso, el candidato de los
pobres, de los marginados, entre quienes llega a tener niveles de popularidad
rayanos en el endiosamiento. ¿Es culpa de Chávez esta admiración, a veces sin
límites, que se le profesa? En absoluto: es culpa de la secular actitud de las
oligarquías latinoamericanas que siempre han visto sobre el hombro a las
mayorías populares.
¿Qué tipo de sociedad se construye en
Venezuela? Una sociedad más inclusiva, menos inequitable. Con bastante
seguridad, una sociedad que busca no ser neoliberal y que, por lo tanto podría
caracterizársele como postneoliberal.
¿Avanzan en Venezuela hacia el
socialismo? También se hacen esfuerzos
en esa dirección. Son esfuerzos que, a veces, dan palos de ciego, o que yerran
el rumbo, pero ese es el sino de nuestra época. Porque hoy no hay modelos como,
para bien o para mal, los hubo antes. Afortunadamente hoy podemos errar, pero
erramos nosotros mismos; en esta oportunidad, erramos a través de los
venezolanos. Así que, a golpes y trompicones Venezuela construye un socialismo
“a la venezolana”, pensado por ellos mismos y erigido para ellos mismos.
Ese fue siempre nuestra aspiración,
nuestra desiderata: que nos dejaran pensar con cabeza propia y pudiéramos hacer
por nosotros mismos. Es la misma idea que repetían los sandinistas a inicios de
la década de los 80 cuando, recién triunfante la Revolución, la acusaban de
querer construir otra Cuba: no construiremos otra Cuba –decían- sino otra
Nicaragua.
Chávez ha sido fundamental, también, en
cimentar una nueva forma de vinculación de los países latinoamericanos entre
sí, y entre éstos y los Estados Unidos de América. No ha sido el único, es
cierto, pero ha sido piedra de toque. Ha sabido enlazarse con Brasil, que es un
gigante que despierta a la palestra mundial con nuevas fuerzas; con Argentina,
con Bolivia, con Ecuador.
Ha surgido entonces no solo una nueva
voz sino una nueva fuerza. Por primera vez en toda nuestra historia hemos
tenido posiciones dignas e independientes en esta parte del mundo, y el imperio
del Norte ha visto restringirse su paso omnipotente. No es poca cosa.
La presencia de Chávez en Venezuela
incide también en el empoderamiento que han tenido los movimientos sociales.
Con gobiernos progresistas en los países antes mencionados tienen más espacio
de acción, más posibilidades de influencia.
Las izquierdas latinoamericana no
siempre han entendido la dimensión de avance que significa Chávez para América
Latina. En la misma Venezuela, algunas de sus expresiones se le oponen y hacen
coro con la derecha reaccionaria.
Ya ha pasado ese tipo de cosas en otros
tiempos. Antes del triunfo sandinista en la Nicaragua de la década de los 70,
la izquierdea ortodoxa, miope y descontextualizada, quedó al margen del
torrente de transformación revolucionaria al que, más tarde y con el rabo entre
las piernas, se unió.
No se cometan, nuevamente, los mismos
errores.
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