Hace 25
años Caracas y otras ciudades venezolanas protagonizaron la primera gran
insurrección popular contra el neoliberalismo. No sólo a escala de América Latina y el Caribe, sino
planetaria. En un país petrolero, la pobreza alcanzaba a un 80 por ciento.
Ángel Guerra Cabrera / LA PUPILA INSOMNE
Caracas durante los acontecimientos de 1989. |
Espontánea,
la protesta estalló en Guarenas, al este de la capital, cuando estudiantes y
trabajadores rechazaron el alza estratosférica del transporte público. La
chispa se extendió y comenzaron los asaltos a mercados donde el pueblo tomaba
algo de lo que siempre le había sido negado. El caracazo tuvo el enorme
mérito de que las masas venezolanas rompieran colectivamente con el sacrosanto
mito burgués de la propiedad privada.
Pero el
gobierno del presidente Carlos Andrés Pérez (CAP) impuso la ley marcial y
autorizó a los cuerpos armados a disparar con munición de guerra contra los
civiles. El ministerio público cifró el número de fallecidos en 600, aunque
cálculos de investigadores establecen la cifra entre 3500 y 5000, además de
miles de heridos. Un crimen de lesa humanidad.
Compárense
la bárbara respuesta gubernamental a aquellas justísimas protestas de todos los
barrios populares del país con la contenida y mesurada que reciben de la
Guardia Nacional Bolivariana las esmirriadas marchas actuales de enajenados y
enfermos de odio en unas cuantas urbanizaciones de clase media acomodada.
Obsérvese la actitud pacífica de las decenas y cientos de miles de chavistas
que desde comienzos de febrero inundan las calles de Caracas en apoyo al
presidente Maduro.
El que sí
ha practicado la violencia feroz ha sido como siempre el sector fascista de la
oposición. Su único propósito es derrocar a Maduro, que para eso Washington
manda carretadas de dólares(http://www.cepr.net/index.php/other-languages/spanish-op-eds/el-apoyo-de-eeuu-a-un-cambio-de-gobierno-en-venezuela-es-un-error ). No
importa si ese derrocamiento implica un baño de sangre ni que hace dos meses el
chavismo ganara por 10 puntos las elecciones municipales.
El último
año ha sido difícil para el pueblo venezolano. La inflación ha superado el 50
por ciento y ha habido desabasto de productos esenciales, pero tanto los
chavistas como muchos que no lo son, comprenden que la causa principal ha sido
la guerra económica desatada por Estados Unidos y la
oligarquía contra Caracas. No olvidan además las conquistas y derechos
conseguidos desde 1999.
El pueblo
apoya las medidas del gobierno contra la guerra económica y aplaude que los
funcionarios corruptos enriquecidos con la especulación sean llevados ante la
justicia. Los sectores populares no se ven representados por los acaudalados
líderes opositores y desconfían de ellos porque quieren la paz y conocen su
trayectoria golpista desde 2002.
El pueblo
aprecia que después de Chávez es poder y que ha sido
con la Revolución Bolivariana que ha podido acceder, como nunca antes, a
derechos universales como la educación, la salud, la vivienda, la seguridad
social y las libertades políticas.
Las
jornadas del caracazo foguearon a las masas para los combates por venir
y galvanizaron a los oficiales patriotas que bajo el liderazgo del
entonces teniente coronel Hugo Chávez ya conspiraban para cambiar aquel estado
de cosas. Ese pueblo aguerrido fue el que apoyó el levantamiento del
comandante tres años después(1992), el que lo llevó a la presidencia y el que
ha mantenido viva la Revolución Bolivariana con su fuerza en las calles y en 18
consultas electorales. Gracias a ese pueblo con alta conciencia política y a su
dirección revolucionaria encabezada por el presidente Maduro es que no ha
habido más muertos y que el denominado golpe blando se desinfla pese a la falsa
visión que ofrece la mafia mediática internacional.
En una
actitud de genuflexión ante Estados Unidos el socialdemócrata CAP aplicó las
medidas neoliberales que condujeron al caracazo y acabaron con el ya
magro poder adquisitivo de los pobres y de la clase media. Desencadenó una
escalada desenfrenada de precios que llevó en horas a 200 por ciento el del
transporte público y otras medidas intolerables en un contexto de deterioro
acelerado de las condiciones de vida. El abandono por el Estado a su suerte de
las grandes mayorías era la regla.
Fue a partir de Chávez(1999) y, sobre todo, de la derrota del golpe petrolero de 2002-2003 que por primera vez la renta petrolera se dedicó al bienestar del pueblo. De allí los extraordinarios logros sociales que reconocen a Venezuela todas las agencias de la ONU y hasta el Banco Mundial.
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