La sociedad chilena no
tendrá una constitución política democrática si sigue la “hoja de ruta” trazada
por el gobierno corrupto de Sebastián Piñera y el ilegitimo parlamento. Por esa razón, ha comenzado
articularse y, espero, que pronto se organice social y políticamente, una
tercera posición ciudadana para enfrentar la coyuntura constitucional.
Juan Carlos Gómez Leyton / Para Con Nuestra América
Desde Santiago de Chile
In
memoria de Mónica Echeverría, una mujer que estremeció las vetustas y añejas
estructuras del poder patriarcal y de la sociedad capitalista nacional.
En
honor a Mauricio Fredes, mártir de la lucha en contra de la sociedad
neoliberal.
Para
[las] élites [de poder y en el poder] la
reconstrucción del movimiento popular,
el
desarrollo de la propia democracia, llega
a ser sentida como un riesgo
a
su status de allegados del sistema
engendrado desde 1973.
Joan
E. Garcés
La sociedad chilena
neoliberal, políticamente, es una sociedad conservadora que ha rechazado
sistemáticamente el cambio político profundo. Desde 1988 en adelante no solo
las elites de poder y en el poder, sino también la ciudadanía política
tradicional, han rechazado alterar, modificar, transformar, las estructuras del
poder instalado, por las fuerzas sociales y políticas vinculadas al capital y
al poder imperial. Hoy, enfrentadas, a una de las rebeliones sociales y
políticas de mayor envergadura de la historia reciente nacional, han optado,
nuevamente, por impulsar un proceso de cambio breve, lento, gradual,
controlado, en una dirección totalmente opuesta a lo que demanda la ciudadanía
en rebeldía. Su objetivo político es conservar lo más que se pueda de lo
existente y tan solo modificar aquello que no modifique, ni altere, ni
derrumbe, los pilares, fundamentales, de la sociedad capitalista.
La rebelión social que
estalló el 18 de octubre de 2019, impulsada por la ciudadanía subpolítica, no
busca ni se plantea un cambio político mínimo. Todo lo contrario, la
insurrección de los sectores sociales populares, que han sostenido, la rebelión
en vilo, demandan la transformación radical de la sociedad neoliberal. Así lo
han expresado desde el primer momento en la consiga: “el neoliberalismo nació
en Chile y aquí muere”.
Esta consigna, junto
con la demanda que pide la “renuncia de Piñera”, expresa, el deseo y la
aspiración de un cambio histórico mayor, profundo y de largo alcance. Que no
puede ser reducido a un cambio de la estructura jurídica-política del Estado, o
sea, de un cambio solo y exclusivamente constitucional. No es solo la
Constitución Política de 1980, lo que molesta, sino todo, lo “neoliberal”.
Lo que la rebelión
política ha expresado y sigue expresando, en las calles de las ciudades del
país, pero, también, en los espacios territoriales locales, barriales,
poblacionales, comunales, etc., es poner fin a la dominación capitalista
neoliberal y terminar con todas las instituciones establecidas por el
neoliberalismo que explota y devasta a los seres humanos y a la naturaleza en
el país hace 47 años.
La ciudadanía rebelde
no quiere ni desea mantener esas estructuras económicas, sociales, culturales y
políticas que los han oprimido todo ese tiempo. La rebelión es para liberarse
de esa opresión. No para que la opresión cambia de gradualidad o intensidad
bajo otra forma capitalista. No, la lucha de todas, todos y todes los que
concurren a la Plaza Dignidad los días viernes es por el cambio total. Y, es
una manifestación y una visibilización de su presencia rebelde en el espacio
público, aunque los repriman, los quemen, los mutilen o los maten. Una
advertencia de que su lucha no ha concluido. Pues, su victoria política se
verificará solo cuando toda la elite de poder y en el poder sean destituidos de
esos espacios y se haya modificado radicalmente la estructura social del poder
del capitalismo neoliberal.
Por cierto, que esa
aspiración y expectativa política e histórica implica un cambio mayor en la
sociedad chilena. No se trataría de un cambio político breve, una transición
política entre un régimen democrático limitado, como el actual, a otro régimen
democrático liberal ampliado; no, se trata, más bien, de un cambio político
revolucionario.
