Acabar con el fujimorismo en Perú no parece ser una tarea sencilla. Su naturaleza: el cinismo, la corrupción, el robo, la mentira, los crímenes y la violación de los derechos humanos ha hecho de él un cáncer social inacabable, que en lugar de autodestruirse, se autoreproduce.
Abner Barrera Rivera / AUNA-Costa Rica
Después de algunos días del triunfo de Ollanta Humala, candidato de Gana Perú en las recientes elecciones presidenciales, no sólo el ex dictador Alberto Fujimori “está enfermo”, sino también el fujimontesinismo, representado en los grandes ne
gocios turbios de las empresas que respaldaron la campaña de la señora Fujimori, y toda la prensa indecente de la derecha cavernaria peruana, que cada día expide hedor y pus por la herida que le infringió el pueblo peruano el pasado 05 de junio.
Acabar con el fujimorismo en Perú no parece ser una tarea sencilla. Su naturaleza: el cinismo, la corrupción, el robo, la mentira, los crímenes y la violación de los derechos humanos ha hecho de él un cáncer social inacabable, que en lugar de autodestruirse, se autoreproduce; sus células enfermas no mueren, sino se renuevan y se muestran inmunes a su extirpación. Al igual que el somocismo en Nicaragua o el pinochetismo en Chile, el fujimorismo pretende ser un actor político de importancia en el nuevo escenario político que se abre en Perú.
El otrora autodenominado antiimperialista Alan García Pérez, comprometido con la candidatura de la señora Fujimori (por eso muchos señalan que el gran perdedor en esta contienda ha sido él), una semana después de las elecciones, todavía está de duelo por la derrota de su mimada. Los pactos que desde hace varios años han hecho apristas y fujimoristas “hoy por ti, mañana por mí”, les llevó a menospreciar al pueblo peruano, creyendo que ellos tenían el futuro del país -la administración de los negocios y la corrupción-, en sus manos, y que los sátrapas de ambas agrupaciones quedarían siempre impunes. Hoy, con el triunfo de Ollanta Humala no sólo el mercado está nervioso, sino también los políticos corruptos y violadores de los derechos humanos, empezando por Alan García, quien deberá ser investigado por la matanza de decenas de presos políticos en las cárceles de Lurigancho, El Frontón y Santa Bárbara (en su primer gobierno), por la masacre de indígenas en la provincia de Bagua y por la corrupción campante de él y los apristas (en su segundo gobierno).
Por eso no es de extrañar que en estos días los titulares de los medios aprofujimoristas, señalen que el “despistado” congresista aprista José Vargas le haya pedido al presidente Alan García que indulte por motivos de salud a Alberto Fujimori, quien se encuentra condenado a veinticinco años de cárcel por delitos de lesa humanidad. Los medios también subrayan que Rafael Rey, representante del Opus Dei en la política peruana, ha pedido que se indulte al convicto como un “acto de humanidad”. Rey, que ahora habla de “acto de humanidad” es el mismo quien dijo, que cientos de mujeres humildes en el gobierno de Alberto Fujimori no fueron esterilizadas “contra su voluntad sino sin su voluntad” y que “es totalmente una barbaridad, pero no es lo mismo” (¡más patético imposible!). Que nadie se sorprenda que pronto aparezca con la Biblia y la cruz en la mano, en primera plana de los medios aprofujimoristas el cardenal Luis Cirpriani -el mismo que dijo que los derechos humanos son una cojudez-, exigiendo la liberación de su amigo, el criminal Alberto Fujimori.
Como notará el lector, estamos otra vez ante una campaña mediática bien montada entre apristas y fujimoristas. Sin embargo, según las leyes internacionales, no se puede otorgar indulto a condenados por delitos de lesa humanidad, aunque tengan una enfermedad terminal.
Lo que llama la atención es que, pocos días antes de las elecciones presidenciales, la propia Keiko Fujimori informó a la prensa internacional que su padre gozaba de buena salud. Pero hoy, una semana después de la derrota electoral, resulta que el reo está enfermo y con menos kilos de peso (debe haber adelgazado por exceso de trabajo). ¿Acaso los peruanos olvidan que Alberto Fujimori estuvo rebosante de salud, coordinando desde la DIROES, la campaña electoral, de su hija? ¿Y acaso olvidarán los peruanos que la señora Fujimori prometió, que si salía elegida presidente liberaría a su padre?
Todo indica que la promesa de Keiko Fujimori tratará de cumplirla el saliente presidente Alan García, porque la alianza política “hoy por ti, mañana por mí” de los apristas y fujimoristas, busca que ambos sean librados de la justicia peruana. Fujimori suelto, partiría a Japón, y como agradecimiento Fuerza 2011, le otorgaría a García Pérez el apoyo de sus treinta y siete congresistas fujimoristas que sumados a los cuatro apristas, impedirían que prosperé cualquier denuncia por corrupción contra él, cuando deje la presidencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario