La irracionalidad de
Trump ha tenido que ser repelida hipócritamente por estos mandatarios que hoy
se ubican incluso, a la derecha de la derecha venezolana, cuando una buena
parte de estos han decidido participar en las elecciones locales que por
decisión de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), se han adelantado para
octubre, en la búsqueda de la paz necesaria y el diálogo ineludible.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
Que un presidente de
Estados Unidos amenace a otros con una intervención militar si no cumple lo que
su administración ordena, es una redundancia desde finales del siglo XIX,
cuando las iniciales 13 colonias que le dieron vida a ese país, comenzaron su
expansión hacia el oeste avasallando a los pueblos originarios de esas
regiones, destruyendo sus civilizaciones
y culturas. Ya en el gobierno de John Adams (segundo presidente de Estados
Unidos) que comenzó en 1797, se aprobaron las “Leyes de Extranjería y Sedición”
que significaron, de alguna forma, la legalización de la amenaza contra los
ciudadanos de un país considerado hostil.
De manera tal que no es
extraño, que Donald Trump, siguiendo el ritual de sus antecesores haya
amenazado a Venezuela con una intervención militar, solo ha cambiado el
formato: El 9 de marzo de 2015, el presidente Barack Obama emitió un decreto
que declaró a Venezuela como una amenaza para la seguridad de Estados Unidos.
Por su parte, en agosto de 2006, el presidente George W. Bush, había afirmado
que “…Chávez no era una amenaza militar”, pero aseveró que si era “una amenaza
para el debilitamiento de la democracia” (sic).
En fin, palabras más,
palabras menos, la condición de pueblo elegido que ha sido auto asumido como
destino divino de Estados Unidos, le proporciona la justificación a sus
presidentes para amenazar, sancionar, invadir, atacar, asesinar y derribar
gobiernos por la fuerza en cualquier lugar del mundo. Trump no ha querido ser
la excepción, haciendo grandes méritos para obtener el Premio Nobel de la Paz
que en años recientes se le da a presidentes que invaden otros países, el
magnate estadounidense ya ha amenazado con guerras, intervenciones militares y
sanciones a Rusia, Irán, China, República Democrática Popular de Corea, Siria,
México, Cuba entre otros y ahora a Venezuela, diciendo en este caso, que
Estados Unidos tiene muchas opciones “incluida la militar”.
Por si nadie se ha dado
cuenta, lo que ha hecho es exteriorizar un deseo para el cual se vienen
preparando desde hace muchos años, en ello se inscriben la instalación de siete
bases militares en Colombia; la reactivación de la Cuarta Flota de la Armada de
Estados Unidos; la instalación de bases militares avanzadas estadounidenses en
Aruba y Curazao, la realización del ejercicio militar Tradewinds 2017 en
Barbados y en Trinidad y Tobago, a escasos kilómetros de las costas
venezolanas, con la participación de 14 países del Caribe, además de México,
Estados Unidos, Canadá Francia, Holanda y Gran Bretaña, durante el pasado mes
de junio y la realización por primera vez en la historia, de las maniobras
militares Amazon Long en la amazonía brasileña, durante el próximo mes de
noviembre, con la participación de tropas de Brasil, Colombia y Perú que se
subordinarán a Estados Unidos, bajo una idea operativa elaborada por su Comando
Sur, son expresión fehaciente de los planes para esta opción militar mencionada
por Trump. Para los que crean que estoy paranoico, miren el mapa, coloquen
todas las acciones bélicas o pre bélicas antes señaladas y se darán cuenta que
en el centro geográfico de todos estos aprestos operativos está Venezuela.
La pregunta que surge
entonces, ¿por qué es distinto lo que ha dicho Trump de lo que ha sido una
rutina en el lenguaje agresivo de los gobernantes estadounidenses durante los
últimos 200 años? Lo que marca la
diferencia, es que estamos ante el que, tal vez sea el primer presidente
estadounidense que abiertamente ha mostrado en días recientes una idea menguada
de lo que significa el legado nazi fascista que acosa a Estados Unidos a través
de supremacistas blancos no repudiados por él, al contrario, su actitud fue de
absoluta contemplación ante el hecho (vale hacer un paréntesis para decir que
el gobierno de Israel ha guardado desvergonzado silencio frente a estos
brutales acontecimientos). También nos enfrentamos al primer presidente
estadounidense que explícitamente demuestra su práctica xenófoba, racista,
misógina y homofóbica, con lo cual, de la misma manera que Hitler, manifiesta
su público desprecio hacia mucho más de la mitad de la población del planeta. Asimismo, es el presidente que sin
arrepentimiento alguno expresa el espíritu de la elite estadounidense que
desaíra al resto de los países si no se arrodillan ante su poder, incluso
haciendo patente, públicas exhibiciones de humillación y ofensa hacia sus pares
de otras naciones, incluyendo algunos que son sus aliados más conspicuos como
Alemania, Australia y México.
