El año
2020 puede generar una explosión social e intervenciones de EEUU (a la
hondureña, a la venezolana o a la boliviana) si los gobiernos no se preparan
para realizar cambios en la correlación de fuerzas sociales.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con
Nuestra América
Desde
Ciudad Panamá
América Latina inició 2020 con un panorama económico y social
muy pesimista. En 2019 la economía ya se encontraba estancada y los indicadores
sociales arrojaban números negativos. La pobreza seguía inamovible y la
desigualdad entre los sectores sociales aumentaba. América del Sur, según la
Comisión Económica para América latina (CEPAL), tuvo un crecimiento negativo
(-0.1 por ciento). El Caribe creció e un 1.4 por ciento y Centro América en un
2.4 por ciento. El coeficiente de Gini que mide la desigualdad aumentó. Hay que
buscar las causas de este estancamiento que se extenderá al tercer decenio del
siglo XXI. En el caso de Panamá son relativamente sencillas las razones: El
Canal de Panamá y negocios conexos dejaron de crecer. Los negocios financieros
se trancaron y las políticas públicas (neo-liberales) siguen destruyendo la
industria y agro-industria.
En el caso de América Latina, las industrias minera y agro
exportadoras se encontraron con los mercados internacionales saturados. Las
políticas de des-industrialización dejaron a ese sector sin defensas y
vulnerable. En 2020 las proyecciones de la CEPAL indican que el Caribe seguirá
liderando el crecimiento regional. La CEPAL pronostica que Centro América
seguirá igual que el año pasado y Sur América se recuperará un poco.
La institución de la ONU señala que Guyana será el país con el
mayor crecimiento gracias a las inversiones que están haciendo europeos y
chinos en la extracción de petróleo. La CEPAL también afirma que los países de
la región tienen ‘reservas internacionales relativamente altas’. Agrega que los
mercados tienen ‘acceso a los mercados financieros internacionales’. Gracias a
estas condiciones la región tiene ‘capacidad de implementar políticas
macro-económicas tendientes a revertir el actual escenario de bajo crecimiento’.
Con el panorama descrito, la CEPAL plantea que ‘es fundamental
reactivar la actividad económica mediante un mayor gasto público en inversión y
políticas sociales. Asimismo, para dar cuenta de las demandas sociales, los
esfuerzos de redistribución de corto plazo deben complementarse con aumentos en
la provisión y calidad de bienes y servicios públicos’. A pesar de lo
recomendado por la CEPAL, no sorprenderá que los gobiernos de la mayoría de los
países de la región le harán caso omiso a las líneas que propone la Comisión.
Por el contrario, la mayoría de los gobiernos de la región
seguirán endeudándose con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y/o el Banco Mundial
pidiendo financiamiento para proyectos que no responden a las necesidades de
los países. Peor aún, seguirán bajo el control de las oligarquías locales que
especulan con los préstamos que caen en manos corruptas.
En la actualidad, hay una guerra entre EEUU y China por el
control financiero de las riquezas de los países de la región. El golpe militar
que derrocó a Evo Morales en Bolivia tiene que ver con el litio y las fuertes
inversiones que realizan los chinos en ese país suramericano. El presidente
Trump ve con preocupación las incursiones de Pekín en México, Centro América,
el Caribe y Sur América. EEUU, sin embargo, no compite por la extracción de las
material primas: petróleo, cobre, soya o maíz, entre otras. Washington está
obsesionada con los términos financieros con los cuales China hace negocios con
América Latina.
La mayoría de los países de la región vieron como las
exportaciones a China de sus materias primas multiplicaron el tamaño de sus
economías en los dos últimos decenios. Sin embargo, los trabajadores que
crearon esas riquezas vieron que sus ingresos disminuyeron o se estancaron. Las
riquezas se concentraron en manos de una pequeña oligarquía y en sectores
acomodados de las capas medias.
Una década más tarde, las protestas se sienten en Chile,
Ecuador, Haití y Colombia. Hace poco sacudieron a Brasil, Argentina y Honduras.
Los gobernantes están dispuestos a dialogar con el pueblo, pero se resisten a
hacer concesiones. En Chile hablan de una asamblea constituyente para 2020. En
Ecuador y Colombia los gobiernos quieren sentarse a hablar con los
protestantes.
El año 2020 puede generar una explosión social e intervenciones
de EEUU (a la hondureña, a la venezolana o a la boliviana) si los gobiernos no
se preparan para realizar cambios en la correlación de fuerzas sociales. Estas
pueden traducirse en una participación mayor de los sectores populares cada vez
más empobrecidos en la distribución de las riquezas en sectores como la
seguridad social, servicios de salud, mejores condiciones de educación y
vivienda, entre otros.
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