La rebelión social
apunta, justamente, aquello, producir un “cambio revolucionario”, que haga
estallar todo. Esta aspiración y deseo político, tiene, por cierto, aterrada a
la clase política tanto opositora como gobernante, a sus intelectuales
orgánicos, a los medios de comunicación, a los gremios empresariales, a las
instituciones académicas públicas como privadas; a la alta, mediana y pequeña
burguesía neoliberal. E, incluso a muchos de los sectores medios que al
principio aplaudieron el “estallido social”. Hoy, a tres meses, de la
insurrección ciudadana subpolítica. Están, también, aterrados. Por esa razón,
empujados por el miedo político a lo popular y a la radicalidad de su lucha
social, han aceptado y comenzado a recorrer el camino que el poder
gubernamental y parlamentario le ofrecen, el proceso constituyente, o sea, el
cambio político breve, gradual, lento y controlado.
Es ese “miedo
político”, el que ordena actualmente las diversas posiciones políticas que los
actores políticos, los partidos políticos, principalmente, como también los
actores sociales y la ciudadanía en general, ante el proceso constituyente.
Veamos cómo se han ordenado las diversas fuerzas políticas y sociales ante la
actual coyuntura constitucional.
Tengamos presente, un
punto central y fundamental. La coyuntura constitucional no fue abierta por la
ciudadanía subpolítica popular en rebeldía. Si no que esta fue instalada por
distintos grupos políticos, vinculados a la ciudadanía tradicional, a los
partidos del orden, parlamentarios o extraparlamentarios. Que vienen desde el
año 2006 en adelante, pero con mayor fuerza desde el 2011, planteando la
demanda de convocar a una Asamblea Constituyente (AC) para cambiar la CP80. Sin
embargo, la demanda por una AC, como señalábamos, más arriba, no era una
demanda manifestada por los “rebeldes” del 18-O. Esta fue levantada,
aprovechando, la estructura política de oportunidades que abrió la rebelión.
El desconcierto,
desolación, incredulidad, perplejidad, estupefacción, confusión, desorientación
y sorpresa tanto del gobierno de S. Piñera como de los partidos políticos del
orden ante la sublevación ciudadana y popular, los llevo, a subirse y aferrarse
a la “tabla de salvación” que fue lanzada por los sectores políticos opositores
de realizar un cambio constitucional “radical”: terminar con la CP80. Ante la
posibilidad de un naufragio del gobierno y el sistema político durante las
primeras semanas del “estallido rebelde” y, sobre todo, del fracaso de la
solución militar. No quedo otra que aceptar, regañadientes, el cambio
constitucional radical.
El acuerdo del día 15 de
noviembre, entre los partidos políticos gubernamentales y los opositores abrió
la coyuntura constitucional. Más allá de las escaramuzas y rencillas internas
el “acuerdo” vino a poner orden. Y, levantar una “gran muralla institucional” de protección tanto para el gobierno
como para el sistema político. Prontamente, los legisladores acordaron hacer
las reformas constitucionales necesarias para que el presidente S. Piñera,
pusiera en marcha el proceso constituyente. Se fijó el calendario. Y, la cuenta
regresiva para el plebiscito de entrada está corriendo. Aunque los principales actores políticos que
van participar en esta carrera, están muy inquietos en la línea de partida.
La nerviosidad y la
preocupación tanto de los partidos políticos que integran el Chile Vamos, o
sea, la derecha política como también de los partidos opositores,
especialmente, aquellos que conformaron en su momento la Concertación y la
Nueva Mayoría, gravita y consiste en el hecho, central y fundamental de la
actual coyuntura critica, la rebelión social popular y de la ciudadanía de
subpolítica, no se detiene ni disminuye. Todo lo contrario. Esta sigue
prescindiendo de lo que el gobierno y la clase política están realizando. En
otras palabras, la insurrección no le interesa ni presta atención a lo que el
gobierno o los partidos políticos opositores, plantean o hacen. La radicalidad
de la insurrección quedo ampliamente registrada y manifiesta su voluntad de
cambio, en el boicot a la prueba de selección universitaria, convocada y
efectuada de manera exitosa, por la Asamblea Coordinadora de Estudiantes Secundario, ACES. Quienes develaron, por un lado, el trasfondo clasista y
discriminador de dicho instrumento de selección universitaria y por otra, la
forma coludida y corrupta de operar del gran negocio que tanto el DEMRE como el
CRUCH hacen de ese proceso. La ciudadanía nacional, aunque rechazo la forma y
estuvo, mayoritariamente, de acuerdo con las demandas de fondo de la ACES.
La criminalización de
la acción política y la invocación de la Ley de Seguridad del Estado, por parte
de la impopular Ministra de Educación, Marcela Cubillos, para los dirigentes de
la ACES, convoco una masiva manifestación el viernes 10 de enero en la Plaza
Dignidad. Esta movilización fue en solidaridad con la ACES. Miles de ciudadanos
y ciudadanas respondieron al llamado. Fueron, por cierto, violentamente
reprimidos por el aparato policial del Estado. Lo importante de resaltar aquí,
es lo siguiente: al cabo de casi tres meses de rebelión social esta muestra una
fuerte cohesión política y potencia que destroza la tesis de su desgaste.
