Los tentáculos de la
Carta de las Naciones Unidas y su extraordinaria impunidad planetaria son de
conocimiento público, y es hora que las organizaciones como UNASUR, CELAC y
ALBA concierten -en base a los hechos- una respuesta de principios y operativa
a la legalidad y legitimidad de la OTAN, y de allí sus tentáculos en América
Latina.
José Toledo Alcalde / Especial para Con Nuestra América
Si una nación
demuestra que sabe actuar con una eficacia razonable y con el sentido de las
conveniencias en materia social y política, si mantiene el orden y respeta sus
obligaciones, no tiene por qué temer una intervención de los Estados Unidos. La
injusticia crónica o la importancia que resultan de un relajamiento general de
las reglas de una sociedad civilizada pueden exigir que, en consecuencia, en
América o fuera de ella, la intervención de una nación civilizada y, en el
hemisferio occidental, la adhesión de los Estados Unidos a la Doctrina Monroe
(basada en la frase «América para los
americanos») puede obligar a los Estados Unidos, aunque en contra de sus
deseos, en casos flagrantes de injusticia o de impotencia, a ejercer un poder
de policía internacional.
Theodore
Roosevelt (1904)
Frente al resurgimiento
de los estándares armamentísticos de la otrora “Guerra Fría” y su amenazante
presencia para el siglo XXI cabe preguntarnos la pertinencia en repetir hechos
históricos de exterminio, opresión y aniquilamiento como recurso militar en la
búsqueda de resolución de conflictos de carácter socio-político-económico. La
lucha de los contrarios, la destrucción del débil y supremacía del fuerte, la
visión única de lo estético, el desprecio de la diversidad y la asociación
unilateral del sistema democrático con el modelo económico liberal nos seguirá
sumergiendo en el fango maloliente de nuestros espejismos de desarrollo,
paraíso de seres cosificados, en donde la lucha por el control del planeta se
impone como realidad históricamente legitimada.
Es así como la política
de expansión y control planetario in crescendo después de la Segunda
Guerra Mundial es la peor tara histórica legitimada desde los clásicos griegos
con sus especulaciones excluyentes, hasta la permisibilidad jurídica estipulada
en la Carta de la Naciones Unidas (1945) y la Organización del Tratado del
Atlántico Norte (OTAN,1949). Quizá lo discutido –epistolarmente- entre Sigmund
Freud y Albert Einstein, en relación a la guerra, nos recuerde la urgente
necesidad del cambio en las relaciones sociales en favor de la paz con
sostenida justicia ambiental y social.
Construyendo guerras sobre bases filosóficas. La historia de la
humanidad registra estratificaciones sistemáticas de seres humanos fragmentados
y confrontados en torno al poder. Seres clasificados como superiores e
inferiores serán confrontados permanentemente. Estos registros dan fe de una
diversidad de orientaciones antropológicas, ideológicas y morales responsables
de las más inicuas clasificaciones sociales de acuerdo a escalas valorativas
relativas a su procedencia genética,
geopolítica y económica. No hablamos del Capitalismo como sistema
ontológicamente excluyente, aunque pareciere que nos referimos al mismo, nos
referimos, por ejemplo, a la polaridad griega entre libres y esclavos, varón y
mujer, bases excluyentes que colocaron los cimientos filogenéticos de la tara
discriminatoria que nos acompaña hasta el día de hoy. Verbi
gratia, Platón (427 - 327) solía decir "Son sólo los varones los que
han sido creados directamente de los dioses y reciben el alma. Aquellos que
viven honradamente retornan a las estrellas, pero aquellos que son cobardes o
viven sin justicia pueden haber adquirido, con razón, la naturaleza de la mujer
en su segunda generación" y Aristóteles (384 - 322) sostenía: "La
relación entre el varón y la hembra es por naturaleza aquella en la que el
hombre ostenta una posición superior, la mujer más baja; el hombre dirige y la
mujer es dirigida".
