La denominada “operación libertad”, puesta en
ejecución desde enero y destinada a deponer a Nicolás Maduro de la presidencia,
ha llegado a su fin, ya que no alcanzó los objetivos por los métodos planteados.
Persiste la decisión de provocar un cambio de gobierno, pero se ha iniciado
otra etapa y un reajuste de estrategias. Una nueva iniciativa está en curso,
pero con un flujograma distinto, y se desconoce si será bautizada con otro
nombre.
Leopoldo Puchi / El
Universal
El propósito inicial era lograr que los miliares, por
medio de un levantamiento, una rebelión o un golpe palaciego, actuaran y
derrocaran a Maduro, dando paso a la transferencia del poder a la oposición.
Para impulsar a los militares a la acción trazada, se
utilizaron varios vectores de empuje. Uno de ellos cubría el campo
institucional y jurídico: la creación de una imagen de poder dual. El otro
vector corresponde al anuncio del embargo petrolero. En este eje, también
habría que anotar las sanciones individuales, que resultaron medianamente
efectivas para estimular el cambio de campo de varios oficiales. Un tercer eje
tenía que ver con la amenaza de una intervención militar extranjera.
FRACASO
En el contexto de fracaso de la “operación libertad”,
se ha abierto la posibilidad de la construcción de un acuerdo negociado, que
satisfaga parcialmente los intereses de uno y otro factor en pugna. Esta nueva
realidad corresponde al espacio de entendimiento que se ha abierto con la
mediación de Noruega.
De parte de Estados Unidos, el realineamiento de
estrategias ha sido formulado por Elliot Abrams, del Departamento de Estado,
quien en un reciente artículo publicado en el Nuevo Herald se aleja de la
fórmula inicial enunciada por el vicepresidente Mike Pence (“No es tiempo de diálogo,
sino de acción”) y reforzada de diferentes maneras por John Bolton y otros
miembros del Consejo de Seguridad Nacional.
NORUEGA
En su artículo, Abrams no hace referencia al llamado
“mantra” que comporta como paso inicial la salida de Maduro como condición
previa a cualquier acuerdo. Del mismo modo, señala Abrams: “Tanto la oposición
como las voces chavistas son esenciales para una transición pacífica y la
reconciliación nacional”, lo que contrasta con los ultimatos de Washington
durante la primera etapa de derrocamiento.
También vale destacar el siguiente párrafo, que
ilustra un espíritu más propenso al diálogo: “En su mejor momento el chavismo
representó la inclusión de voces venezolanas que tradicionalmente habían sido
excluidas de la conversación nacional”.
Sin embargo, se desconoce cuáles son los límites, en
cuanto a tiempos y modalidades, que se contemplan en esta nueva estrategia
estadounidense que pasa por la negociación. Tampoco se sabe, si las otras
oficinas de Washington que adelantan otras estrategias terminarán por imponerse
de nuevo. Por el momento, sería oportuno apostar a que en Oslo se llegue a un
verdadero entendimiento.
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