Paradójicamente, la
amenaza militar de Trump contra Venezuela, no es peligrosa por la racionalidad
que haya podido llevar a tal conclusión. No sabemos si, para que Trump haya
desenfundado su twitter o su golfística verborrea, previamente hubo una junta
con sus asesores, con el Departamento de Estado, con el alto mando militar, con
sus servicios de inteligencia o con todos ellos reunidos, algunos de los cuales
también desearían intervenir militarmente en este país. Probablemente no…y eso
es lo peligroso: da opiniones y toma decisiones a partir de una irracionalidad
y una individualidad que tiene validez cuando actúa al mando de sus empresas
privadas y puede poner en juego su interés personal, pero que es de suma alarma
cuando se trata del jefe del país que tiene las fuerzas armadas más poderosas
del planeta y la mayor cantidad de armas de exterminio masivo, sean estas
atómicas, químicas o biológicas.
De ahí, el riesgo que
emana de tales declaraciones no solo para Venezuela, sino para toda la región.
De ahí también, que los gobiernos derechistas de Colombia, Perú, México y
Chile, entre otros, cuyas cancillerías, cual marionetas que se mueven bajo los
hilos del Departamento de Estado, hacen el trabajo sucio que la OEA no pudo
realizar, se hayan, -sin embargo- apresurado a rechazar las declaraciones
imperiales e intervencionistas de Trump.
No lo hicieron por amor
o preocupación por Venezuela y su pueblo (chavista o no), sino porque inmersos
en un desprestigio generalizado, la mayoría con índices de popularidad que no
rebasan el 20 % (el usurpador Temer tiene solo 5%), saben que un asalto armado
a Venezuela, y la eventual respuesta del pueblo y sus fuerzas armadas,
extenderán el conflicto fuera de nuestras fronteras con consecuencias internas
inmediatas: muy probablemente las FARC y el ELN se verían obligados a retornar
a la guerra cuando las fuerzas armadas de Estados Unidos irrumpan en Colombia,
o ¿es que acaso en el Medio Oriente, se ha circunscrito estrictamente a los
países que ha agredido?, la lucha armada tomaría cuerpo nuevamente en algunos
países de América Latina, en otros, la izquierda cobraría nuevas fuerzas en
momentos de una feroz arremetida neoliberal y ultra conservadora, las débiles
alianzas entre sectores social demócratas y de derecha que gobiernan en Chile,
Uruguay, México, Ecuador y República Dominicana por ejemplo, quedarían
superadas, decenas de miles o tal vez centenares de miles de refugiados (como en el Medio Oriente) irrumpirían en los países cercanos generando
desestabilización y creando caos laboral, económico y social. Basta mirar lo
que está ocurriendo al respecto en la “civilizada “ Europa.
Así, la irracionalidad
de Trump ha tenido que ser repelida hipócritamente por estos mandatarios que
hoy se ubican incluso, a la derecha de la derecha venezolana, cuando una buena
parte de estos han decidido participar en las elecciones locales que por
decisión de la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), se han adelantado para
octubre, en la búsqueda de la paz necesaria y el diálogo ineludible.
En su desesperado apoyo
al terrorismo, Peña Nieto, Bachelet, Santos, Kuczynski, Macri y compañía siguen
negando validez a las elecciones del 30 de julio, aún cuando la participación
de la oposición en ellas signifique el reconocimiento –sino explícito-, al
menos tácito de la ANC del Consejo Nacional Electoral y de toda la
institucionalidad del país. Son tan hipócritas que rechazan la agresión militar
de Trump, pero apoyan las acciones terroristas y los desmanes violentos que
fueron derrotados por el pueblo venezolano y las fuerzas armadas y de
seguridad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario