Muchas veces, por más que se haga para mantenerlos ecuánimes, los mercados, veleidosos, se encabritan y exigen pruebas de lealtad. Eso es lo que le están pidiendo a Humala y, por eso, hacen como que se ponen nerviosos.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Fotografía: Terrorismo mediático. Portada del diario Perú21, del 31 de mayo de 2011, pocos días antes de la elección presidencial)
Ganó Ollanta Humala en el Perú y los mercados “se pusieron nerviosos”. La bolsa limeña cayó en picada y CNN inmediatamente hizo foro con los especialistas latinoamericanos de derecha instalados en las universidades norteamericanas que, unánimemente, llegaron a la conclusión que el nacionalismo populista del presidente electo era el culpable de ponerlos en esa posición tan lamentable.
¿Cómo hacer para tranquilizarlos? Eso está bien sabido y aprendido: hay que darles seguridades, facilidades, cobijo. Tratarlos delicadamente, no estorbar la libre circulación de los capitales; el feliz asentamiento de las inversiones de las transnacionales; ofrecerles rebajas de impuestos; aduanas abiertas; facilidad de trámites; no molestarlos mucho con engorrosos trámites ni melindres ambientales y boberías de ese tipo.
Ollanta Humala puso nervioso a los mercados, como frecuentemente los pone Hugo Chávez, Rafael Correa y a veces Cristina Fernández y otros desalmados que no tienen en cuenta su delicadeza. Como todos ellos son odiosos nacionalistas populistas, no toman en cuenta que los mercados tienen alterado el sistema nerviosos central en estos días, que su punto neurálgico, el sistema financiero, tiene un virus que lleva ya dos años rondándolo y no hay forma de encontrarle cura. Y encima, vienen estos populistas nacionalistas y pretenden aguarles la fiesta en la periferia latinoamericana en donde, más bien, debían estar agradecidos que ellos sigan funcionando en medio de tanto pobrerío.
Ollanta Humala, por razones diversas, pero principalmente porque no tienen mayoría en el congreso peruano, no pretende hacer cambios espectaculares en la economía del país. Ha dicho claramente, sí, que pondrá especial atención en las políticas sociales que permitan, por lo menos, atemperar la pobreza. También, que participará entusiastamente en instancias de integración latinoamericana que ya están en marcha. No es nada del otro mundo. Más bien se trata de acometer tareas que se han postergado demasiado tiempo. Desafortunadamente, parece que la economía peruana seguirá girando alrededor de la industria extractiva, especialmente la minera, y la atracción de capitales maquileros, que no hacen más que ofrecer trabajo precario a los peruanos. Nada extraordinario en el contexto de América Latina.
Los mercados, sin embargo, a pesar de todas las seguridades, se ponen nerviosos. Es que a lo mejor Humala mintió en la campaña electoral y ahora, ya asegurado su triunfo sobre la Fujimori, decide aliarse al eje del mal. No está de más echarle un ojo a su historial que deja en evidencia sus inclinaciones románticas hacia los desposeídos. Por eso, los mercados apostaban por Keiko, de quien no dudaban en absoluto que estaba de su lado.
El sacrosanto cuido que debe prodigársele a los mercados se ha transformado en un dogma de la era neoliberal. Evitar que se pongan nerviosos en un deber de todo político serio. Es más, ellos son un termómetro de esa seriedad política: si están tranquilos, el político es responsable; si están intranquilos, se está aproximando a zona peligrosa; si los pone nerviosos es, seguramente, un irresponsable.
El mercado es, pues, una especie de amigo en el que todos pueden confiar. Si está contento, tranquilo, relajado, no se enoja y las bolsas de Nueva York, de Londres, de Frankfurt suben, la plata (muchas veces imaginaria, evanescente, falsa) corre a raudales, los ejecutivos de Wall Street se recetan millonarios incentivos y los tecnócratas de nuestros países sonríen porque crecen las exportaciones.
Muchas veces, sin embargo, por más que se haga para mantenerlos ecuánimes, los mercados, veleidosos, se encabritan y exigen pruebas de lealtad. Eso es lo que le están pidiendo a Humala y, por eso, hacen como que se ponen nerviosos.
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