No hay, en verdad, otra manera de establecer el camino hacia la sostenibilidad del desarrollo humano en nuestra América que no pase por la construcción de sociedades nuevas, capaces de ejercer en sus relaciones con la naturaleza la armonía que caracterice a las relaciones de sus integrantes entre sí, y con el resto de sus semejantes.
Guillermo Castro Herrera / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Panamá
En verdad, lo ilegítimo en el debate sobre el desarrollo sostenible consiste en confundir el proceso general de desarrollo de nuestra especie con cualquiera de las formas históricas puntuales que han contribuido a su despliegue, primero, hasta culminar en su distorsión. Lo legítimo y necesario, en cambio, consiste en pasar del problema sin solución de hacer sostenible una forma histórica particular del desarrollo humano, para plantearnos el de identificar los medios que nos permitan pasar del reino de la necesidad de crecer para acumular, al de la libertad para escoger aquellas opciones de organización de nuestra existencia que hagan de la equidad la norma de las relaciones de los humanos entre sí y con su entorno natural.
Desde lo mejor de nosotros mismos, el papel de la cultura en ese paso del reino de la necesidad al de la libertad puede ser expresado en los términos que utilizara José Martí en 1884:
“Ser bueno es el único modo de ser dichoso. Ser culto es el único modo de ser libre. Pero, en lo común de la naturaleza humana, se necesita ser próspero para ser bueno. Y el único camino abierto a la prosperidad constante y fácil es el de conocer, cultivar y aprovechar los elementos inagotables e infatigables de la naturaleza”. Lea el artículo completo aquí…
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