La miseria de la conducta de los enemigos de Chávez hace más grande y más digno a hombres como él.
Abner Barrera R. / AUNA-Costa Rica
En las últimas semanas, los grandes medios comerciales al servicio del imperio norteamericano no cesaron en lanzar especulaciones sobre la salud de Hugo Chávez Frías, presidente de la República Bolivariana de Venezuela. Los editoriales y las noticias publicados en diferentes ciudades de América Latina, por los diarios pertenecientes a la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) -que dicen defender la democracia y los derechos humanos-, revelan odio, calumnias y deseos de muerte hacia el comandante Chávez.
Por el silencio prudente y razonable de la estadía y tratamiento del presidente venezolano en La Habana, los medios circenses que se mueven al compás de las órdenes dirigidas desde Washington hicieron una orgía ideológica llena de rencor contra Chávez. Lo curioso es que, la presencia de él los desespera y su ausencia mucho más. El eslogan “Chávez los tiene locos” que se coreaba en las calles de Caracas en los inicios de la revolución bolivariana, ahora parece aplicarse no sólo a sus enemigos internos, sino también a los que se encuentran fuera de Venezuela. Resulta que Chávez siempre los trastorna, ya sea cuando hace alguna aparición pública o cuando “desaparece”. Entonces, ¿qué es lo que quieren esas marionetas de Washington? Desde hace varios años, el mismo Hugo Chávez ha dicho que las fuerzas represoras del imperio traman para darle muerte. De ahí las reiteradas advertencias y consejos que Fidel le ha dado: “Chávez tienes que cuidarte”.
Al no poder esa manada de hienas ver materializado sus deseos contra la vida del comandante en los últimos diez años (¡honor a su seguridad personal!), entonces pensó que ahora había llegado la ocasión para que la enfermedad se hiciera cargo de él. Ante las primeras noticias desde La Habana sobre su delicada salud, la manada a la vez que conjeturó, también deseó y rogó porque fuera una enfermedad de la que no pudiera reponerse jamás. Las páginas de esos diarios delatan la catadura moral de la que están hechos los enemigos de Hugo Chávez y de la Revolución Bolivariana; develan lo diminutos que son. Así puede verse el júbilo con el que, el diario El Nuevo Herald de Miami afirma que Chávez padece de cáncer de colon avanzado y su muerte "es cuestión de meses o pocos años".
Cuba es un país socialista y ahí ningún medio puede arrogarse el derecho -como sí lo hacen en los países capitalistas-, a inmiscuirse en la intimidad del paciente, para comercializar con el dolor personal y el sufrimiento familiar. Esos fisgones mercantilistas se equivocaron de paciente y de hospital. A estas alturas, todavía esa manada –so pretexto de libertad de información-, insiste en querer saber en qué parte del cuerpo estaba el tumor que le extirparon. ¿Con qué propósito? Los empleados de la SIP aún no han entendido que, por encima del “derecho a informar” de las empresas comerciales que representan, está el derecho del paciente a la privacidad, la paz y la recuperación; no tienen derecho a lucrar con la salud del comandante. Y si quieren asumirlo como un secreto de Estado, en buena hora, a ver si así se tranquilizan.
Aunque la manada desprecia a Chávez, ella no puede vivir sin referirse a él. No quieren admitirlo, pero recibieron un golpe certero, cuando lo vieron caminando en su proceso de recuperación, acompañado de Fidel en La Habana. Y cuando ellos mismos todavía no habían terminado de anunciar que Chávez se quedaría varios meses en Cuba, al día siguiente Hugo –gracias a la excelencia profesional de los médicos cubanos-, apareció en Carcas, bañado de multitud.
La miseria de la conducta de los enemigos de Chávez hace más grande y más digno a hombres como él. Hoy, mientras las hienas se revuelcan entres sus vómitos, el comandante recibe grandes muestras de solidaridad desde distintas partes del mundo. Aunque no lo admita la derecha oligárquica de América Latina y algunos sectores que dicen llamarse progresistas, hoy Hugo Chávez es un símbolo de la resistencia, las luchas y las esperanzas de nuestros pueblos pobres y oprimidos.
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