Arrancó el año
electoral en el que está programado el enfrentamiento político tal vez más
significativo en un siglo para el futuro de Estados Unidos como una republica
semidemocrática constitucional y con implicaciones dramáticas para gran parte del
mundo.
David Brooks / LA JORNADA
¿No es un poco
exagerada esta afirmación? Tal vez sí, pero lo que más preocupa es que tal vez
no.
Aquí hay un gran
enfrentamiento político no sólo entre las instituciones gubernamentales y los
partidos, sino también dentro de ellos. Lo que se decidirá es si este juego
democrático sobrevive, y de qué manera. Trump marca el final de un experimento
neoliberal. Está por verse, por lo menos en el teatro político-electoral, qué
sigue.
El actual régimen ha
mostrado tal desprecio por el gobierno institucional que el presidente ha
atacado repetidamente a altos mandos de las fuerzas armadas, las agencias de
inteligencia, las de seguridad pública, y hasta diversas secretarías, generando
un deterioro de moral y un éxodo de diplomáticos, analistas y oficiales. Los
jefes que se quedan son los que están dispuestos a ser sirvientes
incondicionales de este mandatario.
Y hasta éstos se
encuentran en apuros, con la constante necesidad de buscar cómo justificar o
replantear declaraciones y decisiones presidenciales que los toman por
sorpresa. Por ejemplo, este domingo el secretario de Defensa, Mark Esper, se
vio obligado a decir que él no había visto la inteligencia mencionada por Trump
que demostraba que el general iraní a quien mandó asesinar tenía planes para atacar
cuatro embajadas estadunidenses. Hace unos días, los jefes militares tuvieron
que afirmar que no cumplirían con órdenes de Trump de bombardear sitios
culturales en Irán, ya que eso sería un crimen de guerra.
Por otro lado, algunos
leales a la causa derechista expulsados del paraíso del poder han decidido
vengarse contra su ex jefe. Por ejemplo, el halcón ultraconservador John
Bolton, ex asesor de Seguridad Nacional de Trump, expresó que estaba dispuesto
a declarar en el juicio de impeachment del presidente en el Senado si es
convocado, algo que su ex jefe ya afirmó que no permitirá.
Pero en general, el
Partido Republicano ha decidido subordinarse por completo a Trump. El líder
republicano del Senado, Mitch McConnell, anunció públicamente que al proceder
el juicio político del presidente, él se coordinará plenamente con la Casa
Blanca. Pero según la ley, cada senador está obligado a actuar de manera
imparcial en su papel de jurado durante tal juicio, y por lo tanto, los que ya
decidieron junto con su líder expresar su lealtad al presidente están violando
el juramento que cada uno hizo a la Constitución.
La Constitución ha sido
violada de manera tan sistemática y abierta por este régimen en tantos rubros
–desde la orden de asesinar a un líder extranjero o meter en jaulas a niños
migrantes, hasta actos corruptos de todo tipo al violar el proceso electoral,
al elogiar el uso de la tortura, al desafiar fallos judiciales y ordenes
legislativas, entre otras– que la vigencia de la Carta Magna nacional está en duda.
Es por eso que
candidatos y líderes de oposición de todo tipo gritan todos los días que la
república está en peligro con el actual régimen. Señalan que por ello este es
el tercer presidente en la historia en ser declarado impeached y ser sujeto a
un juicio político.
Según dicen, ésta sigue
siendo una democracia electoral (con defectos fundamentales, uno de los cuales
llevó a Trump a la presidencia, ya que no hay voto directo para presidente, él
ganó con menos votos que su contrincante por las reglas del Colegio Electoral).
Pero por primera vez en la historia moderna, y en las tres décadas que algunos
llevamos reportando sobre este país, la pregunta es si aún lo será despues de
este año.
Nunca antes se habían
escuchado aquí especulaciones tan comunes en los llamados países
subdesarrollados de que no se puede descartar que Trump decida no respetar el
resultado de la elección.
O sea, el país podría
ser la primera superpotencia (república) bananera. Esa decisión, por ahora,
está en manos del demos estadunidense.
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