Ver la
portada de un diario; observar la emisión de un noticiero, leer los cables de
las agencias noticiosas es remitirse a preclaros ejemplos de manipulación
ideológica con fines ocultos.
Rafael Cuevas Molina / Presidente
AUNA-Costa Rica
¿Por
qué fue tan importante el papel de la Iglesia Católica en el proceso de
conquista y colonización de América? Por su papel de agente colonizador de las
conciencias. Como se sabe, los mandamientos de la Corona eran apremiar al
sometimiento pacífico de aquellos a los que, enfrentados a quienes se les
presentaban armados hasta los dientes, oían que se les leía una jerigonza en la
que se les conminaba a aceptar y practicar un orden ideológico desconocido.
Lo
tenía claro la Corona Hispana, como lo han tenido claro todos aquellos que han
querido establecer dominio sobre otros. No fueron solo los que vinieron de
allende el océano, porque ya teníamos ejemplos autóctonos antes de que ellos
llegaran. Véase, por ejemplo, el uso de la cultura, entendida esta como visión
de mundo, que hicieron los incas al avanzar sobre otros pueblos colindantes al
momento de ir armando el Tahuantinsuyo en el siglo XIII, ese espacio
civilizatorio que conocemos como Imperio Inca. Lo que hoy llamamos políticas
atinentes a la interculturalidad fueron hábilmente manejadas para integrar a
los pueblos sometidos, aminorando la oposición a la imposición las estructuras
imperiales.
Y lo
mismo sucedió con los aztecas, que transformaron la cultura náhuatl en
herramienta de unificación y ligamen de los distantes puntos del imperio con el
centro ubicado en la Meseta Central mexicana. Para no mencionar la operación de
reinterpretación de toda la historia anterior a la llegada de los mexicas a
dicho Valle Central a finales del siglo
XIII, en la que ellos aparecían como descendientes de pueblos y linajes
históricos y prestigiosos.
Y si
damos el salto hasta nuestros días, véase la importancia que adquiere dentro
del aparato de dominación norteamericano esa enorme industria que es la de las
comunicaciones y el entretenimiento, que es usada como Caballo de Troya para
conseguir lealtades hacia una forma de ver el mundo vinculada al american way of life. En su centro,
Hollywood, que produce como en banda de producción fordista mensajes directos,
indirectos y subliminales que concitan la adhesión a través de la manipulación
de sentimientos como el amor, la empatía, la solidaridad o la necesidad de
justicia.
De
aquellos curas que, con el hábito raído, en medio del polvo de los caminos,
envueltos por el miedo de enfrentare a lo desconocido, se paraban con un
crucifijo en una mano y la Biblia en la otra frente a pueblos que le eran
desconocidos, al bien aceitado aparato hollywoodense y de las transnacionales
de la comunicación hay más que solo quinientos años: hay la compresión cabal
que la conquista de las subjetividades es un aspecto central para lograr
objetivos políticos, económicos o de cualquier otra índole.
Por
eso la batalla de los grupos dominantes para no perderlos, y por eso todo el
andamiaje armado para justificar defender su propiedad con uñas y dientes. En
cuanto algo los toca o, menos aún, en cuanto se sospecha que podrían tocarlos,
ponen el grito al cielo, se rasgan las vestiduras y sacan a relucir el un
diccionario de frases trilladas que, sin embargo, caen en terreno fértil
previamente abonado.
Estando
imbuidos dentro de los procesos en los que tale estrategias se desarrollan, hay
necesidad de contar con herramientas especializadas, o cuando menos con una
cierta sensibilidad, para darse cuenta de las manipulaciones y los intereses
ocultos tras la piel de cordero.
Eso
pasa cotidianamente en Nuestra América. Ver la portada de un diario; observar
la emisión de un noticiero, leer los cables de las agencias noticiosas es
remitirse a preclaros ejemplos de manipulación ideológica con fines ocultos.
Como en el período de la Conquista, solo que ahora a través de una infraestructura
en la que ya no necesitan al agente frente a la puerta de nuestra ciudad
sosteniendo en las manos los símbolos del sometimiento. Para eso está la tele, la compu, el internet.
Es
decir, seguimos cayendo de pendejos.
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