Cabe señalar, por
cierto, que la rebelión ha abierto otros flancos de lucha social activa.
Especialmente, en los espacios territoriales, un ejemplo, es lo que ha
acontecido en Pudahuel Sur. Si olvidar ni dejar de lado, el cambio
constitucional propio. O sea, la rebelión “no está ni ahí” con el proceso
institucional estatal sino, su interés político está en el proceso
constituyente popular autoconvocado.
Allí se escribe la nueva constitución política del Estado Plurinacional.
Todo lo anterior,
explica el nerviosismo del conglomerado aliancista y gubernamental, Chile
Vamos. Y, si bien, tanto Renovación Nacional (RN) como la Unión Demócrata
Independiente (UDI) no rechazan el proceso constituyente, han argumentado que
dado que la movilización insurrecta ciudadana subpolítica se mantiene ellos han
decidido votar por “no apruebo” en el plebiscito del 26 de abril, o sea, no
aprobar el cambio de la constitución política actual, o sea, en otras palabras,
mantener vigente la CP80. Incluso, la UDI, ha insinuado solicitar al presidente
Piñera que este plebiscito no se realice, dado el contexto de violencia,
desorden, insurrección social y política.
Por su parte, los
partidos políticos de la exConcertación y de la Nueva Mayoría, están muy
preocupados, principalmente, los sectores neoliberales por la potencia y
continuidad política de la rebelión. La reciente carta firmada por
exfuncionarios de los gobiernos de la “centroizquierda”, prueba irrefutable de
su conservadurismo neoliberal. Instan en representación de ellos mismos y tal
vez, de sus familias y de nadie más; “a superar la crisis y la violencia que
inquieta a la gran mayoría de Chile, evitando errores voluntaristas y mostrando
moderación”. Y, por cierto, y señalan cual es el único y verdadero camino que
salvaría a la sociedad neoliberal amenazada por “minorías de exaltados,
irresponsables y fanatizados que avasallan a la gran mayoría de chilenos que
han escogido el camino del proceso constitucional dentro de las reglas y
respeto democrático”.
Cabe señalar que la
carta “En Defensa de la Democracia”, defiende la democracia protegida
consagrada en la CP80 que este sector político mantuvo, institucionalizó y
legitimó desde 1988, en adelante. Ellos, militantes de la Democracia Cristiana,
del Partido Socialista de Chile, del Partido por la Democracia, de los
distintos Mapus, etcétera, en 1986, corrieron a refugiarse, ampararse, a
protegerse en la institucionalidad pinochetista y de la CP80, ante la capacidad
bélica mostrada por la resistencia armada popular a la dictadura. Luego del
fallido atentado contra del dictador por parte del Frente Patriótico Manuel
Rodríguez (FPMR), tanto la Alianza Democrática, como el Bloque Socialista y
sectores del MDP (Movimiento Democrático Popular), optaron, por bajar y
suspender las movilizaciones sociales, las llamadas Jornadas de Protesta
Nacional y aceptar, a nombre de la mayoría ciudadana silenciosa, la trayectoria
institucional de la dictadura. En otras, palabras, a preparar su participación
en plebiscito sucesorio contemplado en la CP80, para el año 1988. Y, por
cierto, no discutir la legitimidad de dicha constitución, aceptando, la tesis
política de Patricio Aylwin, planteada en 1984.
Hoy, igual que ayer,
estos sectores, por cierto, algunos promotores directos, del derrocamiento del
gobierno popular de Salvador Allende y del genocidio popular, aceptan y llaman
a participar en plebiscito por una nueva Constitución Política de espaldas y
contra de lo que el pueblo rebelde plantea. Estos ciudadanos rebeldes son tratados
o mejor dicho maltrados de manera insolente y grosera, despectiva y clasista:
son “exaltados, irresponsables y fanatizados” y, por cierto, una minoría.
