El triunfo de Ollanta Humala coloca al Perú en el ojo de una tormenta geopolítica entre el proyecto hegemonizado por Washington, la Alianza del Pacífico, y la UNASUR y el Mercosur donde Brasil juega un papel determinante.
Raúl Zibechi / ALAI
(Fotografía: Ollanta Hulala, presidente electo del Perú, y Dilma Roussef, presidenta de Brasil)
Rose Likins, embajadora de Washington en Lima, jugó un activo papel en la campaña electoral a favor de Keiko Fujimori. Desde que fue nombrada en el cargo, en agosto de 2010, se mostró contraria a la candidatura de Humala y durante la campaña electoral para la segunda vuelta del 5 de junio, mantuvo reuniones privadas con grupos de la sociedad civil en las que apoyó sin matices a Keiko, según señala Jim Lobe (IPS, 6 de junio).
No es para menos. Perú es un país clave para el proyecto estadounidense de mantener una presencia hegemónica en la región andina, desde tres puntos de vista. Perú tiene una extensa frontera con Brasil, pero es además la frontera por donde fluye el río Amazonas y algunas importantes vías de comunicación, y es básicamente una frontera de selva. En segundo lugar, es la frontera más cercana a los estratégicos puertos del Pacífico, por los cuales fluye una parte importante del comercio exterior entre Brasil y Asia, o sea China. Se trata de las vías interoceánicas que componen la IIRSA (Integración de la Infraestructura Regional Suramericana), el proyecto de integración estratégico para la región y para el futuro de Brasil.
En tercer lugar, en Perú residen algunas importantes bases militares del Comando Sur que componen un amplio anillo que rodea a Brasil, desde el norte (Panamá y Colombia) hasta el sur (Paraguay). Sin el control sobre Perú, la estrategia militar del Pentágono está desarticulada y depende de lo que suceda en Colombia, país que queda rodeado de fronteras potencialmente hostiles. Lea el artículo completo aquí…
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