Las iniciativas de integración comunicacional, y por lo tanto cultural, resultan de la mayor importancia en el apuntalamiento del gran proyecto nacional popular latinoamericano.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa Rica
El título de este comentario retoma una idea del politólogo argentino Dr. Atilio Borón, expuesta en un foro sobre el poder de los medios de comunicación, organizado la semana pasada por la cadena Telesur en su sitio web: precisamente, en ocasión del sexto aniversario de la creación y salida al aire de la señal de esta televisora multiestatal nuestroamericana.
Ante la consulta de un cibernauta, quien le interrogó sobre qué hacer para contrarrestar el bombardeo informativo de los conglomerados empresariales de la información en América Latina, Borón, parafraseando a Ernesto Che Guevara en su tesis internacionalista y anitimperialista plasmada en el célebre “Mensaje a la Tricontinental” , de 1967 (“Crear uno, dos, tres Vietnam es la consigna”), respondió así: “Tener (…) ¡"una, dos, tres, muchas Telesur"! Y desde allí denunciar los intereses a los que sirven esas empresas, sus conexiones con los grandes grupos económicos, con el imperialismo, con la reacción. Su complicidad con las matanzas que hay y hubo en Nuestra América, su ocultamiento de las noticias que hablan de lo que realmente está ocurriendo en nuestros países”.
Lo que el intelectual argentino señala no es otra cosa sino el carácter revolucionario, emancipador, capaz de subvertir el orden y el sentido común dominante desde la fuerza de las ideas y la búsqueda honesta de la verdad profunda de nuestras sociedades, al que deben aspirar los proyectos de comunicación alternativa, popular, democrática y contrahegemónica, independientemente de que dispongan de respaldo tecnológico y financiero como el de Telesur.
Es decir, que asuman como una práctica intrínseca a su ejercicio periodístico y comunicacional ese aprender a mirarnos con nuestros propios ojos, condición sin la cual tampoco es posible emprender el proceso de liberación y descolonización cultural y mental que tanto requerimos en nuestra América.
La construcción de un nuevo orden de la comunicación social, que recupere para el bien común la infraestructura, espacios, recursos y frecuencias públicas, es un imperativo en países como los latinoamericanos y caribeños, sometidos al dominio casi incontestable de los grupos económicos e infocomunicacionales que controlan los medios de producción, los circuitos de distribución, y los canales de difusión y producción de contenidos en las industrias culturales del continente.
En este sentido, la unidad es la palabra y el concepto clave de nuestra época. Por ejemplo, desde Telesur, de la que participan Argentina, Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Uruguay y Venezuela, ya se ha posicionado con claridad la idea de la integración latinoamericana desde los medios de comunicación.
Además, recientemente se constituyó la Unión Latinoamericanana de Agencias de Noticias (ULAN), que agrupa a nueve agencias de Argentina, Bolivia, Venezuela, México, Paraguay, Guatemala, Ecuador, Brasil y Cuba, con el objeto de “promover la democratización de la comunicación en América Latina y aportar a la integración regional de los pueblos”. En sus estatutos, la ULAN se propone “aumentar y facilitar el libre flujo de información de la región producida por las Agencias de Noticias públicas y estatales de los distintos países de América Latina y el Caribe”, desde una práctica comunicacional fundada “en el rechaza a toda forma de racismo, colonialismo y dependencia económica y cultural”.
Estos y otros proyectos de vocación latinoamericanista, que puedan surgir en el futuro cercano, con mayor o menor identificación y respaldo de los gobiernos nacionales, tienen ante sí una tarea prioritaria: revertir, en todo lo que sea posible, el entramado de negocios, privilegios, padrinazgos oligárquicos y desigualdades en el acceso a los bienes culturales, en torno al cual se construyó el sistema hegemónico de medios de comunicación en América Latina, durante las últimas cuatro décadas de dictaduras militares, gobiernos autoritarios y democracias mínimas y de baja intensidad.
En momentos en que los complejos procesos políticos regionales se debaten entre la continuidad del neoliberalismo y la construcción de alternativas posneoliberales, y al mismo tiempo, se mira en el horizonte la posibilidad de consolidar valiosas instancias de acción política y concertación regional, como la UNASUR y la CELAC, las iniciativas de integración comunicacional, y por lo tanto cultural, resultan de la mayor importancia en el apuntalamiento del gran proyecto nacional popular latinoamericano.
Nuestra América vive tiempos excepcionales. Y así deben ser las respuestas a los problemas y retos que se le presentan en todos los ámbitos.
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