A quince días de la Cumbre, en Costa
Rica prácticamente nadie habla o menciona el acontecimiento. Causa mayor
revuelo en la prensa televisiva el que, durante el evento, se vayan a cerrar al
tránsito vehicular algunas de las principales avenidas de la ciudad capital, ya
de por sí muy congestionada, que los temas que se vayan a discutir.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
En poco menos de quince días, la
Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (CELAC) realizará su Tercera
Cumbre de Jefas y Jefes de Estado en San José, capital de Costa Rica.
Como se sabe, la CELAC constituye una de
las expresiones más representativas de los cambios que han tenido lugar en
América Latina en los últimos 15 años. En ella participan, a diferencia de la
OEA, exclusivamente países latinoamericanos y caribeños. Sin la tutela de los
EEUU, y a pesar de la diversidad de posiciones ideológicas y puntos de vista
políticos que prevalecen en el subcontinente, constituye un espacio autónomo
como no había existido nunca antes.
Precisamente por esa autonomía, la CELAC
es vista, junto a otros organismos e instituciones de integración
latinoamericanos, como la UNASUR y el ALBA, con recelo por los Estados Unidos.
Por eso, uno de sus grandes logros ha sido, precisamente, que en ella
participen países que se encuentran próximos a ellos y apoyan sus políticas,
como Colombia o Perú, por ejemplo.
Acorde con las nuevas circunstancias que
prevalecen en América Latina, la CELAC realizó recientemente un foro en China
al que acudieron 12 Jefes de Estado, reafirmando así el creciente interés de
ese país en continuar profundizando sus relaciones de todo tipo, pero
especialmente comerciales, con nuestro subcontinente.
La CELAC es, pues, un espacio político
importantísimo para profundizar el nuevo papel que ha asumido América Latina.
Acorde con la dinámica establecida,
Costa Rica asumió la presidencia pro tempore del organismo en 2014, tomando la
estafeta de Cuba, que había ocupado esa posición durante el año anterior.
El país tomó el compromiso en un año
electoral sui géneris, en el que por
primera vez en más de 50 años se quebró el bipartidismo que había prevalecido.
La campaña electoral que llevó a ese resultado fue, también, llena de vaivenes
y hechos inéditos. En este contexto, los ojos del país estuvieron atraídos
hacia ese proceso, y el interés por la CELAC quedó relegado a un segundo plano:
no se impulsó ninguna iniciativa que pusiera el sello de Costa Rica e, incluso,
llegó a cuestionarse, durante la discusión para la aprobación del presupuesto
gubernamental del 2015 en la Asamblea Legislativa, que hubiera recursos
económicos para realizar la Cumbre en el país.
Además, aunque el presidente
costarricense Luis Guillermo Solís, ve personalmente con interés este tipo de
foros, el país se ha alineado históricamente con las políticas de Washington,
lo cual lo hace reticente a este tipo organismos, que eventualmente puedan
despertar algún tipo de disgusto en el Norte por ser vistos como propuestas del
“chavismo”.
De ahí que, a quince días de la Cumbre,
en Costa Rica prácticamente nadie habla o menciona el acontecimiento. Causa
mayor revuelo en la prensa televisiva el que, durante el evento, se vayan a
cerrar al tránsito vehicular algunas de las principales avenidas de la ciudad capital,
ya de por sí muy congestionada, que los temas que se vayan a discutir.
Este contexto de frialdad e indiferencia
pudo, sin embargo, haber sido abiertamente hostil si las fuerzas políticas que
prevalecieron hasta mayo del 2014 hubieran continuado en el poder. Estas,
apostaron siempre por cualquier esfuerzo dirigido a hacer prevalecer los
proyectos alternativos a los aquí mencionados. Aún hoy, a pesar de los límites
que ya mostró luego de la Cumbre Asia-Pacífico en la que China mostró su
liderazgo global, Costa Rica sigue siendo fuerte candidato para ingresar a la
Alianza del Pacífico, que se ha constituido en el más sólido esfuerzo
norteamericano por presentar una alternativa al ALBA, la UNASUR, el Banco del
Sur, el Mercosur y la misma CELAC.
Costa Rica, que se ufana siempre de
tener una política exterior que le da lustre, pasó por la presidencia de la
CELAC sin pena ni gloria.
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