En su actitud de
soberbia política inaudita, en hombres y mujeres que sufrieron, como
exfuncionarios del gobierno popular, la persecución política, el exilio, el
encarcelamiento y la tortura, hoy desprecian a las y los ciudadanos rebeldes,
solo por luchar contra un sistema que las y los oprime. Da vergüenza. Ellos,
son la “verdadera amenaza” para la democracia y, sobre todo, para la vida de
millones de chilenos y chilenas, los cuales ellos durante 24 años, condenaron a
la marginalidad, a soportar durante años la devastación que el neoliberalismo
hacía de sus vidas, mientras ellos desde los recintos del poder disfrutaban de
las bondades del sistema. Hoy cuando los “condenados por el neoliberalismo”
dicen basta, ellos, con un cinismo total, los denuncian como “exaltados,
irresponsables y fanatizados”, por exigir dignidad.
Estos sectores no
ofrecen ninguna confianza a la ciudadanía rebelde e incluso para toda esa
ciudadanía silenciosa que ellos dicen representar. Fundamentalmente, porque van
a “votar apruebo”, o, tal vez, más que alguno de las y los firmantes, vote “no
apruebo”. Pues, la mayoría de ellos se han sentido muy cómodos y conformes con
la CP80. Especialmente, luego de las reformas introducidas en el año 2005,
cuando su líder máximo Ricardo Lagos, proclamó “urbe et orbi”, que por fin
teníamos una “constitución política democrática”. Obviamente, mentía y como
mienten estos 99 personeros firmantes.
La sociedad chilena no
tendrá una constitución política democrática si sigue la “hoja de ruta” trazada
por el gobierno corrupto de Sebastián Piñera y el ilegitimo parlamento. Por esa razón, ha comenzado
articularse y, espero, que pronto se organice social y políticamente, una
tercera posición ciudadana para enfrentar la coyuntura constitucional. Se trata
de un conglomerado heterogéneo de ciudadanos subpolíticos que rechaza, abierta
y categóricamente, el proceso constituyente ofrecido por el gobierno.
Esta posición como
decíamos en nuestro anterior artículo no acepta que el proceso hacia una nueva
constitución política sea dirigido por la clase política y dirigente
actual. Carecen de todos los requisitos
democráticos para hacerlo, no tienen legitimidad, no representan a la
ciudadanía, no son confiables, etcétera.
El objetivo político de
este sector no es el cambio político breve. Todo lo contrario, se busca
realizar un cambio político histórico revolucionario. Ello significa, que le
momento constituyente, es un momento histórico-político que posee una potencia
política extraordinariamente subversiva y democrática. Se busca fundar todo. Se
trata de poner en movimiento una nueva historia. Cuyo horizonte configura una
ética de la liberación, aquello que es sostén y propósito del proyecto
emancipador, ese que, por lo general, a algunos, todavía, nos hace sentido
nombrar socialismo.
Exacto, la coyuntura
constituyente, no debe ni puede ni es deseable, que se ordene solo en dos ejes
posibles, o dos alternativas, como ha sido, el orden binario, impuesto
violentamente por la dictadura cívico-militar y ampliado, profundizado y
consolidado por la Concertación a lo largo de estos 30 años.
Desde 1989 en adelante
la política fue dirigida y monitoreada por el sistema binominal. Las dos
alternativas eran: neoliberalismo de derecha o neoliberalismo de
centroizquierda. Por esa razón, emergió la sociedad neoliberal más cohesionada
y estable de todas las emergidas en las sociedades capitalistas periféricas, e
incluso centrales. El fin de binominalismo, no puso fin, ni altero, ni modifico
esa lógica.
En la actual coyuntura
crítica y, pesar de que la rebelión es manifiestamente anticapitalista y
anti-neoliberal. Dado que la conducción del proceso constituyente no lo tienen
las fuerzas sociales insurgentes o rebeldes, sino la clase política corrupta,
la cual desconoce y rechaza a las fuerzas sociales y políticas rebeldes.
El oficialismo
neoliberal posee dos opciones políticas e históricas que permiten la
continuidad de la dominación capitalista. Ambas se perfilan opciones
aparentemente alternativas y confrontadas al momento de redactar la nueva
constitución. Los y las redactores serán los mismos, dado la fórmula de elección
de las y los constituyentes, que han controlado, manipulado y expropiado la
representación la ciudadanía nacional a lo largo de estos últimas tres décadas.
Por lo tanto, las
opciones serán, entre, entre un neoliberalismo de derecha, defendido, a
ultranza por la UDI, RN y Evopoli con disidencias menores, pero, no
fundamentales. A las militancias de estos partidos, habría que sumarle los
diversos sectores sociales y ciudadanos provenientes de la alta burguesía
empresarial, exmienbros de las Fuerzas Armadas, exmienbros de los gobiernos
concertacionistas, probablemente, de los sectores más conservadores de la
Democracia Cristiana, como también de la mediana y pequeña burguesía y, por
cierto, sectores populares neoliberalizados (la clase media baja aspiracionistas).
