Hay muchos factores que
se imponen para mantener la desigualdad, incluyendo un amplio aparato bélico y
represivo, en general pagado con fondos públicos. Pero también hay muchos y
diversos focos de resistencia y construcción colectiva desde abajo, sin duda lo
que sigue haciendo el mundo habitable y en definitiva las únicas alternativas
reales a estas nuevas formas de esclavitud global.
Silvia Ribeiro* / ALAI
A principios de 2014, un
reporte de Oxfam resumió gráficamente la desigualdad que impera en el mundo: 85
individuos concentran más riqueza que los 3500 millones de habitantes más
pobres en el planeta, mitad de la población mundial. El informe, llamado
“Gobernar para las élites: secuestro económico y desigualdad económica”,
indicaba desde el título que la situación se mantiene porque las políticas
gubernamentales se hacen para favorecer a los más ricos. Lo cual no sorprende,
en la vasta mayoría de los casos los gobiernos y legisladores llegan a sus
cargos apoyados en las “contribuciones”, por decir lo menos, de esas élites de
poder económico. En un año, los 85 más ricos aumentaron su fortuna en 14
por ciento, que se tradujo, en conjunto, en ganancias por 668 millones de
dólares diarios, o casi medio millón de dólares por minuto.
En octubre 2014, el banco
Credit Suisse publicó un informe sobre la riqueza mundial, en el que resaltaba
la preocupación por los niveles de desigualdad que siguen creciendo, lo cual
considera un factor de riesgo. La riqueza mundial pasó de 117,000 billones
en el año 2000 a 262,000 billones de dólares en 2014.
El 1 por ciento más rico
de la población mundial tiene actualmente casi la mitad de la riqueza global
(48.5 por ciento). Al mismo tiempo, el 50 por ciento de la población más
pobre tiene menos del 1 por ciento de los ingresos y de ellos, el 90 por ciento
vive en países del Sur. Si estas cifras son difíciles de digerir, casi lo
es más saber que el 70 por ciento de la población mundial, tiene en conjunto ¡menos
del 3 por ciento de los ingresos!
La región con mayor
índice de desigualdad en el mundo es América Latina y el Caribe, pese a que en
los últimos años, algunos países, como Uruguay y Venezuela, han contribuido a
bajar el promedio continental. México y Chile son los países con mayor
desigualdad de todos los miembros de la OCDE, e integran los 10 más desiguales
de la región, junto a Honduras, Brasil y Colombia, entre otros. En el último
año el número de mil-millonarios en la región aumentó 38 por ciento.
La desigualdad global
creció particularmente en las últimas tres décadas, pero la brecha se hizo
mayor a partir de las crisis de 2007-2008. Según Credit Suisse, los países
donde aumentó más la desigualdad son China e India, donde ahora se encuentran algunas
de las mayores fortunas y corporaciones del planeta. Estados Unidos sigue
siendo el país que, con distancia, concentra la mayor parte de los ingresos.
Allí radica el 49 por ciento de los individuos llamados ultra-ricos, con una
fortuna mayor a los 50 millones de dólares.
Esos no son los que
sufrieron con la crisis financiera que ellos mismos provocaron. Por el
contrario, el 1 por ciento más rico de Estados Unidos capturó el 95 por ciento
del crecimiento y ganancias posteriores a 2009, mientras el 90 por ciento de la
población se hizo más pobre. Y esto sin tener en cuenta las sumas ingentes de
dinero público que se gastaron para “rescatar” a instituciones financieras en
crisis, de las cuales esos mismos ricos son propietarios total o parcialmente.
A estos análisis, es
necesario superponerle la enorme concentración corporativa que tomó vuelo en la
década de 1990, en la que las fusiones y adquisiciones empresariales crecieron
757 por ciento y siguieron en ritmo ascendente, aunque más lento, hasta el
2007. Con las crisis financieras, económicas y alimentarias de 2007-2008, bajó
el porcentaje de fusiones y adquisiciones, pero la concentración empresarial ya
establecida nunca volvió a bajar del nivel alcanzado en el 2000, e incluso
subió en algunos años del siglo XXI. Según el estudio publicado en 2011 The
network of Global Corporate Control (La red de control corporativo global) de
los investigadores Vitali, Glattfelder y Battiston, 1328 corporaciones
trasnacionales tienen el 60 por ciento de los ingresos globales y están
interconectadas entre sí, por 2 o más relaciones mutuas, con un promedio de 20
interconexiones. En esta telaraña de relaciones que tienen atrapado al
mundo, el estudio identificó una “super-entidad” corporativa, como una
araña en la red, integrada por 147 corporaciones que detentan el 40 por ciento
de los ingresos de todas las transnacionales y que tienen un enorme poder de
decisión sobre toda la red corporativa mundial. Tres cuartas partes de éstas
son instituciones financieras, que a su vez están estrechamente ligadas con las
mayores transnacionales de sectores claves de la economía, como energía,
petroquímica y química, comunicaciones, construcción, minería, alimentación y
agricultura, etc.
Son los intereses de
lucro de esta extraordinariamente ínfima minoría de ricos, los que modelan
regulaciones nacionales e internacionales para mantener sus privilegios, las
que empujan los modelos industriales de producción y consumo masivos, y los
responsables de la devastación social, ambiental y las crisis
planetarias. Apenas un ejemplo: sólo 90 empresas, la mayoría privadas, de
petróleo, carbón, gas y cemento son responsables de dos terceras partes de las
emisiones de gases que han provocado el cambio climático.
Hay muchos factores que
se imponen para mantener la desigualdad, incluyendo un amplio aparato bélico y
represivo, en general pagado con fondos públicos. Pero también hay muchos y
diversos focos de resistencia y construcción colectiva desde abajo, sin duda lo
que sigue haciendo el mundo habitable y en definitiva las únicas alternativas
reales a estas nuevas formas de esclavitud global.
*Directora para América
Latina del Grupo ETC / www.etcgroup.org
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