Es así como bajo la
influencia aristotélica, tara histórica en materia de Derechos Humanos, el
jurista, teólogo e historiador español Juan
Ginés de Sepúlveda (1490-1573), justificó, en más de una epístola, el sometimiento de pueblos considerados
esclavos por naturaleza bajo el yugo de naciones consideradas superiores por
ley divina y natural: “Aquellos cuya condición natural es tal que deben
obedecer a otros, si rehúsan su imperio y no queda otro recurso, serán
dominados por las armas; pues tal guerra es justa según opinión de los más
eminentes filósofos.”[1] El polímata, Aristóteles, fuente de
inspiración de Ginés entendía que “algunos
esclavos lo son por naturaleza, ya que hay seres que desde el momento en que
nacen están destinados a obedecer y otros lo están para mandar, porque ambos
elementos, la obediencia y la autoridad http://www.monografias.com/trabajos2/rhempresa/rhempresa.shtml,
se encuentran en todo conjunto que aspire a un resultado común, con razón se
puede sostener que hay esclavos y hombres libres que lo son por obra de la
naturaleza”[2].
Siguiendo las doctrinas
aristotélicas de San Agustín (354-430) y Santo Tomas de Aquino (1224/5-1275)
referente a las Guerras Justas, para Ginés
fue ideológica y políticamente legitimo valerse de las armas -sin
remordimiento ético-moral- torturando y aniquilando pueblos enteros en aras de
la defensa del statu quo imperial: “Por muchas causas, pues y muy graves, están
obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles [...] y a ellos
ha de serles todavía más provechoso que a los españoles [...] y si rehúsan
nuestro imperio (imperium) podrán ser
compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos
declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural.
La primera [razón de la justicia de esta guerra de conquista] es que siendo por
naturaleza bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de
los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les
traería grandísimas utilidades, magnas comodidades, siendo además cosa justa
por derecho natural que la materia obedezca a la forma.”[3]
Construyendo colonizaciones sobre bases económica. En el mismo sentido
colonizador, en el siglo XIX, en materia económica, fue Adam Smith (1723-1790)
quien económicamente sistematizó en su Investigación sobre la naturaleza y causas de la riqueza de las naciones (1776) la
división del mundo entre señores y
esclavos, propietarios y propiedades sacralizando el Mercado como eje
omnipotente de toda actividad humana: “Sólo los ricos eligen, de entre
la masa común, lo más delicioso y lo más raro. Apenas consumen más que el pobre;
a pesar de su avidez y su egoísmo... comparten con el último peón el producto
del trabajo que ellos mandan hacer. Una mano invisible parece forzarles a
participar en la misma distribución de las cosas necesarias para la vida, que
hubiera tenido lugar si la tierra hubiera sido dada en igual proporción a cada
uno de sus habitantes; y, de esta manera, sin tener la intención de hacerlo,
sin ni siquiera saberlo, el rico sirve el interés social y la multiplicación de
la especie humana”. [4]
Los principios estaban académicamente elaborados, ahora había que pasar a su
defensa en escenarios reales, dando a luz el nacimiento- del posiblemente-
ultimo imperio Occidental, los EEUU.
Galardón de la paz para fabricantes de guerras. La invasión de las
Islas Malvinas (1831), Usurpación territorio Mexicano (Ahora Texas, 1847),
Invasión Argentina (1852), Invasión Nicaragua (1853-55), invasión Uruguay
(1855), invasión Paraguay (1859), Invasión Panamá (1865), invasión Cuba, Puerto Rico, Guam, Filipinas y
Hawái (1895 & 1898) , apropiación de
8 km a cada lado del canal de Panamá (1903), invasión de Republica Dominicana
(1905), Invasión de Nicaragua (1909), ocupación militar de Republica Dominicana
(1911-1914), Intervenciones Cuba y Honduras (1912), Ocupaciones en Cuba (1917 y
1922), Intervención Venezuela (1947), Intervención Guatemala (1954), Invasión
fracasada en Playa Girón, Cuba (1961)…la lista sigue. Es así como, en la
búsqueda de legalizar y legitimar internacionalmente la hegemonía, las
propuestas del presidente del partido Demócrata, Thomas Woodrow Wilson
(1856-1924) y sus famosos 14 puntos dieron origen al establecimiento de la así
conocida como Liga de las Naciones (LN). Irónicamente, a Wilson le fue
concedido en premio nobel de la paz (1919) después de haber invadido México
(Veracruz, 1914), Haití (Puerto Príncipe, 1915) y Republica Dominicana (1916).
