México
ha logrado un respiro, pero el garrote imperial blandido por el atrabiliario e
impredecible brazo de Donald Trump sigue amenazándolo.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde
Puebla, México
La
semana pasada México estuvo en vilo ante la amenaza de Trump de poner aranceles
a sus exportaciones hacia Estados Unidos de América. El lunes 10 se
impondría un arancel de 5% el cual se iría subiendo hasta llegar a un
25% si México no cumplía las condiciones que Washington demandaba. La imposición arancelaria hubiera colocado a México en una situación económica
sumamente precaria. Hubiese implicado una significativa devaluación del
peso, reducción del PIB de más de 1%,
1.2 millones de desempleados y la virtual desaparición del Tratado de Libre
Comercio México-Estados Unidos-Canadá. Una delegación mexicana encabezada por
el canciller Marcelo Ebrard viajó a Estados Unidos de América para llegar a un
acuerdo que evitara los aranceles. Al iniciar las negociaciones, Washington
demandaba que a cambio de no imponer dichos aranceles, México contuviera
militarmente a los inmigrantes centroamericanos y se convirtiera en un “tercer país seguro”
para aquellos que traspasaran la frontera.
Ello implicaría que absorbiera la migración que busca llegar los Estados
Unidos de América.
Más
allá del uso electoral que Trump le está dando al asunto, el hecho cierto es que el triángulo norte de Centroamérica
está sumido en un creciente caos provocado por el fracaso neoliberal, el
narcotráfico y las políticas estadounidenses hacia la región. La migración
centroamericana ha oscilado en los últimos años entre 300 y 400 mil migrantes.
En 2019 al mes de mayo ya había llegado al medio millón, en abril arribaron a
la frontera estadounidense 110 mil y en mayo llegaron otros 140 mil más. Si
esto siguiera así, a fin de año se estaría llegando a 1.6 millones de
migrantes. Guatemala, Honduras y El Salvador son estados y sociedades fallidas.
Y ello se ha convertido en un problema de Estado para el propio México, porque
la Casa Blanca lo quiere usar como un muro para la estampida migratoria
centroamericana y de otros lugares.
El
acuerdo del viernes 7 de junio tiene cuatro puntos. 1. México desplegará 6 mil
efectivos de la Guardia Nacional en la frontera sur (lo cual entra en sus
planes de despliegue nacional de dicha fuerza operativa) y registrará a los
migrantes con estricto apego a sus derechos humanos. 2. Recibirá temporalmente
a los solicitantes de asilo en Estados Unidos de América. 3. Se evaluarán en 45
días los efectos de los acuerdos y si es el caso negociarán otras medidas. 4.
Washington acepta por escrito impulsar el Plan de Desarrollo Integral El
Salvador-Guatemala-Honduras-México de la CEPAL y a erogar fondos para su
implantación. Este es el logro más importante de México en las negociaciones
además de evitar ser considerado “tercer país seguro”. Lo que quería Washington
era control militar para detener a los migrantes y que estos se convirtieran en
problema de México si lograran pasar la frontera mexicana. México logró después
de ocho horas de negociaciones que Washington se comprometiera con el Plan
de Desarrollo Integral.
México
ha logrado un respiro, pero el garrote imperial blandido por el atrabiliario e
impredecible brazo de Donald Trump sigue amenazándolo.
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