Se acusa a Venezuela de
no ser una democracia. Se dice que su presidente desde 2013, Nicolás Maduro, es
un dictador. De su antecesor, Hugo Chávez, se afirmó que era un tirano. En
blanco y negro ¿qué tan ciertas son estas imputaciones?
Luis
Hernández Navarro / LA JORNADA
En sentido estricto,
desde la perspectiva de la transformación social, la discusión implica,
contrastar la relación (o falta de ella) existente entre la democracia
procedimental y la democracia participativa y la construcción del poder
popular. Pero, dejemos de lado por ahora este asunto, y revisemos solamente si
la vida política venezolana cumple con los rasgos principales de una democracia
representativa.
A raíz la muerte de Hugo
Chávez, el vicepresidente Nicolás Maduro asumió, provisionalmente, la
presidencia de Venezuela, el 8 de marzo de 2013. Casi un mes después, el 14 de
abril, ganó las elecciones presidenciales para un periodo de seis años (hasta
2019), con una diferencia de más de 200 mil votos con respecto a su más cercano
competidor, el derechista Henrique Capriles. Maduro fue democráticamente electo
como legítimo mandatario de la República Bolivariana de Venezuela.
En una dictadura no se
celebran elecciones. Sin embargo, en Venezuela hay comicios y consultas
públicas regularmente. Desde que Hugo Chávez asumió la Presidencia de la
República en 1999 ha habido innumerables comicios: cuatro presidenciales
(cinco, si se cuenta el que ganó Chávez por primera ocasión en 1998), cuatro
parlamentarias, seis regionales, siete municipales y dos para Asamblea Nacional
Constituyente (ANC). Se han efectuado, además, seis referendos, incluyendo el
de 2004 que ratificó como jefe del Ejecutivo al hijo de Sabaneta.
Casi todas las elecciones
nacionales han sido ganadas claramente por el chavismo. Sólo en dos ha
triunfado la oposición (una, parlamentaria, en 2015). En las demás fue
derrotada. Eso no le ha impedido conquistar algunas gobernaciones y otros
gobiernos locales.
Venezuela tiene un
sistema político multipartidista, con grandes facilidades para hacer
coaliciones electorales. El principal agrupamiento opositor, la Mesa de Unidad
Democrática (MUD), está integrado por 19 partidos. Decenas de partidos hacen
política abierta y participan en las elecciones. Los requisitos legales para
formarlos son mucho más flexibles que en México.
En la Asamblea Nacional,
los pueblos indígenas tenían derecho a tres diputados, elegidos en tres
circunscripciones electorales. En la actual Asamblea Nacional Constituyente participan
ocho representantes indígenas, electos en un primer momento según sus usos y
costumbres, en casi 3 mil 500 asambleas.
El sistema electoral
venezolano garantiza comicios libres y justos. Sus resultados pueden ser
fácilmente verificables. El ex presidente de Estados Unidos James Carter,
crítico de Hugo Chávez, lo ha avalado en distintas ocasiones. “De las 92
elecciones que hemos monitoreado, yo diría que el proceso electoral en
Venezuela es el mejor del mundo”, declaró el ex mandatario.
Se dice que en Venezuela
no hay libertad de expresión y que los medios de comunicación están controlados
por el Estado. Cualquiera que haya pisado ese país y haya prendido el
televisor, la radio o revisado en los kioscos la prensa local sabe que eso no
es cierto. Primero, porque la mayoría de los medios están en manos privadas. Y,
segundo, porque en ellos se dicen libremente las peores barbaridades
imaginables, incluyendo insultos racistas contra Hugo Chávez y Nicolás Maduro.
Se convocan a movilizaciones ¡contra la dictadura! “¿Cuál tiranía permite que
un periódico la califique como tal?”, se pregunta el escritor Luis Britto.
En Venezuela, los medios
de comunicación privados (la mayoría opositores) son hegemónicos. En 2014,
explica Britto, operaban en Venezuela 2 mil 896 medios: 65.18 por ciento estaba
en manos de particulares; 30.76 por ciento era comunitario, y apenas 3.22 por
ciento era de servicio público.
En la radiodifusión
funcionaban 1 mil 598 emisoras privadas, 654 comunitarias y apenas 80 de
servicio público. En la televisión de señal abierta 55 canales eran privados,
25 comunitarios y apenas ocho de servicio público.
En Venezuela no hay
limitaciones a la libertad de asociación, reunión y protesta. Basta revisar la
prensa para documentar que en los últimos 18 años ninguno de esos derechos ha
sido proscrito en Venezuela; por el contrario, la oposición ha hecho uso de
ellos ¡hasta para llamar a deponer a los presidentes Chávez y Maduro! Las
protestas han sido disueltas cuando los opositores ejercen la violencia y
llaman a delinquir.
Leopoldo López no es un
demócrata, sino un fascista. No es un preso de conciencia, es un delincuente.
Se encuentra bajo prisión domiciliaria no por simpatizar con el dictador
Francisco Franco, sino por participar e impulsar los delitos de incendio y
daños que se ejecutaron como parte del plan de derrocamiento contra el
presidente Maduro llamado “La salida”.
Pero, la democracia es
mucho más que un asunto procedimental. Y si, como señaló Abraham Lincoln,
democracia es el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el pueblo, lo que
hay en Venezuela es una democracia mucho más profunda de lo que admiten sus
críticos. Es una democracia sustantiva que se hace realidad desde el poder de
las comunas, expresión de autogobierno popular en un territorio, con recursos,
competencias y facultades propias. (Véase, de Marco Teruggi, Lo que Chávez
sembró: testimonios desde el socialismo comunal).
El Estado comunal es,
según la legislación venezolana, la “forma de organización política social,
fundada en el Estado democrático y social de derecho y de justicia […] en la
cual el poder es ejercido directamente por el pueblo, con un modelo económico
de propiedad social y de desarrollo endógeno sustentable.
Ciertamente, muchas
críticas se pueden hacer al modelo venezolano. Pero, en blanco y negro, afirmar
que Venezuela es una dictadura y su presidente Nicolás Maduro es un tirano es
una calumnia. La democracia venezolana es mucho más profunda que la que existe
en la mayoría de los países cuyos gobiernos denuestan su revolución.
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