Cualquier parecido al premio nobel de la paz, presidente Barack Obama, no sería
producto de una mera casualidad.
Institucionalizando las guerras. Otrora fueron los
imperios europeos y el cristianismo sionista los cuales legitimaban la política
intervencionista. Posteriormente, EEUU y los países miembros de la OTAN, brazo
armado de las NU, se adjudican la “defensa” planetaria en contra del eje
socialista, resurgido con fuerza a inicios del siglo XXI (siempre con la “invisible” presencia del
sionismo). Vale decir, el exterminio
humanitario fue considerado en la Carta de las Naciones Unidas en sus artículos
del 39 al 51 [5]
como posibilidad en la resolución de conflictos contrarios a los planes
hegemónicos de imperio Anglo-Norte Americano. Por ejemplo, en el art 46
observamos la atribución suprema designada al Consejo de Seguridad: “Los planes
para el empleo de la fuerza armada serán hechos por el Consejo de Seguridad con
la ayuda del Comité de Estado Mayor”. Si bien es cierto el art. 41 sugiere que
el “Consejo de Seguridad podrá decidir qué medidas que no impliquen el uso de
la fuerza armada han de emplearse para hacer efectivas sus decisiones”, el art.
42 otorga poderes absolutos al Consejo de Seguridad para emplear la guerra como
recurso resolutivo: “Si el Consejo de Seguridad estimare que las medidas de que
trata el Artículo 41 pueden ser inadecuadas o han demostrado serlo, podrá
ejercer, por medio de fuerzas aéreas, navales o terrestres, la acción que sea
necesaria para mantener o restablecer la paz y la seguridad internacionales”.
Como los signos de los tiempos lo revelan, para el cumplimiento de tales fines,
la siembra de gobiernos de facto ha sido y sigue siendo el descarado recurso de
control hegemónico usado con la venia del aparato jurídico de las Naciones
Unidas.
Con esto no queremos
decir que la historia de los golpes de Estado del siglo XX nació en 1945. Para
recordar, fue en 1930 en Argentina donde se dio origen jurisprudencialmente a
la doctrina de los gobiernos de facto creada en las entrañas de la Corte
Suprema de Justicia de la Nación en Argentina. Es así como quince años después
de la legalización de los gobiernos de facto en América Latina la Carta de las
Naciones Unidas legítima el uso de la fuerza armada como instrumento de
invasión. De esta manera se les otorgó
el marco jurídico internacional a las intervenciones de índole cívico-militar,
en la actualidad trasmutados en golpes financieros-económicos. La semejanza
entre la doctrina de los gobiernos de facto
y los poderes otorgados al Consejo de Seguridad guardan en esencia el
mismo objetivo: Controlar las naciones contrarias a la ideología del Capital.
El artículo 2 de la
Doctrina de los gobiernos de facto señala: “Que ese gobierno (el de facto,
provisorio o transicional) se encuentra en posesión de las fuerzas militares y
policiales necesarias para asegurar la paz y el orden de la nación y, por
consiguiente, para proteger la libertad, la vida y la propiedad de las
personas, y ha declarado además, en actos públicos que mantendrá la supremacía
de la constitución y de las leyes del país, en el ejercicio del poder.”[6]
Mientras que en la página web de las Naciones Unidas en su capítulo Misiones de Mantenimiento de la Paz[7] sostiene: “Las operaciones de
mantenimiento de la paz se han llevado a cabo con mandatos de muy diferente
naturaleza, que abarcan desde métodos tradicionales de resolver controversias
de manera pacífica… como la promoción de la reconciliación, la asistencia con
la aplicación de un acuerdo de paz, la mediación y la interposición de buenos
oficios, hasta una acción más contundente…incluido el uso de la fuerza en
virtud del artículo 42 la Carta”. Este enlace de principios nos permite releer la lógica colonial plasmada en el
establecimiento de organismos internacionales como las NU y OTAN.
