Es de esperar que entre
2015-2017, la Revolución Ciudadana profundice el camino de las transformaciones
que despertaron la euforia de los primeros tiempos, a fin de asegurar el futuro
del ‘socialismo del siglo XXI’.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El Telégrafo
El gobierno de la
Revolución Ciudadana (2007-2014) inició un nuevo ciclo histórico: desmontó el
modelo empresarial-neoliberal, superó el Estado de Partidos, inauguró otra
institucionalidad nacional, orientó el poder del Estado a favor de las
mayorías, y aseguró inversiones y políticas sociales que promovieron el
mejoramiento de las condiciones de vida y trabajo en el país. Todo ello puede
comprobarse empírica y objetivamente.
El ‘socialismo del siglo
XXI’ en Ecuador ha combinado un capitalismo social (esfera económica) con un
poder ciudadano en el Estado (esfera política). Esta situación explica que los
empresarios, siempre resistentes a las reformas sociales, se consideren
relegados del poder, a pesar de que hoy hacen buenos negocios. Pero la misma
situación también ha provocado que la izquierda tradicional y una serie de
dirigentes sociales crean que el gobierno del ‘correísmo’ nada ofrece, pues no
ha seguido las orientaciones políticas, partidistas o ideológicas que a ellos
les inspiran.
No se ha comprendido, por
tanto, la oportunidad histórica que ha significado para Ecuador la existencia
de un gobierno de nueva izquierda. Pero tampoco el Gobierno ha sabido tratar ni
comprender a esos sectores de la izquierda y de los movimientos sociales que,
exceptuando aquellos cuyo dogmatismo hace imposible todo diálogo, bien podrían
ser, todavía, aliados preferentes.
También la democracia,
los derechos y las libertades han avanzado en este nuevo ciclo histórico, si se
analiza al país desde una perspectiva macropolítica e institucional. Basta comparar
la situación con cualquiera de los gobiernos sucedidos entre 1979-2006, y con
lo que ocurre con los otros gobiernos de Nueva Izquierda en América Latina,
todos iniciadores de una nueva e inédita era para la región, que, desde luego,
ha provocado polarizaciones y confrontaciones, precisamente porque han sido
afectados antiguos poderes políticos e ideológicos y tradicionales intereses
económicos.
Sin embargo, dentro del
mismo ciclo histórico ecuatoriano iniciado en 2007, hay fases que han venido
definiéndose: el primer momento (2007-2008), de euforia política, estuvo
marcado por el proceso constituyente; siguió la institucionalización política
de la Revolución Ciudadana (2009-2013); y luego la estabilización política
(2013-2014), fase en la cual se hicieron evidentes los alcances y los límites
históricos del ‘socialismo del siglo XXI’, así como las contradicciones entre
algunas posiciones teóricas del régimen y las políticas concretas adoptadas,
como se advierte en el Decreto 16, ciertas reformas laborales, el tratado
comercial con Europa, o el tratamiento a la Conaie, el FUT y otros movimientos
sociales, que tampoco han sabido cuestionar a dirigentes movilizados en líneas
absolutamente reaccionarias frente al país.
Es de esperar, por
consiguiente, que entre 2015-2017, la Revolución Ciudadana profundice el camino
de las transformaciones que despertaron la euforia de los primeros tiempos, a
fin de asegurar el futuro del ‘socialismo del siglo XXI’.
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