La tendencia política dominante a la que esta semana se suma el Perú con la toma de posesión de Ollanta Humala, implica esta aplicación prioritaria hacia lo nuestro. Aunque no lo parezca, este es uno de los retos mayores que tenemos.
Rafael Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
rafaelcuevasmolina@hotmail.com
La llegada al poder político de Ollanta Humala en el Perú el próximo 28 de julio, después de reñidísima campaña electoral en la que tuvo como contendiente principal a Keiko Fujimori, ratifica la tendencia dominante en la actualidad en América Latina, que lleva a la sustitución de los proyectos abierta y salvajemente neoliberales, por otros que buscan sociedades más equitables en el continente con las mayores disparidades económicas y sociales del mundo.
Aunque todas estas experiencias comparten algunos rasgos en común, esa sustitución se encuentra marcada por las características y condiciones específicas de cada país. Los rasgos en común son básicamente dos: 1) apostar por políticas sociales orientadas a beneficiar a amplios sectores de la población marginados de los “beneficios” del desarrollo capitalista en su etapa neoliberal y 2) privilegiar las relaciones de cooperación y ayuda mutua entre nosotros mismos, es decir, entre los latinoamericanos.
Pero este proceso de acercamiento entre latinoamericanos se lleva a cabo en un marco de respeto a la diversidad prevaleciente. Esta es una característica que adquieren estos procesos alternativos en el siglo XXI, cuando se ha entendido que la imposición de modelos, la mayoría de las veces provenientes de fuera del continente, llevan en última instancia al fracaso. Es decir que, ahora, prevalece la realidad sobre la teoría y no al contrario.
Pero esta nueva situación plantea retos inmensos. En primer lugar, la de conocer y pensar nuestras propias realidades con nuestras cabezas. No se trata, desde luego, de desechar las experiencias y las propuestas de otras partes del mundo, sino de verlas y, eventualmente, utilizarlas, a partir del prisma de lo que necesitamos. No se trata, tampoco, de “casarse” con una u otra teoría, propuesta o idea, como nos pasó tanto en el pasado, sino de construir a partir de lo que se nos ofrece hilvanando nuestras propuestas a partir de objetivos propios. Todo aporte debe incorporarse en nuestro análisis bajo la óptica de la idea martiana según la cual los aportes teóricos provenientes de realidades externas a la latinoamericana son bienvenidas, siempre y cuando se hagan desde la óptica de nuestros intereses y necesidades. En este sentido, hemos propuesto con anterioridad llamar a esta perspectiva tener una visión “desde acá”, lo que implica no tomar tales aportes como normas a ser seguidas a pie juntillas, sino más bien como referencias que pueden y deben ser reinterpretadas, con el fin de que puedan ser útiles como herramientas teóricas adaptadas a las características de la realidad latinoamericana. El resultado de tal perspectiva resulta, muchas veces, después de la selección crítica, el relacionamiento inédito y la incorporación de elementos nuevos, en un aparataje teórico original.
Siendo la realidad latinoamericana variada y multiforme, los resultados de nuestros análisis también tendrán que serlo con necesidad.
Es este, entonces, un tiempo de revaloración de lo que otros, en distintos momentos de nuestra historia, han pensado y propuesto; también de acercamiento a los conocimientos, hasta ahora desligitimados, emanados de grupos sociales marginados y muchas veces discriminados como, por ejemplo, los indígenas.
La tendencia política dominante a la que esta semana se suma el Perú con la toma de posesión de Ollanta Humala, implica esta aplicación prioritaria hacia lo nuestro. Aunque no lo parezca, este es uno de los retos mayores que tenemos pues, acostumbrados como estamos al seguidismo y a la copianditis, hemos desarrollo por años de años todo un aparataje de justificaciones y reconocimientos dirigidos a legitimar la repetición de papagallos.
Crear es intentar, probar, errar y acertar. Crear es compromiso, responsabilidad y esfuerzo.
Estamos inmersos, por lo tanto, en un tiempo que demanda de nosotros intentar, probar, errar y acertar; compromiso, responsabilidad y esfuerzo.
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