A inicios de la Primera
Guerra Mundial, 26 países firman la Carta del Atlántico (1941), al finalizar la
Segunda Guerra (1945) con la NU y con el establecimiento de la OTAN (1949),
crearon – definitivamente - el espacio legal institucionalizando, legalizando y legitimando la destrucción y
aniquilación del contario entendido este como ser por eliminar. De esta manera,
negando desde todo punto de vista las intenciones de índole pacifista que
asignaron en 1941: “Creen ellos que todas las naciones del mundo, material y
espiritualmente, deberán renunciar al uso de la fuerza. Puesto que no se podrá
asegurar la paz futura mientras haya naciones que continúen empleando armas
terrestres, navales o aéreas con fines bélicos fuera de sus fronteras, creen
ellos que mientras no se establezca un sistema más estable y amplio de
seguridad general, se impone el desarme de tales naciones. Ayudarán también, y
alentarán, cualesquiera otras medidas prácticas que alivien a los pueblos que
aman la paz del peso aplastante de los armamentos”.[8]
Esta flagrante
contradicción de principios coloca a las potencias del Hemisferio Norte en
posición de revisar su actual decadencia histórica en materia de pacificación.
Los escenarios son diferentes a los de cincuenta años atrás. El rol
internacional de los países otrora considerados “babados” o “tribales” marca
nuevas pautas de índole económica, político y ético. Por esta razón, hasta que
no sean revisadas y replanteadas las bases del Derecho Internacional de los
pueblos del Hemisferio Sur a ejercer, primeramente, su soberanía sin
intromisión extranjera y segundo a participar en condiciones equitativas en
instancias como el Consejo de Seguridad de la Naciones Unidas, la historia de
violencia y expansión seguirá siendo la misma. Salvando las diferencias, lo que
difiere el esquema neocolonial (1945) al experimentado por el Gran Reich Alemán
(Grossdeutsches Reich) (1933-1945)
es que el modelo neoliberal se encuentra internacionalmente
normativizado y el modelo de la Alemania Nacionalista hitleriana no lo estuvo.
Uno, imponiendo la etnia Aria sobre todas las demás, mientras que el otro
pretendiendo implantar la ideología del Libre Mercado sobre todo lo existente.
Lo sucedido en 1945 con
la instauración de la Carta de las Naciones Unidas y la legitimización del
poder absoluto en manos de las potencias del Hemisferio Norte fue una suerte de
golpe de Estado de escala planetaria. Símil modelo aplicado en estrategias de
golpes cívico-militar en donde una vez intervenidos los poderes del Estado
se normativizaba jurídicamente la
intromisión del modelo de economía liberal en todas sus variables, socio,
político, militar y económico. De allí la mutación sufrida del modelo de
intromisión el cual pasó de ser un golpe armado duro a ser suavizado por medio
de las conocidas revoluciones de las flores o colores. La forma cambia, la
esencia es exactamente la misma. Aunque en medio de estas mutaciones, persiste
la histórica inmoralidad del bloqueo económico, financiero y comercial a la
República de Cuba. Bloqueo, racional, ética y moralmente deleznable, el cual es
-en sumo grado- la fiel expresión de la decadencia ético-jurídica en la cual se
encuentra la Carta de principios de las Naciones Unidas en materia de
seguridad, derechos humanos y resolución de conflictos.
A este punto, la actual
coyuntura de guerra y luchas permanentes por el control del mundo, la inmoral e
impune legitimidad de la OTAN como brazo armado de las NU, el asedio
sistemático a Venezuela, la obstinada injerencia de los EEUU en la zona del Mar
Negro, la conspirativa maniobra en contra de Irán y Siria, así como la creación
de bloques desestabilizadores en la región latinoamericana como es la Alianza del
Pacifico y su nuevo aliado Israel, nos impulsa a aproximarnos retóricamente a
otros dos personajes del siglo XX Sigmund Freud (1856-1939) y Albert Einstein
(1879-1955). El desquiciado impulso autodestructivo, la demencial lucha entre
hermanos y hermanas mediando el poder, en todas sus manifestaciones, como
trofeo, nos coloca inequívocamente en el paredón del socio-psico análisis. En
encuentro epistolar motivado por la LN (1932), Einstein expone a Freud el
problema a debatir: ¿Hay algún camino para evitar a la humanidad los estragos
de la guerra? Más de ochenta años transcurridos y el problema sigue siendo
exactamente el mismo. La amenaza del costo nefasto que traen los conflictos
armados han sido y siguen siendo alertados, no obstante las evidencias, grupos
de poder y naciones cómplices involucradas en la creación de guerras persisten
en la ignominia.
