El neoliberalismo se
encuentra desfundado en Costa Rica, pero
la gran pregunta es si el posneoliberalismo podrá abrirse paso. He aquí pues el gran reto que tiene el PAC en
Costa Rica.
Carlos Figueroa Ibarra /Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Durante décadas Costa
Rica se distinguió del resto de Centroamérica en que fue expresión del Estado
de Bienestar y la economía keynesiana. Independientemente de sus diferencias la
socialdemocracia y la derecha socialcristiana, coincidieron en preservar el
legado de la revolución de 1948 encabezada por José Figueres. Desde antes,
durante el gobierno de Rafael Calderón Guardia con el apoyo de la Iglesia
Católica y el Partido Comunista se promulgaron
las garantías sociales en la Constitución y el Código de Trabajo. Por ello, los índices sociales son diferentes al resto de la región. Con su
democracia y Estado de Bienestar, Costa Rica fue a menudo llamada “la Suiza de Centroamérica”.
Esta situación empezó a sufrir cambios sustanciales a partir de 1982 y
particularmente durante el primer gobierno de Oscar Arias (1986-1990). La
hegemónica socialdemocracia en el partido Liberación Nacional, siguiendo la
tendencia universal socialdemócrata de reorientarse hacia el neoliberalismo (Tony Blair y “la
tercera vía”), empezó a desmantelar su propia obra. El partido comenzó a
dividirse y el pueblo costarricense a apartarse de los partidos tradicionales.
Esto fue evidente desde las luchas en 2000 por defender la Caja
del Seguro Social y particularmente en la lucha contra el TLC durante 2006 que culminó en un
disputado referéndum en 2007. Surgió el Partido Acción Ciudadana (PAC) que con
Otón Solís estuvo a punto de ganar la presidencia a Oscar Arias en 2006. El
bipartidismo tradicional de Costa Rica se rompió y se hizo evidente que
Liberación Nacional, como el PRI en México, estaba en crisis por abandonar su
proyecto histórico.
He aquí los
antecedentes sucintos de lo que ha sucedido con el retiro del candidato liberacionista Johnny Araya para la
segunda vuelta de las elecciones presidenciales de 2014. La declinación incluso
contraviene el artículo 138 de la
Constitución costarricense, pero los indicios para Araya eran devastadores: se
había gastado la mayor parte del dinero en la primera vuelta y había perdido;
las encuestas lo colocaban a lo sumo con
un 30% de las preferencias mientras Luis Guillermo Solís del PAC contaba con un 65-70% de las mismas. Lo
sucedido en estas semanas revela el fracaso neoliberal en Costa Rica: dos
fuerzas políticas (el PAC y el Frente Amplio), que han sido críticas del
neoliberalismo (en grados distintos) ascendieron vertiginosamente; el
bipartidismo histórico ha sido quebrado; la socialdemocracia neoliberal de
Liberación Nacional está en bancarrota;
la derecha socialcristiana del PUSC tiende a la irrelevancia (6% de los
votos en la primera vuelta).
En suma, los que se opusieron a la privatización del seguro social en 2000 y al TLC en 2007 han resultado ganadores en 2014. El neoliberalismo se encuentra desfundado en Costa Rica, pero la gran pregunta es si el posneoliberalismo podrá abrirse paso. He aquí pues el gran reto que tiene el PAC en Costa Rica. ¿Se aliará al Frente Amplio con su 17% de los votos y 9 diputados? ¿O resolverá el pleito de familia con Liberación Nacional y sus 18 diputados? Pronto sabremos la respuesta a estas preguntas.
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