Humala tiene un compromiso con ese pobrerío que lo mira esperanzado. Este compromiso implica establecer alianzas no solo internas sino, también, con otros países que pueden acuerparlo en lo que se proponga hacer para revertir, aunque sea en parte, la situación con la que se encuentra.
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
(Fotografía: Ollanta Humala, presidente electo de Perú, durante su visita a la presidenta Argentina, Cristina Fernández)
Si algo caracteriza las apreciaciones que se hacen de lo que puede ser el futuro gobierno de Ollanta Humala en el Perú es la precaución. En efecto, dadas las características que revistió la virulenta y prolongada campaña electoral en la que resultó electo, el pronóstico no puede sino ser reservado. Como ya se ha explicado ampliamente, Humala transitó hacia la centro izquierda del espectro político, restando radicalidad a su propuesta y discurso. Asimismo, es conocido que, respecto a él, el Perú se encuentra dividido casi en dos partes iguales: los que lo apoyan y los que no, siendo su mitad conformada no solo por quienes están de acuerdo con sus planteamientos sino, también, por quienes lo votaron solamente porque no querían a Keiko Fujimori.
Ollanta hereda un Perú en el que se han implementado, desde hace 20 años, políticas neoliberales que, como en todas partes, han abierto de par en par las puertas del país a los capitales trasnacionales, especialmente en la minería, reafirmando el carácter extractivista de la economía peruana, y que ha sido incapaz de provocar el famoso “derrame” de riqueza desde la cúspide de la pirámide social hacia abajo.
Es, también, un Perú que se ha visto sacudido por la guerra interna, por la represión al movimiento popular de la ciudad y del campo pero, también, en donde han surgido nuevos actores sociales, como los indígenas, que con amplias movilizaciones se han puesto en el mapa de la política contemporánea del país.
El Perú forma parte de aquellos países que, en América Latina, el antropólogo brasileño Darcy Ribeiro caracterizó como pueblos testimonio, junto a México, Guatemala, Bolivia y Ecuador, en los cuales la presencia de las culturas originarias americanas ha marcado a fuego su formación social. En este sentido, son países cuyos estados nacionales se han construido sobre la exclusión, discriminación y explotación de los indígenas, perfilando sociedades muy polarizadas social, económica y políticamente, en los que casi se puede hablar de dos países: el de los pobres, confinados a vivir en la sierra, en las tierras más pobres, y el de las clases medias y altas, más urbanas, europeizadas, que desprecian y hacen todo lo posible por diferenciarse del “indio”.
Esta cruda realidad ha quedado patente en años recientes en Bolivia, en donde el país “camba” se ha opuesto a sangre y fuego contra el proyecto del “indio” Morales, llegando a protagonizar actos de humillación contra los indígenas que tienen un tinte prácticamente colonial.
En este contexto, Humala tiene un compromiso con ese pobrerío que lo mira esperanzado. Este compromiso implica establecer alianzas no solo internas sino, también, con otros países que pueden acuerparlo en lo que se proponga hacer para revertir, aunque sea en parte, la situación con la que se encuentra.
En este sentido, resulta sintomática la gira que emprende apenas electo. Es una gira por distintos países de América Latina que no deja a nadie por fuera. Elegir hacer una gira latinoamericana indica un viraje en relación con que era, casi sin excepción, la inveterada costumbre de los presidentes electos de cualquier país latinoamericano: viajar en primer lugar y sin dilación a Washington para conversar con el presidente de turno con el fin “reafirmar los lazos de amistad”.
Ollanta Humala ha reiterado a lo largo de toda su campaña que está muy interesado en promover las alianzas con sus pares latinoamericanos, especialmente con el MERCOSUR. Bienvenida sea esa orientación, en la medida en que aleja al Perú de la alianza de países del Pacífico, Chile, Colombia y México, que se erige como alternativa al ALBA pero, más en general, a todas aquellas tendencias nacionalistas, apoyadas en lo popular, que pretenden la construcción de proyectos posneoliberales.
Buenos augurios, entonces, para Humala, si es que esa será su elección.
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