La Sociedad de las Naciones
(LN) apareció al término de la Primera Guerra Mundial (1919), así como La
Organización de las Naciones Unidas (ONU, 1945) al término de la Segunda. La
convocatoria a Einstein – de parte de la LN- a entablar diálogo con personajes
de renombre internacional sobre algún tema de su interés, eligiendo el físico
el tema de la guerra, pone sobre la mesa de discusión la extremadamente urgente
necesidad de replantearnos la vigencia de instituciones internacionales como
las NU, de acuerdo a los principios con los cuales fueron planteadas en su
creación. Para Einstein, en la época, no existía organización supranacional –
como un tribunal o consejo internacional de seguridad – capaz de emitir
veredicto respecto a resolución de conflictos sin que esto afecte la libertad y
soberanía de las naciones: “El logro de una seguridad
internacional implica la renuncia incondicional, en una cierta medida, de todas
las naciones a su libertad de acción, vale decir, a su soberanía,
y está claro fuera de toda duda que ningún otro camino puede conducir a esa
seguridad”.[9] Después de más de ochenta años es exactamente
esa la carencia a nivel internacional, no existe organización supranacional
capaz y eficaz a la cual pueda adjudicarse derecho alguno a decidir sobre el
destino de las naciones sin que esto implique la violación a su libertad de
acción, vale decir, el de su soberanía.
Hablando de guerras. La aún vigente reflexión de Einstein respecto a las causas de la
guerra y la pulsión autodestructiva de la especie humana nos coloca en la
absurda posición de no haber orientado los avances de la modernidad y post
modernidad hacia el beneficio sostenido en la historia de los pueblos, sino
hacia su calamitosa autodestrucción sistemática. Tal tragedia, vivida en época
del físico alemán, lo motivó a puntualizar tres cuestiones las cuales
alumbraron la famosa epístola de Freud (1932) “Por qué las guerras”: ¿Cómo es
posible que esta pequeña camarilla someta al servicio de sus ambiciones la
voluntad de la mayoría, para la cual el estado de guerra representa pérdidas y
sufrimientos?; ¿Cómo es que estos procedimientos logran despertar en los
hombres tan salvaje entusiasmo, hasta llevarlos a sacrificar su vida? y ¿Es
posible controlar la evolución mental del hombre como para ponerlo a salvo de
esas psicosis promotoras de odio y destructividad?
En nuestra opinión, la genial respuesta de Freud crea condiciones de lo
que vendría a ser -trece años después- la Carta de la Naciones Unidas con el
instrumento operativo conocido como el Consejo de Seguridad. La reflexión de
Freud se impuso como síntesis de una serie de elucubraciones filosóficas,
teológicas y económicas que abrieron el camino lógico y racional de la división
del mundo entre fuertes y débiles, los de afuera y los de adentro. Para el
sicoanalista alemán, la única forma de “velar” por la “seguridad mundial” fue
crear una organización supranacional capaz de organizarse, promulgar decretos,
prevenir las sublevaciones temidas, establecer órganos ejecutivos que velen por
la observancia de aquellos -de las leyes- y tengan a su cargo la ejecución de
los actos de violencia legales, acordes al derecho, en una suerte de monopolio
oficial del uso de la fuerza.”[10]
Para Freud, la utópica
comunidad, con autoridad autónoma para dirigir los designios del planeta,
tendría derechos sobre la “vida de ciertos individuos”: “Es discutible que la
comunidad no deba tener también un derecho sobre la vida de ciertos individuos;
por otra parte, no es posible condenar todas las clases de guerra por igual;
mientras existan reinos y naciones dispuestos a la aniquilación despiadada de
otros, estos tienen que estar preparados para defenderse y, por consiguiente
armados para la guerra si quieren subsistir”.[11]
