La vanguardia estudiantil del Instituto Nacional marchó el 9 de enero de 1964,
bajo un sol radiante, por el cerro Ancón, con un solo propósito: izar la
bandera panameña en el asta del Colegio Secundario de Balboa, en la Zona del
Canal. La bandera era el símbolo de un querer abstracto, de un pasado amado, de
los espacios compartidos con padres y hermanos, el símbolo de la Patria.
Los mártires panameños: portada de la revista LIFE, 26 de enero de 1964. |
Marco A. Gandásegui, hijo
Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
¿Pero se limitaban los
estudiantes sólo a honrar la bandera? Los estudiantes eran porta-estandartes,
pero también encarnaban la Patria. Eran los mensajeros de un proyecto que se
impregnaba en sangre y dolor, se hacía presente en forma explosiva: Era el
nacimiento – el parto - de la Nación panameña.
La juventud que
avanzaba con determinación por tierras minadas por el ocupante foráneo, era la
encarnación de una simbiosis, que dejaría su marca para siempre: la Patria y la
Nación se abrazaban envueltas en el pabellón glorioso. Marchaban con un
propósito muy claro: reivindicar la soberanía panameña. ‘Un territorio, una
sola bandera’.
La burguesía nacional se reunió en torno al presidente Roberto Chiari en el
Palacio de las Garzas. Junto con sus asesores claves, el Ejecutivo asumió en
horas difíciles un liderazgo que pretendió levantar la bandera de la unidad
nacional. “Ante la alevosa agresión que eran objeto los panameños, afirma Luis
Navas, el presidente Chiari comprendió el momento histórico y se desempeñó con
inteligencia y coraje. Decidió romper relaciones diplomáticas con EEUU”.
El ministro de
Educación, Manuel Solís Palma, y el asesor legal de la Presidencia, Eloy
Benedetti, comprendieron que el 9 de enero no era un estallido espontáneo, no
era una protesta pasajera. La movilización popular era el resultado de varias
generaciones acumuladas de educación y organización que envolvía a todas las
clases sociales. La insurrección que se presenciaba en las calles también
comprometía a la burguesía nacional. Si en ese momento daba un paso atrás, el
pueblo rebasaría los perímetros históricos y avanzaría con el proyecto de
Nación sobre sus propias espaldas y asumiría todas las consecuencias de sus
actos.
En el seno del gobierno
de Chiari, sin embargo, se encontraba otro actor importante de la epopeya. En
las primeras y agitadas horas del 9 y 10 de enero, los transitistas – especuladores tradicionales - se opusieron al rompimiento de
relaciones con EEUU e insistieron en la necesidad de apoyar a las fuerzas armadas ocupantes para reprimir
las manifestaciones populares que protestaban a favor de la soberanía nacional.
El otro actor central fue EEUU. La presencia semi-colonial de ese país en Panamá
se partió en tres en las horas del atardecer del 9 de enero. Por un lado, la
Embajada de EEUU perdió control sobre los acontecimientos que se desenvolvían
rápidamente. No logró asumir el papel político que exigía la coyuntura. Por el
otro, el gobierno de la llamada Zona del Canal se encontraba acéfalo y contaba
con líderes políticamente ineptos. Por último, el Comando Sur de EEUU que
rodeaba el Canal de Panamá con cerca de 50 mil efectivos de las cinco ramas
armadas de ese país, distribuidos en 16 bases militares.
Mientras la Embajada se
dedicaba a quemar papeles en su ‘bunker’ y la Policía de la Zona perseguía a
estudiantes con sus toletes, salió el Ejército de EEUU con sus tanques, bazucas
y armas sofisticadas para enfrentar al pueblo panameño.
El presidente Lyndon
Johnson, desde Washington, le daba instrucciones a sus asesores y subalternos
para poner fin a las protestas. En los
documentos desclasificados por Washington, sobre la insurrección del 9 de enero
en Panamá, se destacan los informes de Thomas Mann, enviado personal de
Johnson, quien hablaba de una revolución en Panamá. Trabajando en forma cercana con grupos
antinacionales panameños, Johnson jugaba con la opción de intervenir militarmente para abortar un
supuesto golpe de las fuerzas del opositor Arnulfo Arias combinadas con los comunistas.
Según un informe de la CIA, también desclasificado,
la hegemonía o “status quo de la
élite estaba peligrando”. Además, “los comunistas y castristas, aprovechando el
nacionalismo, han establecido alianzas, han crecido y sus organizaciones han
mejorado”.
Queda claro para la
historia que la confusión e ignorancia que dominaba las filas de los dirigentes
norteamericanos fue la causa de la
muerte de 23 jóvenes panameños en las jornadas heroicas de enero de 1964. El
presidente de ese país y su equipo sólo pensaban en las próximas elecciones.
8 de enero de 2015.
*Profesor de Sociología de la Universidad de Panamá e
investigador asociado del CELA.
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