Todo el comercio
marítimo de EEUU de un océano al otro pasa por el Canal de Panamá. Es una plaza
geopolítica de mucha importancia y no quiere que Panamá, ni movimientos
regionales y, mucho menos, factores extra-regionales desestabilicen la
correlación de fuerzas.
Marco A. Gandásegui, hijo / Para Con
Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
La Doctrina Monroe fue
preparado en 1823 por el entonces secretario de Estado norteamericano, John
Quincy Adams, dirigido a las potencias imperiales europeas. Expresaba en forma
explícita que cualquier intervención de ellas en el hemisferio occidental sería
considerada una ofensa a la integridad y soberanía de EEUU. En otras palabras,
y para ser más claro, EEUU se reservaba lo que después se llamaría América
latina como territorio propio. Todos los gobiernos norteamericanos en el siglo
XX aclaraban que el contenido de esa llamada Doctrina no tiene vigencia y es
cosa del pasado. Hasta ahora.
Los gobiernos panameños
quizás han sido los más afectados por las pretensiones territoriales norteamericanas.
El siglo XX fue una lucha permanente por ejercer la soberanía sobre la
totalidad de su territorio a pesar del poderío norteamericano que ocupaba una
franja de 1,000 kilómetros cuadrados que atravesaba el istmo de Panamá. La
Doctrina Monroe fue complementada por el corolario de Teodoro Roosevelt que se
sintetiza en su famoso grito: ‘Me tomé Panamá, mientras el Congreso de EEUU
dormía’. El presidente electo, Laurentino Cortizo, tiene que tener estos
antecedentes históricos muy presentes cuando asume el poder en unos 10 días.
El asesor del
presidente Donald Trump en asuntos de seguridad nacional acaba de decir que
“hoy proclamamos con orgullo para que todos lo oigan: la doctrina Monroe está
viva y bien”. Es otro momento, distinto a 1823, cuando Washington miraba hacia
Europa. Bolton tiene su mirada sobre China, nueva potencia emergente asiática,
que tiene una presencia económica creciente en América latina y, en particular,
Panamá. Los políticos norteamericanos siempre han considerado, y así lo afirman,
que el continente es su ‘patio trasero’. Hace poco el vicepresidente de EEUU,
Mike Pence, dijo que su país no puede intervenir en cualquier país del mundo,
con la excepción de América Latina.
A principios del siglo
XIX la política oficial de EEUU consistía en conservar el status quo en
cuanto a sus relaciones con la América española. Cuando los generales
venezolanos Francisco Miranda y Simón Bolívar, en diferentes momentos, le
solicitaron a Washington apoyo para las luchas revolucionarias por la independencia
de la región, EEUU se declaró neutral. A pesar de ello le vendía armas a la
corona española para suprimir los levantamientos desde México hasta Argentina,
pasando por la gran Colombia. La Doctrina Monroe se dio a conocer en 1823,
cuatro años después del Congreso de Angostura y dos años después de la
independencia de Panamá y un año antes que la batalla de Ayacucho sellara el
triunfo de las armas independentistas y tres antes del Congreso Anfictiónico
convocado por Bolívar en la ciudad de Panamá.
El plan de EEUU,
anunciado por el presidente Jefferson a principios del siglo XIX, era esperar
que cada colonia española cayera como fruta madura para que Washington la
cosechara sin disparar un tiro y sin derramamiento de sangre. Fue su estrategia
al comprarle a Francia el territorio de Louisiana en 1803, que conforma la
enorme cuenca del río Misisipi. Así se esperaba que el resto de la región
quedara bajo control de EEUU. El plan no se desarrolló como se esperaba. A
partir de fines del siglo XIX, EEUU encontró la fórmula para apropiarse de las
riquezas naturales de la región sin necesidad de anexar los territorios
latinoamericanos (con la excepción de Puerto Rico).
Pero está obligada a
intervenir militarmente en forma permanente para someter los pueblos y para dar
apoyo a los grupos que están a su servicio. En la actualidad, el presidente
Trump no descarta una invasión a Venezuela, país que no se somete a sus
dictados. Igualmente, durante 60 años mantiene un bloqueo asfixiante contra
Cuba, amenaza a Nicaragua así como a Bolivia y arremete contra México. En el
pasado ha tenido problemas similares con los demás países latinoamericanos que
ha logrado ‘disciplinar’ de una u otra manera.
En el caso de Panamá,
EEUU está interesada en conservar su dominio sobre la ruta de tránsito que une
los océanos Pacífico y Atlántico. Todo el comercio marítimo de EEUU de un
océano al otro pasa por el Canal de Panamá. Es una plaza geopolítica de mucha
importancia y no quiere que Panamá, ni movimientos regionales y, mucho menos, factores
extra-regionales desestabilicen la correlación de fuerzas. No es casual que
Bolton busque refugio en la Doctrina Monroe para hacer la guerra en lo que EEUU
considera su ‘patio trasero’.
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