La relectura que hacemos de la teorización de Freud, a la luz de los actuales
acontecimientos plagados de conspiraciones en contra de sistemas contrarios a
las pretensiones hegemónicas Anglo-Norte Americana, confirma el sustento
filosófico discriminatorio y excluyente cultivado desde los clásicos griegos a
los cuales hicimos alusión anteriormente. La ideología del poder
destructivamente hegemónico -amparada en la inicua polarización de los seres
humanos y el imperio del Capital - continua señalando, como Freud, la
existencia de seres superiores e inferiores: “hoy las razas incultas y las
capas retrasadas de la población se multiplican con mayor rapidez que las de
elevada cultura”. [12]
En nuestra opinión, Einstein
pone el dedo en la llaga frente al fracaso de la LN como mediadora de
conflictos y esto debido básicamente a las ambiciones hegemónicas de sus
integrantes: “El escaso éxito que tuvieron, pese a su evidente honestidad,
todos los esfuerzos realizados en la última década para alcanzar esta meta no
deja lugar a dudas de que hay en juego fuertes factores psicológicos, que
paralizan tales esfuerzos. No hay que andar mucho para descubrir algunos de
esos factores. El afán de poder que
caracteriza a la clase gobernante de todas las naciones es hostil a cualquier limitación de la soberanía nacional. Esta hambre
de poder político suele medrar gracias a las actividades de otro grupo
dominante guiado esta vez por aspiraciones
puramente mercenarias, económicas. Pienso especialmente en ese pequeño pero
resuelto grupo, activo en toda nación, compuesto de individuos que,
indiferentes a las consideraciones y moderaciones sociales, ven en la guerra,
en la fabricación y venta de armamentos, nada más que la oportunidad para
favorecer sus intereses particulares y extender su autoridad personal”.[13]
Freud evadió
olímpicamente puntualizar, con nombre propio, el porqué del fracaso de la LN, así como hacer referencia a aquel
“otro grupo”, cual corporaciones
financieras de los últimos sesenta años obstinadas en la acumulación de poder
mediante la generación de guerras y consecuente producción y comercialización
de armamentos. Ideología mercenaria -con fines económicos- demostrada hasta el
día de hoy en la programada y sistematizada secuencia bélica liderada por los
EEUU, las NU/Consejo de Seguridad y la OTAN. Las sospechas, análisis y
advertencias de Einstein no fueron
superados, más aún, valieron de asidero para la sistematización de la ideología
expansionista neocolonial de mediados del siglo XX hasta la fecha.
Innegable escalada armamentística. Más allá de la
existencia de la cortina de hierro, y para muestra la creación de la International Security Assistance Force (ISAF) la cual fue establecida por el Consejo de Seguridad (2001)
involucrada en Afganistán con vigencia operativa hasta el día de hoy, el fin
justifica los medios, así que la OTAN sigue vigente a pesar de su histórico
fracaso. Como vemos, la razón de ser de la OTAN trascendió los límites de
Atlántico Norte extendiéndose fuera de
sus fronteras. Verbi gratia, al día
de hoy, EEUU ha enviado doce aviones y trescientos soldados a Polonia y los
países Bálticos, así como Francia
estaría dispuesto a contribuir con cuatro aviones de combate, todo esto
en plena ofensiva de la OTAN contra la decisión democrática de Crimea por su
adhesión a Rusia.[14]
Con esta extensión de poderes, oleada y sacramentada por el Consejo de
Seguridad de las NU y los miembros de la OTAN, no nos llamaría la atención que
valiéndose de las aproximadas 90 bases militares de la OTAN en América Latina
más el apoyo incondicional de la Alianza del Pacifico (Colombia, Chile, México
y Perú) arrecie la andanada conspirativa en búsqueda de Litio, Petróleo, Gas y
Agua. En la mira se encuentran Bolivia, Uruguay y Argentina.