O sea, sectores ciudadanos que hemos identificado como tradicionales y,
probablemente, parte importante de los sectores “ciudadanos no políticos”, que,
ante el miedo, que le generan los “rebeldes”, irán votar, por mantener la CP80
o, por aquellos constituyentes que defenderán, en Convención Constituyente, los
principios y valores del neoliberalismo. Este sector, no es, un grupo menor,
todo lo contrario. Perfectamente, podrían llegar a un 25 a un 30%, de la
ciudadanía. Aproximadamente, 4 millones de votantes.
El capitalismo
neoliberalismo ultra corregido o centroizquierdista será la otra alternativa
capitalista. Esta estaría defendida por los sectores de la vieja Concertación
más los partidos de la Nueva Mayoría, incluyendo, por cierto, al Partido Comunista
de Chile y, también, por lo que queda del Frente Amplio. Ellos buscarían
introducir un conjunto de cambios y transformaciones al patrón de acumulación
neoliberal. Para decirlo en forma sintética, su apuesta sería conformar o
establecer un “capitalismo neoliberal con enfoque basado en los derechos” o un
“capitalismo normal” O sea, un capitalismo sin Estado subsidiario, sino, en
donde el deber del Estado sería atender los derechos sociales, económicos,
culturales, de género, como también de la naturaleza, lo cual implicaría
trabajar con las comunidades desempoderadas para aumentar su nivel de
participación en las decisiones del Estado.
En este sector, la
diversidad política es amplia y heterogénea. Entre el ala conservadora y la
progresista habrá fuertes disputas y conflictos que abrirán la puerta para que
los sectores políticos de la derecha neoliberal puedan obtener triunfos
notables. Como ya lo hemos conocido en el actual parlamento. Sin embargo, habrá
mucho más las coincidencias que diferencias. En relación al régimen político,
la democracia liberal representativa, la existencia de los partidos políticos,
etcétera; no serán significativas, no van existir, controversias profundas. Tal
vez, la plurinacionalidad, será quizás, el de mayor conflictividad. O, el tema
de género u otras cuestiones valóricas. Pero, lo que va predominar en este
conglomera será el consenso sobre la continuidad de la dominación capitalista.
Ahora, que sea, neoliberal o no, no será lo sustantivo. Lo más seguro que van
introducir cambios políticos institucionales que no van alterar la estructura
del poder social establecido hace 47 años por las fuerzas del capital.
A pesar del
desprestigio político de este sector entre la ciudadanía. Lo más probable que
este sector sea apoyado por un 30 a 35 % de la ciudadanía tradicional y
ciudadanía no política, o sea, podría obtener, aproximadamente, el apoyo de 5
millones de electores.
Mientras que los
sectores opositores al proyecto constitucional estatista conformados por los
ciudadanos subpolítica en rebeldía, que se expresaría, no votando en el
plebiscito del 26 de abril, serían aproximadante, entre un 35 a un 40% de la
población electoral, es decir, cerca de 6 millones de ciudadanos, o sea, la
mayoría.
Estos sectores
subpolíticos han venido rechazando los procesos electorales desde 1997 en
adelante en las elecciones presidenciales de 2017 constituyeron el 42%, del
padrón electoral general, ellos son la mayoría social y política. Lo cual no
debiera cambiar en el próximo torneo electoral. La ciudadanía subpolítica en
rebeldía va boicotear el plebiscito. No, porque quiera mantener la CP80, sino
porque busca transformar la sociedad neoliberal y reemplazarla por otra
sociedad más justa, igualitaria, equitativa, plurinacional, en donde hombres y
mujeres sean iguales en derechos, en donde los bienes naturales sean de todas y
todos, o sea, comunes, donde los pueblos originarios tengan autonomía política,
cultural y territorial, pero, respetando los derechos de las mujeres, etcétera.
Con una economía que proteja y en equilibrio con la naturaleza. Se trata de
construir a partir del momento constituyente otra sociedad. No, se quiere otra
Constitución Política que ordene de manera distinta los diversos elementos que
conforman el capitalismo.
La apuesta es por la
construcción de una sociedad socialista. Y, la única forma de avanzar en su
construcción es hacerlo desde el poder popular. Y, él no se expresa ni tiene
cabida en el actual proceso constituyente convocado por el poder del capital
para frenar la rebelión popular y ofrecer un refugio a todos los sectores que
se sienten amenazados por ella.
Por esa razón, hay que
construir e impulsar la constituyente popular en perspectiva socialista. Esa es
la tarea.
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