Los tentáculos de la
Carta de las Naciones Unidas y su extraordinaria impunidad planetaria son de
conocimiento público, y es hora que las organizaciones como UNASUR, CELAC y
ALBA concierten -en base a los hechos- una respuesta de principios y operativa
a la legalidad y legitimidad de la OTAN que brota de las mismas entrañas de las
NU y de allí sus tentáculos en América Latina, como por ejemplo a través del
Comando Sur y la Universidad Internacional de Florida denunciada, entre otros y
otras, por la antropóloga Adrianne Pine.[15]
A esta altura de lo
visto nos preguntamos: ¿Hasta cuándo las bases militares en América Latina?
¿Por qué no seguir la posición soberana de Bolivia eliminando toda base militar
extranjera en su territorio? ¿Sería posible el establecimiento de una Carta
Latinoamericana de UNASUR que cuente con un Consejo de la Paz que se encargue
de mediar el desmantelamiento definitivo de toda presencia militar extranjera
en suelo Latinoamericano?
En suma, las taras
excluyentes y todo principio filosófico creador de barreras y generador de
clases y subclases humanas pueden seguir siendo mermadas, y ahora más que nunca,
desde el bloque regional desde América
Latina y el Caribe y su diversidad de esferas del quehacer humano que se
acrecientan como referencia esperanzadora teniendo como alternativa la justicia
sostenida como requisitito implícito y explicito para el establecimiento de la
paz duradera. El negocio mercenario denunciado por Einstein, la eminente
desaparición de la humanidad como consecuencia de la tozudez y violencia
bélica, así como el aún sometimiento de pueblos
del Hemisferio Sur al eje Anglo-Norte Americano, deben de encontrar su
punto final desde América Latina para el mundo. Un nuevo tiempo se abre y las
fuerzas divisionistas no toleran su inminente declive. El ciclo pendular de la
historia se cumple, desde la caída de los reinos Mesopotámicos, la del imperio
romano y la de los poderes europeos. La construcción -no de un nuevo orden
mundial- sino de esferas socio-políticas-económicas de basamento pluricultural,
con base en la ley de la reciprocidad y no en la ley del Capital, nacerá desde
América Latina y el Caribe en donde la carta de principios -ambiental y
humanamente equitativos - acompañe las demás manifestaciones regionales que se
dignen levantar su voz de indignación y
reivindicación deslegitimando la legalización jurídica de la Carta de las
Naciones Unidas como génesis de toda invasión colonial y violencia al Estado de
Derecho internacional a la libre
determinación de los pueblos y el respeto inquebrantable a su soberanía.
NOTAS:
[1] Ginés de Sepúlveda,
Juan, Democrates segundo o De las justas causas de la guerra contra los indios
, edición crítica de Ángel Losada, Madrid, CSIC, Instituto
Francisco de Vitoria, 1984, p. 19.
[2] Aristóteles. 330 ANE. La Política, Capitulo II.
[3] Op. Cit., p. 130.
[4] Smith, Adam.1759.Teoría de los sentimientos
morales, IV, 1.
[5] Carta de las Naciones
Unidas.1945. Acción en caso de amenaza a la paz, quebrantamientos de la paz o
actos de agresión.
[6] Corte Suprema de
Justicia de la Nación Argentina.1930.
Doctrina de los gobiernos de facto, art.2.
[7] http://www.un.org/es/sc/repertoire/subsidiary_organs/peacekeeping_missions.shtml Revisado: 17/03/14.
[8] Carta del Atlántico,
clausula 7ª, 14 de agosto de 1941.
[9] Carta de Einstein a
Freud, Caputh 30 de Julio de 1932.
[10] Freud, Sigmund. ¿Por qué la guerra? Viena, septiembre de
1932. Carta dirigida a Albert Einstein.
[11] Ibid.
[12] Ibid.
[13] Ibid.
[15]Fuente:http://voselsoberano.com/index.php?option=com_content&view=article&id=3231:administracion-obama-es-hipocrita-entrevista-sobre-honduras-con-la-antropologa-adrienne-pine&catid=1:noticias-generales;http://www.elcorreo.eu.org/IMG/article_PDF/Estrategias-para-confrontar-la-Cultura-Estratgica-del-Comando-Sur_a23624.pdf Revisado 22/03/14.
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